24 de abril de 2023, 20:17 PM

Dr. Alexander López/ Académico de la Universidad Nacional. 

La reciente visita del canciller ruso Lavrov a América Latina demuestra que la región sigue siendo un objetivo estratégico para el gobierno de Putin, pero no por las razones que algunos piensan (amenazar el liderazgo estadounidense en la región), sino como un acto de consumo interno para reforzar la posición de Putin frente a su población meta: los rusos.

Paso a explicar, la cooperación militar rusa con países como Nicaragua no aspira a construir una enorme presencia militar en la región, Moscú no tiene los recursos para mantener una operación de este tipo en el largo plazo para amenazar a los Estados Unidos, ni esa es la finalidad para Putin, el principal objetivo estratégico es generar una imagen de que Rusia vuelve a ser grande, de esa forma, utilizar toda la proyección internacional que puede para demostrar frente a sus ciudadanos, que el país sigue tendiendo influencia en el mundo, desde luego haciendo uso los medios de comunicación, que él controla en su gran mayoría para difundir esa idea. 

Por tanto, no es de extrañar que una visita del canciller ruso a un país de poca o nula importancia en el escenario internacional, como lo es Nicaragua, tenga tanta cobertura en los medios de comunicación rusos.

No deberían extrañar las palabras de Daniel Ortega señalando que se está viviendo la tercera guerra mundial porque, según él, son los Estados Unidos y Europa los que quieren desaparecer a Rusia, lo anterior guarda relación con el objetivo estratégico de Putin, es decir, la idea de que existe un enemigo externo y eso le permite una vez más aglutinar a su población meta: los rusos.

Otro aspecto importante es que, a diferencia de la Guerra Fría, la nueva aproximación rusa también está basada en el apoyo político mutuo en momentos de dificultades internas o externas, como es el caso de la invasión a Ucrania para los rusos, o la situación interna para Cuba, Nicaragua o Venezuela. 

En el caso de estos países, es claro que todos se benefician de no hacer preguntas incómodas, los países latinoamericanos saben que Rusia nunca preguntará sobre las violaciones de los derechos humanos o los abusos de poder, al mismo tiempo Rusia sabe que los países de esta región tampoco preguntarán por la manera que Putin conduce sus asuntos internos y externos.

Un factor que es considerable mencionar es que la proximidad geográfica de América Latina con Rusia hace que esta región sea aún más relevante, pues le demuestra a su público meta que es capaz de desafiar al poder imperante a pocos kilómetros de distancia, es decir, si la OTAN lo hace con su alianza hacia el este europeo amenazando las fronteras rusas, “nosotros también podemos hacerlo en América Latina”, esta es la lógica que vende Putin y los medios controlados por él.

La presencia rusa se ha incrementado por medio de tres mecanismos: venta de equipo militar, comercio y apoyo político. Desde que Vladímir Putin regreso al poder en el 2012, se ha esforzado por fortalecer estas relaciones como una manera de demostrar que el mundo no es unipolar, sino multipolar, y de ahí también se explica su vinculación con los BRICS y la necesidad de potenciar su relación con Brasil. El proyectar la idea de un mundo multipolar dentro del cual Rusia juegue un papel central es la idea de fondo de la Rusia de Putin, es decir, hacer de nuevo grande a Rusia como en los tiempos de Catalina la Grande.

Para lo anterior, la alianza con China en el contexto latinoamericano es fundamental, ya que la influencia China en la región ha venido incrementándose enormemente en los últimos años, a tal punto que, para Brasil, el gigante de América Latina, China es su principal socio comercial. A pesar de que los Estados Unidos siguen siendo el principal socio comercial de la región, el comercio total entre China y América Latina se ha incrementado en más del 200% entre el 2006 y el 2017.

La cooperación militar tiene una importante ventaja para algunos países de América Latina, países como Nicaragua o Cuba están familiarizadas con las armas soviéticas, por haberlas estado comprando desde el periodo soviético, y otros, como es el caso de Venezuela, son atraídos por los precios bajos de tales armas. Por medio de estas ventas, Moscú genera algún ingreso, pero lo más importante, refuerza sus alianzas estratégicas y la dependencia de esos países de su aparato militar, esta dependencia es más que evidente con el ejemplo de Nicaragua, en donde el 90 % de las armas importadas provienen de Rusia.

Por ello, no es de extrañar que ante el creciente aislamiento del régimen Ortega-Murillo, la relación con Rusia tienda a incrementarse en todos los campos, como demuestra el reciente apoyo de Nicaragua en Naciones Unidas, donde en el contexto del primer año de la invasión a Ucrania la Asamblea General, de nuevo ha condenado la invasión rusa por amplia mayoría, pero Nicaragua conjuntamente con Bielorrusia, Corea del Norte, Siria, y Eritrea han votado en contra, o también lo evidencia la insistencia del régimen de Managua por hacer de Rusia un Estado observador del SICA, hecho inaceptable al que nos referiremos en algún momento.


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