POR Sebastián Durango | 9 de diciembre de 2025, 18:55 PM

Escazú vuelve a iluminarse en diciembre. Las luces, los villancicos y el ambiente festivo encuentran, entre tanta decoración, a un personaje que ya forma parte del paisaje emocional del cantón: Edwin Guadamuz, conserje de oficio y duende navideño por vocación. Cada año, en estas fechas, deja a un lado el uniforme y aparece con un traje verde reluciente, una sonrisa amplia y un gorro que suena al ritmo de sus pasos.

Edwin recorre el parque como si lo conociera desde siempre, saludando a todos, regalando una palabra amable y contagiando un entusiasmo que rara vez se ve en medio de la prisa cotidiana. Su manera de tocar el güiro, acompañada de un baile espontáneo, convierte la tarde en una celebración improvisada donde nadie se siente ajeno.

Tiene, además, una habilidad que los niños esperan con paciencia: la de crear figuras de globos que parecen surgir casi sin esfuerzo. Un perro, una espada, una flor. Cualquier forma se transforma en un regalo que los pequeños reciben con los ojos brillantes, como si él tuviera la capacidad de convertir la simpleza en algo memorable.

Los vecinos coinciden en lo mismo: diciembre en Escazú no sería igual sin este duende que llega cada año con su energía, su cercanía y ese espíritu navideño que no necesita artificios. Edwin, con su estilo sencillo y su entrega sincera, recuerda que la Navidad vive en esos gestos que parecen pequeños, pero que dejan una marca duradera en quienes los reciben.

Puede repasar la historia completa en el video disponible en la portada del artículo.

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