21 de febrero de 2022, 8:00 AM

Carlos Aguirre / Consultor Desarrollo Humano Estratégico.

Varios años antes de que ganara el oro en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, el nadador olímpico, Michael Phelps, seguía la misma rutina en cada competencia: llegaba dos horas antes. Él estiraba y aflojaba siguiendo un patrón preciso: ochocientos metros combinados, cincuenta metros libres, seiscientos de patada con tabla, cuatrocientos con pull buoy, entre otros ejercicios establecidos que completaba con una disciplina admirable.

Después del calentamiento, Phelps se secaba, se ponía sus audífonos y se sentaba —nunca se acostaba— en la mesa de masajes. A partir de ese momento, él y su entrenador, Bob Bowman, no intercambiaban ni una sola palabra más hasta que terminaba la competencia.

Cuando faltaban cuarenta y cinco minutos para la competencia, Phelps se ponía su traje de baño especial. Treinta minutos antes de comenzar, él se metía a la piscina de calentamiento y nadaba entre seiscientos y ochocientos metros y, durante los diez minutos previos al evento, caminaba a la sala de espera y buscaba un asiento aislado, siempre a solas. Le gustaba apartar los asientos que quedaban a ambos lados del suyo para sus cosas, los goggles de un lado y su toalla del otro.

Al momento de la competencia, Phelps caminaba hacia los bloques de salida. Ahí, hacía lo de siempre: dos estiramientos, primero uno sin flexionar las rodillas y después otro con una rodilla flexionada. Siempre la pierna izquierda primero. Luego, él se quitaba el audífono derecho y, cuando decían su nombre, se quitaba el izquierdo. Seguidamente, Phelps se subía al bloque de salida, siempre por el lado izquierdo, y, en cada ocasión, secaba el bloque. Después, se paraba y balanceaba los brazos de tal manera que sus manos golpearan su espalda. Phelps explicaba: “Es tan solo una rutina. Mi rutina. Es la rutina que he seguido durante toda mi vida. No la voy a cambiar”.

Su entrenador, Bob Bowman, diseñó esta rutina física con Phelps. Sin embargo, esto no es todo, también le dio a Phelps una rutina sobre la cual pensar antes de dormir y justo al despertar. Lo llamaba “Mirar el video”.  No había un video como tal, por supuesto. La “cinta” era una visualización de la competencia perfecta. Con exquisitos detalles y en cámara lenta, Phelps visualizaba cada momento desde su posición de salida arriba del bloque, siguiendo cada brazada, hasta que emergía de la piscina olímpica, victorioso, con el agua escurriéndole por la cara.

Durante años, Phelps no siguió esta rutina ocasionalmente, sino todas las noches antes de irse a dormir y todas las mañanas cuando se despertaba. Cuando Bob quería desafiarlo en las prácticas, le gritaba: “¡Enciende el video!” y Phelps se esforzaba más allá de sus límites. Llegó un momento en que dicha rutina mental estaba tan profundamente arraigada que, antes de la competencia, Bob apenas tenía que susurrar la frase “Ten listo el video”. Phelps siempre estaba listo para “presionar el botón de play.

Por lo tanto, de esta anécdota, surgen puntos clave que sirven de inspiración para todo aquel que esté buscando obtener un resultado. Los cito a continuación:

  • Ganar es una extensión natural. Como todos sabemos, Phelps ganó el récord de ocho medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
  • Esta ejecución es una cuestión de esfuerzo puro y en solitario. Usted trabaja para que el logro se dé. Presiona para que suceda.
  • Los campeones no salen de la nada, no se dan por casualidad, sino que es el esfuerzo y las buenas rutinas los que llevan a que este talento disciplinado rinda los frutos esperados.
  • ¿Ya tiene listo su play para iniciar?
  • ¿Qué visualiza para este día, para esta semana y para este año? Recuerde que esto no llega de la nada.

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