Por María Jesús Prada |22 de abril de 2023, 10:10 AM

Taiwán lleva varias semanas siendo el centro de la cobertura noticiosa mundial, y varios años siendo el escenario de cientos de ejercicios militares por parte de China y de los Estados Unidos.

El último capítulo en este conflicto histórico inició con la visita de la presidenta de Taiwán a Los Ángeles (California) después de realizar una gira por Centroamérica. Allí se reunió con el presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Kevin McCarthy, y desató la furia del gobierno chino.

Los jerarcas de Beijing no tardaron en anunciar el inicio de ejercicios militares en los alrededores de Taiwán, una maniobra que ya ha pasado a convertirse en la manera de expresar su rechazo y descontento hacia las relaciones entre la isla y EE.UU.

Muchos pasan por alto la noticia, pero pocos conocen la trascendencia de estos movimientos militares y el riesgo iminente que presenta como el posible detonador de una tercera Guerra Mundial.

Y es que la historia es larga, confusa y repetitiva, pero está compuesta por momentos clave que ameritan un análisis detenido y que, sobretodo, delatan las consecuencias de un peculiar triángulo amoroso (o de amor-odio, como lo describirían algunos diplomáticos) entre tres países, de cuyas manos pende el débil hilo del destino del mundo moderno.

La trama de esta historia inició hace un siglo, con el comunismo. Se concertó con la Guerra Fría, se calmó tras la guerra de Vietnam y volvió a avivarse con la llegada de Donald Trump. 

Como si de un deja vu se tratara, la situación ahora parece estar destando lo que muchos analistas catalogan como la aurora de otro conflicto ideológico entre el Occidente y el Oriente.

Si el conflicto en Taiwán se tuviera que dividir en capítulos, esto sería lo que contarían.

Capítulo 1: Finales de la década de los 40

La Guerra Civil en China llevaba años de haber iniciado, se registraban rampantes ataques entre los chinos nacionalistas (que lideraron el gobierno y se ganaron la reputación de autoritarios, corruptos y sujetos a las elites entre la ciudadanía) y el ejército Comunista encabezado por Mao Tse Tung, también conocido como Mao Zedong.

Mao Zedong
Mao Zedong. (Archivo)

Los comunistas fueron exitosos en amasar el apoyo de las poblaciones en la periferia, así como de los estudiantes, intelectuales y el sector trabajador. Tras años de conflicto, el partido de Mao declaró la victoria y en octubre de 1949 fundaron la República Popular China, misma que sigue vigente hoy.

¿Qué pasó con los nacionalistas, despreciados por la ciudadanía tras el triunfo de los comunistas? Fueron despojados de la China continental, enviados a una pequeña isla en la costa sudeste del país: Taiwán.

Capítulo 2: El nuevo significado de Taiwán

Los nacionalistas exiliados se asentaron en la isla, desde donde implementaron su sistema de gobernanza, siempre defendiendo que ellos eran el gobierno legítimo chino. 

Instalaron un gobierno similar al que tenían en China, con jerarquías provinciales, pero también importaron la cultura y las tradiciones; incluso mandaron a traer artefactos históricos de la Ciudad Prohibida para exponer en Taiwán y constatar que allí también vivía y prosperaba la China que dejaron. Su plan era sostener su presencia ahí y prepararse para algún día retomar el poder.

Chiang Kai-shek
Chiang Kai-shek, líder nacionalista exiliado, fue el dictador de Taiwán hasta 1975.

En la China continental, Mao y sus adeptos seguían los acontecimientos encolerizados. Mao fue contundente en categorizar la situación como el resultado de un “asunto pendiente” de la Guerra Civil, la cual no terminaría hasta que se reconquistara Taiwán.

A la vez, muchos países empezaban a reconocer la legitimidad del gobierno Chino asentado en Beijing, salvo uno: Estados Unidos

Los estadounidenses seguían reconociendo a Taiwán como un gobierno legítimo, un hecho que no venía como sorpresa si se toma en cuenta el contexto que atravesaba el mundo en aquel entonces.

La Guerra Fría reforzó la postura de anticomunismo que profesaba EE.UU., el cual estaba sumido en su lucha contra la ideología y el gobierno de la Unión Soviética.

Así se mantuvo la situación durante muchos años, hasta que algo cambió.

Capítulo 3: Un cambio de marcha fuera de la desesperación

La década de los sesenta tuvo varios protagonistas, uno de ellos fue la Guerra en Vietnam. Ahí, el sudeste asiático presenciaba el sangriento conflicto entre EE.UU. y las fuerzas comunistas vietnamesas, las cuales eran respaldadas por los gobiernos de China y de la Unión Soviética.

Guerra de Vietnam
Unas 1,3 millones de personas murieron durante la Guerra de Vietnam. (Archivo; AP, DW)

Para 1971, el panorama se tornaba desalentador para los estadounidenses, de manera que se vieron obligados a tomar acción para revertir su desventaja en una guerra que los ciudadanos de EE.UU. le achacaban cada vez más al gobierno de Richard Nixon.

Nixon consideró que la mejor forma de revertir el tablero a su favor era mejorando sus relaciones con China, también motivado por el potencial que empezaba a mostrar el país y, por lo tanto, por el interés de tener un aliado importante a futuro. El plan de Nixon era establecer una relación diplomática con China con el objetivo de que, a cambio, los chinos retiraran su apoyo a los militantes en Vietnam.

En febrero de 1972, Nixon le estrechaba la mano a Zhou Enlai, el primer ministro chino, en una reunión que pasó a la historia como la primera visita de un mandatario estadounidense a la República Popular China y que también marcó el momento en el cual se reunían los líderes de una de cada tres personas en el mundo.

Richard Nixon y Zhou Enlai
Richard Nixon y Zhou Enlai protagonizan un momento histórico. (AFP)

Empezaron las conversaciones entre ambos países y así se marcó el inicio de un proceso que tardó una década pero que finalmente consolidó las relaciones diplomáticas entre China y EE.UU.

Capítulo 4: El inicio de un triángulo de amor-odio

Era 1979 y el presidente Jimmy Carter anunciaba al mundo que EE.UU. oficialmente reconocía a Beijing como el gobierno legítimo de China.

“Solo hay una China y Taiwán es parte de ella”, manfiestó Carter.

De esta manera, EE.UU cortaba sus relaciones con Taiwán y priorizaba el nuevo ambiente de paz que recién sellaba con China. Sin embargo, la declaración no careció de polémica, ya que fue peligrosamente evasiva. Si bien Carter reconoció la posición de China, no descartaba la existencia de Taiwán.

Capítulo 5: Un jiu-jitzu político

En el mismo año en el que se establecieron las relaciones, algunos legisladores estadounidenses se distanciaron del anuncio de Carter.

Motivados por el “temor” de que esto supusiera represalias militares contra los ciudadanos de Taiwán, el Congreso pasó la Ley de Relaciones de Taiwán. En el texto, los estadounidenses se comprometían a proteger la isla (aunque sin decir, explicitamente, que esto suponía enviar sus fuerzas militares para defenderla), establecieron que EE.UU. podía proporcionarle ciertos tipos de armas al ejército taiwanés y conservar su potestad de protegerla y garantizar que los asuntos en torno a la isla se resolvieran pacíficamente.

Este hecho empezó a trazar una llaga (que hasta ahora no ha dejado de profundizarse) de desconfianza entre el gobierno de China y el gobierno estadounidense, así como entre EE.UU. y Taiwán.

Capítulo 6: Taiwán se convierte en democracia

Para la década de los noventa, muchos de los jerarcas que alguna vez llegaron para afianzar la ideología nacionalista ya habían muerto. 

Taiwán era ahora un país con nuevas generaciones de ciudadanos que habían nacido en la isla, que no habían conocido la China continental y que no tenían interés en reclamarla. La gran mayoría actuaba motivada por el interés de construir un país independiente, ejerciendo la autogobernanza con un sistema político que incluyera la pluralidad política y las elecciones democráticas.

En 1996 se celebraron las primeras elecciones presidenciales democráticas en Taiwán, las cuales fueron precedidas y seguidas por ataques de misiles balísticos en sus zonas marítimas por parte del gobierno de Beijing. Estados Unidos no tardó en sumarse al intercambio, y envió flotas de barcos de guerra a las aguas taiwanesas para mostrar su apoyo.

Sin saberlo, se sumían en un conflicto con un patrón que no dejaría de repetirse: la reacción de China mediante ejercicios y presencia militares, y la respuesta de las fuerzas armadas en EE.UU. en los alrededores de la isla.

Capítulo 7: Un nuevo líder y una tensión efervecente

La sensación de un conflicto imminente en esa región del mundo aumentó con el paso de los años, especialmente con la llegada al poder de un líder más agresivo en 2012: Xi Jinping, el actual mandatario chino. Jinping no dudó en hacer pública su opinión en torno al “tema de Taiwán”, y sugirió en más de una ocasión que su mandato procuraría tomar decisiones decisivas para darle fin al conflicto.

La situación empeoró con la llegada de Donald Trump, quien llegó al poder en medio de discursos sobre su postura anti-China. El gobierno de Trump tomó una posición más asertiva contra el país asiático y enmarcó las relaciones entre ambos países dentro de un entorno competitivo que no daba lugar a las colaboraciones.

Así las cosas, ambos países se tornaron más agresivos.

Joe Biden llegó al poder y continuó con la asertividad establecida por su predecesor. Desde el inicio de su mandato, ya se ha pronunciado en al menos cuatro ocasiones sobre su disposición de salir en defensa de Taiwán en caso de que China decida tomar acciones militares.

Capítulo 8: Una fijación sin precedentes motivada por intereses

Los intereses de EE.UU. en Taiwán son cada vez más visibles. Primero, porque la isla es un punto estratégico importante para contener militarmente a China y evitar sus avances hacia las islas del Pacífico Sur asiático.

Segundo, por la importancia de Taiwán en la economía global como el país que tiene la industria más grande de semiconductores en el mundo. Los semiconductores, o chips, son utilizados ampliamente para fabricar desde electrodomésticos y hasta los sistemas militares más avanzados con los que opera actualmente el ejército de EE.UU.

Ha pasado a convertirse, a todas luces, en una batalla de superpotencias por el poder económico y militar; en la situación cuyo desenlace marcará el destino del mundo moderno. Agentes diplomáticos estadounidenses incluso han especulado públicamente sobre la posibilidad de que desencadene una guerra entre China y EE.UU. en un futuro cercano.

Capítulo 9: La paz sobre una cuerda floja

Pese a las tensiones, todas las partes se han asegurado de mantenerse en línea: envían buques, pero no disparan; hacen ejercicios militares, pero nunca dan el siguiente paso.

Naturalmente, Taiwán no quiere una guerra. El país de 23 millones de habitantes se ha convertido en un estado próspero, democrático y, sobre todo, prudente en cuanto a sus decisiones con el objetivo de mantener la paz. 

Lo han conseguido hasta ahora, pero los últimos desencuentros y todas las futuras discrepancias que vengan no dejarán de recordar, con cada vez más contundencia, sobre la amenaza y el devastador desenlace que espera, iminente, al más sutil giro en la trama.