5 de septiembre de 2022, 8:00 AM

Dr. Alexander López/ Académico de la Universidad Nacional. 

¿Es Turquía parte del retorno de los grandes imperios a la política mundial? Aún con sus problemas económicos actuales, Turquía ha venido consolidándose como un poder emergente, dentro de la dinámica de lo que se puede llamar el retorno de los imperios al primer plano de la política mundial, algo que atestiguamos con la creciente aspiración bajo el gobierno de Erdogan en convertirse en una versión neo-otomana del imperio. En esa línea, el actual rol de Turquía como interlocutor válido para ambas partes en la guerra en Ucrania muestra sin ninguna duda el creciente role turco como un poder regional con una influencia sustantiva en su esfera geográfica inmediata. De manera un poco extraña, la política exterior costarricense ha prestado muy poca atención a ese creciente papel turco en la dinámica global, algo muy propio de la visión en exceso occidentalizada de quienes deben gestionar nuestra acción externa.

Uno de los elementos centrales que apoya esta aspiración turca en convertirse en un actor líder, regionalmente y con aspiraciones globales, radica en su posición geográfica, al ser Turquía un puente entre Europa y Asia, entre el Occidente y Oriente, ejerciendo una importante influencia en el Cáucaso, Asia Central, el Mediterráneo y el Medio Oriente. Su control sobre los estrechos de Dardanelos y el Bósforo, le permiten igualmente controlar los accesos al Mar Negro y el de Aegean. Esa ubicación privilegiada hace que, por ejemplo, Turkish Airline en sus vuelos siempre anuncie como la aerolínea con más destinos internacionales en el mundo, y en efecto lo es con más de 120 países cubiertos. En esa misma línea, el nuevo aeropuerto de Estambul, diseñado por área como el mayor del mundo, representa también ese deseo turco de ser percibido como un poder emergente.

Desde su fundación como república en 1923, Turquía propició un relacionamiento estratégico con Occidente, como parte de su visión de ser un estado secular y moderno. Sin embargo, desde la llegada del presidente Erdogan y su partido Justicia y Desarrollo, Turquía ha dado un giro y se ha convertido en una especie de agente libre o lo que se denomina en relaciones internacionales “swing state”, a la vez que ha reafirmado la tradición islámica derivada del imperio Otomano, ese giro fundamentalmente debe ser entendido como un esfuerzo de Erdogan y su partido por ubicar a Turquía como un poder en sí mismo dentro del concierto de naciones.

Esa connotación de “swing state” desde luego no está libre de problema para Turquía, especialmente en su relación con occidente, la cual bajo el gobierno de Erdogan no ha sido fácil a pesar de pertenecer a la Alianza del Atlántico Norte (OTAN) y de presentarse como el país “puente” entre occidente y oriente. Es así como el acceso a la Unión Europea, un objetivo estratégico turco, ha sido bloqueado constantemente, entre otras cosas, por los argumentos de violación de los derechos humanos, infringir reglas del juego democrático y por el tema de Grecia y el conflicto en Chipre, además la crisis de los refugiados sirios del 2015 terminó de empeorar esa relación, así como la establecida por Washington con los kurdos en Siria en el 2014.

Turquía, en una forma de equilibrar lo anterior, ha diseñado su política exterior con el lema de “cero problemas”, lo cual a su vez le ha permitido también ampliar su influencia en lo que era el espacio soviético en el contexto de la guerra fría, es decir, el Cáucaso y Asia Central. Además, ha establecido una cercana relación con Ucrania, lo que ha generado una alianza triangular con Georgia y Azerbaiyán, sin embargo, la relación con Armenia sigue siendo difícil. Esta expansión de su influencia, desde luego, no está libre de costos, y en ese sentido Rusia, con quien comparte fronteras en el Mar Negro, ve con mucha cautela los movimientos turcos.

En términos de su rol histórico como “puente” entre occidente y oriente, hay dos eventos que le han permitido seguir jugando ese papel. Primero, El conflicto en Ucrania le ha dado de nuevo a Turquía la posibilidad de tener ese role, sin embargo, el mantener este equilibrio es cada día más difícil. El involucramiento directo de Turquía en el acuerdo para la exportación de granos desde Ucrania, así como su mediación para un alto al fuego, han demostrado que Turquía aún juega un rol fundamental en los equilibrios regionales. Se debe recordar el importante rol como mediador en las conversaciones entre el canciller ucraniano y el ruso, sostenidas en marzo de este año.

El segundo evento se refiere a las retiradas de las tropas estadounidenses de Afganistán y la toma del poder por los Talibanes. Turquía tiene un importante canal con los Talibanes y en general geográficamente esta área se conecta con Asia Central, zona de influencia Soviética y China, de la cual occidente ha estado mayormente excluida, de ahí nuevamente la importancia de Turquía.

El “poder duro” derivado de su posición geoestratégica es complementado por el poder “blando” turco que ha venido creciendo en los últimos años. Los productos turcos, la televisión, especialmente las telenovelas y la asistencia al desarrollo por medio de la agencia de cooperación turca (TIKA) se ha incrementado en los últimos años. Las universidades turcas están ahora bien establecidas, las empresas constructoras están reconstruyendo partes de Georgia en el Cáucaso, los bancos turcos dominan el sector financiero en Bosnia, las marcas turcas tienen una enorme presencia en Egipto, Irak y Siria. En general, en el Cáucaso, en Medio Oriente y en los Balcanes, las películas y telenovelas turcas son vistas regularmente, todo ello contribuye a expandir la visión turca del mundo y su rol como poder regional.

Esta combinación del poder duro con el poder blando, su posición geográfica, su pasado imperial y su capacidad de interlocución con oriente y occidente lo hacen un país con enormes posibilidades de influenciar la agenda global, y por ello, la política exterior costarricense debería entender esto, para claramente prestar una mayor atención y tener un relacionamiento más estratégico con Turquía como actor que influencia de manera importante la agenda regional y con aspiraciones de hacer lo mismo globalmente.