11 de enero de 2021, 9:00 AM

Carlos Aguirre / Consultor Desarrollo Humano Estratégico

Popularmente, se dice que las oportunidades llegan una sola vez en la vida, por ende, no se deben dejar pasar. Pese a ello, en la práctica, no siempre respondemos a ese llamado. Con frecuencia, las personas perdemos de vista el norte y nos olvidamos de vivir el momento. Ese que, según nos advierten, podría no volver.


Derivada de la corriente psicológica humanística-existencial, la Psicoterapia Gestalt encuentra en la vivencia del “aquí y ahora” uno de sus principales conceptos. De ahí, en parte, la tendencia actual de centrar la experiencia de la persona en la acción presente. En un torneo de fútbol −para muchos− el juego representa eso: un momento, una oportunidad tangible de hacer historia.


Las circunstancias de un partido de fútbol pueden variar tantas veces como varíe el oponente; lo que no puede cambiar es la actitud con la que se sale al campo de juego, indistintamente de cuál sea la posición del jugador. La pérdida de actitud trae como consecuencia que las grandes hazañas se conviertan en cosa de un día.


Consiguientemente, en los equipos de alto rendimiento, la constancia es un valor imperante e innegociable, su lema es: “Si hoy entrenamos bien, mañana también; si hoy jugamos bien, mañana también”. Esta, por tanto, se vuelve un componente esencial de cada uno de sus miembros y, cuando se tiene la oportunidad de representar a todo un país, se maximiza. Contrario a lo que podría pensarse, aprovechan las circunstancias adversas para descubrir nuevas tácticas, nuevos talentos…nuevas formas de hacer las cosas.


Ser constantes no nos asegura resultados positivos, pero sí la satisfacción de haber luchado por lo que anhelábamos.


“Si hoy entrenamos bien, mañana también; si hoy jugamos bien, mañana también”


La razón fundamental por la cual los equipos deportivos trabajan cobijados por ese valor es que lo reconocen pieza clave del éxito. Ser constantes significa luchar con fuerzas renovadas siempre. Ahora bien, surge la interrogante: ¿habrá algo que nos avise cuando estemos dejando de serlo?


Efectivamente, la falta de constancia se palpa cuando, después de lograr resultados extraordinarios, de ocupar primeros puestos, podemos −sin razón aparente− “pasarla bien” ocupando segundos lugares. Ganar implica −en buena medida− aprender a perder; sin embargo, hay algo que no se puede perder nunca: el impulso ganador.

Ser competitivo no tiene que ver únicamente con el afán de ganar, más bien, significa que podemos luchar por reencontrarnos con la pasión de esas primeras ganas que nos inspiraron a conquistar el éxito.


Ser constantes significa luchar con fuerzas


En las empresas, pese a que no son un campo de fútbol, aplica el mismo principio. Debemos estar dispuestos a ponernos la camiseta, que por decisión propia hemos elegido, y honrarla. Para ello, se requiere una buena dosis de constancia que nos permita entregarnos al máximo no solo porque la empresa lo requiere para la consecución de sus metas, sino también porque así es como se dignifica el puesto asumido, sea cual sea este, es la huella personal que se le imprime.


Sin importar cuán grandes o cuán pequeñas sean, la mayoría de organizaciones −en la actualidad− apuesta por darle un lugar de privilegio a este valor. Considerada la fuente para el ejercicio de un liderazgo sostenible, doña Constancia se señorea por sus pasillos.

Entonces, volviendo al principio gestáltico, cuando esté en el campo de juego, ¡juegue!