7 de marzo de 2024, 8:30 AM

Dr. Alexánder López / Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica.​

La recién finalizada Conferencia de las Partes #28 (COP) en los Emiratos Árabes Unidos, Dubai, marcó un punto de inflexión en la denominada transición energética, ya que, por primera vez, después de casi 30 años de negociaciones climáticas en el marco de las Naciones Unidas, existe una mención explícita de los combustibles fósiles como causa de la crisis climática y la necesidad de dejarlos atrás.

Lo anterior no es poca cosa, pues plantea una reconceptualización del modelo de desarrollo y, por tanto, genera nuevos escenarios con ganadores y perdedores.

La COP 28 había generado una alta expectativa hacia una decisión de gran trascendencia, principalmente debido a un hito histórico: la presentación del primer Balance Mundial. Se trata de un control de temperatura quinquenal diseñado como parte vital del Acuerdo de París. 

Las principales conclusiones técnicas que surgen del balance no son información nueva, pues se sabe que el mundo está muy lejos de cumplir las metas planteadas en el Acuerdo de París; las naciones no están preparadas para los peligros climáticos, los países desarrollados no están brindando suficiente apoyo a los países en desarrollo y la ventana para un cambio significativo se está cerrando.

No obstante, este tipo de control funciona como un punto de partida para decisiones más ambiciosas en la Conferencia y posteriores compromisos como las próximas Contribuciones Nacionalmente Determinadas (CDN) y negociaciones de financiamiento climático de 2024-2025.

El punto medular derivado de la COP 28, en la discusión sobre la transición energética, desprende los principales aspectos:

  • Llevar a cabo una transición que deje atrás (transitioning away) los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de forma justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crucial.
  • Triplicar la capacidad mundial en energías renovables y duplicar la tasa media anual de mejora de la eficiencia energética a nivel mundial de aquí a 2030.
  • Acelerar el despliegue de tecnologías de emisión cero o de bajas emisiones de carbono.
  • Acelerar los esfuerzos dirigidos a reducir gradualmente la producción de energía a partir del carbón sin medidas de mitigación.
  • Acelerar los esfuerzos desplegados a nivel mundial para implantar sistemas energéticos con un cero neto en emisiones […] para mediados de siglo o mucho antes de esa fecha.
  • Eliminar progresivamente, lo antes posible, las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles que no estén dirigidas a reducir la pobreza energética ni a favorecer las transiciones justas.

La contribución “histórica” de este evento se debe a que, por primera vez, después de casi 30 años de negociaciones climáticas en el marco de las Naciones Unidas, existe una mención explícita de los combustibles fósiles como causa de la crisis climática y la necesidad de dejarlos atrás. Sin embargo, los lobistas de combustibles fósiles y otros Estados interesados en el mantenimiento del status quo, han logrado generar fisuras legales en el texto que enlentecen la transición y colocan las tecnologías de captura de carbono como alternativa a la erradicación de uso de combustible fósil.

Por ejemplo, la frase abandono de los combustibles fósiles (phase out) ha sido excluida del texto y reemplazada por transición que los deje atrás [transitioning away], lo cual genera dudas relacionadas con la velocidad de transición energética. Además, si bien existe la meta de triplicar las energías renovables, no se ha logrado establecer una base de referencia cuantificable que evite a los Estados elegir la base anual que les funcione según sus ambiciones. En resumen, si bien existe un avance significativo que renueva y urge la transición energética, las necesidades actuales son tan altas que lo “histórico” vuelve a quedarse corto.

Es posible afirmar que las energías renovables están para quedarse, la problemática actual radica en si se va a lograr el reemplazo con la velocidad necesaria para reducir los efectos catastróficos del cambio climático. 

Asimismo, otro reto implica lograr lo que se necesita con lo que se tiene: si se propone la meta de triplicar energías renovables y dejar atrás los combustibles fósiles, las condiciones necesarias deben ser aportadas de manera simultánea. Esto implica mayor inversión en nuevas tecnologías, financiamiento climático para Estados en desarrollo que no ponga en jeque sus economías, compromisos ambiciosos por parte de los mayores emisores y, sobre todo, inversión.

Uno de los grandes retos de esta transición energética es el financiamiento, mayores fondos deben ser movilizados para Estados en desarrollo enfocados en transición energética, sin dejar de lado otras necesidades urgentes como adaptación, este será uno de los grandes retos a abordar en la COP 20 a celebrarse a finales de este 2024.

 La COP29 se prevé como un evento de gran complejidad. La designación de Azerbaiyán como país anfitrión vuelve a situar a un Estado petrolero en la presidencia. Entre los temas prioritarios destaca el desarrollo de una hoja ruta para los compromisos de mitigación logrados en la COP28, entre los que se encuentra triplicar las energías renovables para 2030.

No obstante, el centro de las negociaciones se mantendrá en la temática de financiamiento climático. Se estima que los países en desarrollo (excluyendo a China) necesitarán una inversión climática anual de 2.4 billones de dólares para 2030, mientras que los países desarrollados aún enfrentan dificultades para alcanzar la meta actual de 100.000 millones de dólares anuales.

Teniendo en cuenta que este compromiso expira en 2025, las negociaciones en la COP29 serán cruciales para aumentar acordar la nueva meta colectiva cuantificada sobre el financiamiento climático (NCQG). El cumplimiento de los compromisos energéticos depende en gran medida de lo que logre negociarse en Bakú.

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