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Un siglo de vida que camina sin prisa: la historia de Efraín Alfaro
En Barva, su energía diaria y su mirada agradecida convierten sus 100 años en un testimonio de serenidad y amor por las cosas simples.
A don Arnoldo Aguilar le brillan los ojos cuando habla de sus historias. Es un brillo que no concede al tiempo la autoridad de apagarlo. Nació un 9 de noviembre y, a los 103 años, conserva la lucidez, la memoria y ese entusiasmo tenaz de quien se rehúsa a dejar que un día pase sin aprender algo. Sin proponérselo, se ha convertido también en uno de los usuarios de Facebook más longevos de Costa Rica, y quizá el más constante.
Mientras muchos apenas comienzan la mañana, él ya está frente a su computadora. Escribe con la disciplina de quien sabe que cada día es irrepetible. Comparte anécdotas, recuerdos, pensamientos y consejos cargados de humor suave y cariño, pequeños fragmentos de vida que cientos de personas esperan como un ritual cotidiano. En su muro, la nostalgia nunca pesa: conversa, respira, se vuelve compañía.
Entre los recuerdos que guarda con más cuidado está la historia de amor con su esposa. La conoció cuando ella era apenas una niña en el barrio de Cartago. “Ahí nació el amor a primera vista”, cuenta, con la sonrisa de quien todavía la mira. Fueron amigos, después pareja y, más tarde, un hogar construido a fuerza de cariño. Él conserva retratos que dibujó y pintó para honrar a la mujer que fue su compañera de vida. Es su forma de volver a verla cada día.
Su vida laboral también dejó huellas. Fue operario y luego oficinista en la estación del ferrocarril al Atlántico, un sitio que lo vinculó con épocas, personajes y paisajes que hoy pertenecen a la memoria del país. Habla de su recorrido como quien repasa un camino amable, lleno de oportunidades para agradecer, reír y aprender. Y eso, justamente eso, es lo que transforma en letras cuando escribe.
A pesar de su edad, don Arnoldo se mueve con soltura en la tecnología. Facebook es su casa abierta: escribe, responde, conversa, celebra. Su constancia asombra. Todos los días publica algo nuevo, una reflexión mínima o un recuerdo grande. Siempre encuentra algo que vale la pena contar.
Para muchos, don Arnoldo no es solo un ejemplo de longevidad, sino de actitud. En cada línea demuestra que nunca es tarde para aprender, para reír, para recordar o para dejar huella. A sus 103 años sigue escribiendo la vida (literales y metafóricas) con la misma pasión de siempre.
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