Melvin Rodríguez, un hombre de campo, trabajo y tradición
Su rostro curtido por el sol y sus manos fuertes, que parecen estar hechas de la misma tierra que trabaja, son el reflejo de una vida dedicada al cultivo de alimentos.
Melvin Rodríguez Rojas sigue siendo una figura incansable en los campos de Pueblo Nuevo, una pequeña comunidad de Zarcero donde el sol, la lluvia y el viento parecen ser sus compañeros de trabajo.
Desde joven, la vida de Rodríguez ha estado marcada por el esfuerzo constante, la dedicación a la tierra y una tradición familiar de trabajo agrícola que le ha sido transmitida de generación en generación. Su rostro curtido por el sol y sus manos fuertes, que parecen estar hechas de la misma tierra que trabaja, son el reflejo de una vida dedicada al cultivo de alimentos (ver historia completa en el video adjunto).
Melvin es un hombre de campo, un agricultor que, a lo largo de toda su vida, ha puesto su empeño en la producción de tomate, repollo y una variedad de legumbres que abastecen no solo los mercados locales, sino también muchas familias que dependen de sus cultivos frescos y de calidad. Para él, el campo no es solo un trabajo, es una misión, una forma de honrar a su familia y a la tradición de generación en generación.
“Desde que era niño me enseñaron que la tierra es nuestra aliada, que no hay nada más gratificante que trabajarla y ver cómo lo que siembras crece y se convierte en alimento. Es un esfuerzo constante, pero para mí es lo más hermoso que hay”, comenta mientras pasa la mano por sus cabellos, ya salpicados de canas, pero con una mirada llena de determinación.
Para él, el día comienza antes del amanecer. Las primeras horas son las más productivas, cuando el aire fresco y la tranquilidad del campo permiten avanzar con las tareas más arduas: sembrar, regar, cosechar. Aunque los días son largos y el trabajo no termina nunca, Melvin nunca ha pensado en abandonar lo que considera su vocación.
“Para nosotros, el campo es un estilo de vida, no es solo una forma de ganar dinero. Es un legado, una tradición que mi padre me enseñó y que quiero pasarle a mis hijos. No hay mayor satisfacción que ver los frutos de tu trabajo”, señala, mientras observa su campo de tomates, cuyas plantas, robustas y llenas de frutos rojos, dan testimonio de su dedicación.