17 de agosto de 2022, 9:00 AM

Carlos Aguirre / Consultor Desarrollo Humano Estratégico.

En la historia de la humanidad, cada época ha traído consigo sus propios retos. La contemporánea no es la excepción. Vivimos tiempos complejos, caracterizados por un vórtice de continuos y vertiginosos cambios. Estos traspasan todas las esferas del quehacer humano: global, social, económica, cultural, familiar, individual, laboral, entre otras.  

Consecuentemente, se podría afirmar que nos encontramos ante tres constantes: crisis, cambio y complejidad. El mundo empresarial, por tanto, respondiendo a esas tres "C", debe ser todo lo versátil para reinventarse continuamente; esto significa que las personas que laboran para una empresa también están ante la imperiosa necesidad de contar con las competencias profesionales que demanda esta realidad.

La profundidad y complejidad de la crisis pone en evidencia otro tipo de situaciones, como, por ejemplo, cuáles son los ambientes laborales propicios para hacerle frente a la multiplicidad de factores derivados de esos entornos, cuáles son los atributos personales y profesionales requeridos por quienes conforman el entramado organizacional. 

Es un hecho que la organización encuentra su sentido en el trabajo grupal, no obstante, este no podría jamás borrar la unicidad de la persona. Se trabaja en un equipo con todo lo que se es como persona y como profesional, no son excluyentes. Existen, eso sí, mitos al respecto; es decir, durante mucho tiempo se han divulgado mandatos de índole determinista, tal es el caso de aquel que reza que "los problemas personales se quedan en el momento de cruzar la puerta de la oficina", como si la vida de una persona fuese una especie de vestimenta que se pone y se quita.

Siempre en esa línea de ideas, lo cierto es que existe un imperativo: el esfuerzo planificado, coordinado y dirigido a la consecución de producir un bien o servicio, en fin, una tarea común. En este sentido, nos encontramos ante épocas altamente tensas para las organizaciones que no siempre consiguen alinearse con esos requerimientos. La distribución del trabajo sigue siendo un asunto limitante, pues esta implica, a su vez, la diferenciación de capacidades; algo un tanto confuso en ámbitos donde la persona no siempre cuenta.

Las grandes compañías ya han descubierto el camino que conduce al éxito, saben que la palabra clave para que sus colaboradores generen niveles importantes de productividad es el "bienestar", dicho de otra forma, deben estar bien para dar de sí mismos lo mejor. Ahora bien, ese estado se consigue mediante una tríada que no abunda en el mundo empresarial: a) la persona cuenta, se siente parte de la corporación; b) está ubicada en una posición correcta, según sus intereses y capacidades, de manera que puede aportar; c) sabe que su contribución es validada, reconocida y valiosa para alguien más.  

En general, ¿qué caracteriza, entonces, al mundo corporativo? Según mi experiencia, los climas laborales están cada vez más deteriorados, la constante es el estrés laboral, un hecho que se ha normalizado a tal punto que, incluso, se inscribe como requisito para ser contratado, bajo la leyenda de "saber trabajar bajo presión". Paradójicamente, las personas, cuando acuden a una entrevista, consideran que deben cumplir con ese "atributo" y, sencillamente, lo adoptan, de manera que llega a formar parte de su curriculum vitae.

La otra constante en las empresas es la mal comprendida cultura de competencia, que no es lo mismo que vocación. ¿En qué momento se pasó de una cualidad tan básica y natural a otra tan artificial y forzada? Es verdad, sin demanda no hay oferta que valga, en cierto modo, así se teje la dinámica; pero es muy diferente pedirle a una persona vocación de servicio sobre todo en un mundo que lo que vende es eso, servicios a pedirle que compita insanamente por un lugar, sea por el suyo en la empresa o por el de la empresa en el mercado.

Esa competencia voraz está sumiendo a las personas en un estado contrario al que se necesita para conseguir ese bienestar que antes mencionaba. 

Hay un punto medular aquí: si bien las organizaciones son instancias inertes, están conformadas por personas. No es casualidad que estas sean comparadas por varios autores con organismos vivos. Ahora, ¿cuál es la principal característica de un organismo viviente? Ciertamente, no es la competencia, todo lo contrario, es la colaboración. En nuestro cuerpo, todos los órganos colaboran entre sí para que el organismo funcione como debe. Cuando ocurre lo contrario, nos encontramos ante alteraciones serias de salud.

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