10 de enero de 2022, 9:00 AM

Carlos Aguirre / Consultor Desarrollo Humano Estratégico.

Un nuevo año: 365 días para regalarnos nuestra mejor versión, esa que aún no hemos mostrado, esa que algunos no conocen de nosotros mismos.

Hojas en blanco donde podemos escribir lo que queramos de nosotros mismos. Es bueno contar con esta inspiración que se nos da durante los inicios de año, pero debemos también poseer el valor de la constancia no solo el primer mes, sino hasta el último suspiro del próximo 31 de diciembre.

Desconocemos cómo será el año, lo que traerá, lo que pasará y las muchas situaciones que no podremos controlar, como la COVID-19 y sus diferentes variantes; tampoco nos es posible adivinar lo que sucederá. Lo único que podemos hacer es estar preparados con una determinación inquebrantable. Somos los actores de nuestra propia vida, somos quienes podemos determinar de qué lado vamos a estar: vemos las cosas pasar o hacemos que las cosas pasen. Si queremos que este 2022 sea diferente al 2021, pues tenemos que hacer lo que nunca hemos hecho.

Lo lejos que podamos llegar está determinado por la dosis de actitud con la que estamos dispuestos a enfrentar un nuevo reto. Para ilustrar este tema, quiero contar un poco sobre los palmareses de un tenista: Rafael Nadal Parera, un tenista profesional español considerado como uno de los mejores de toda la historia y el mejor de todos los tiempos en pistas de tierra batida. Hasta la fecha, él ha sido campeón de veinte torneos de Grand Slam, convirtiéndose, junto con el suizo Roger Federer y el serbio Novak Djokovic, en el más laureado de toda la historia del tenis masculino.

Él es el tenista masculino más joven de la historia en conseguir los cuatro Grand Slam y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos, logro únicamente compartido con el estadounidense Andre Agassi. Además del serbio
Novak Djokovic, Nadal es el único tenista masculino que ha sido capaz de ganar tres Grand Slams en tres superficies distintas durante un mismo año (2010); el tenista que más veces ha ganado, desde el comienzo de la era abierta, un mismo torneo de Grand Slam y Masters; y el primero en ganar —como mínimo— un título de Grand Slam en diez temporadas consecutivas (desde 2005 hasta 2014). Él es también uno de los tres tenistas (junto al sueco Mats Wilander y el serbio 
Novak Djokovic) que ha ganado al menos dos Grand Slams en tres superficies distintas durante la era abierta: hierba, pista dura y tierra batida.

Sin embargo, Rafael Nadal no hizo esto solo con su talento; el talento sin disciplina es inútil y existen muchos ejemplos de ello. Por su parte, Nadal tomaba cada día de sus 310 días de entrenamiento, como una final y, debido a esto, llegaba siempre preparado para la competencia, aunque se tratara solo de un entrenamiento. Al saber que tenía cincuenta partidos al año, él se propuso asumir cada entrenamiento como una final y así estar preparado para las pocas veces que competía de forma oficial. Nadal hace todo con su mano derecha, menos jugar al tenis; una pregunta curiosa sería qué hubiera pasado si él jugara con la mano de su brazo más fuerte.

La mejora es siempre necesaria, pero además es posible de hacer. Tenemos que llegar al final de un nuevo año con la tranquilidad de haberlo dado todo y algo más, ya que lo mismo del 2021 no nos va a alcanzar para este nuevo año. Es fundamental acostumbrase a dar lo máximo para al final no tener que arrepentirse, ya que con eso no logramos nada.