1 de marzo de 2021, 9:00 AM

Alexander López / Director del Instituto Centroamericano de Administración Pública (ICAP)

El pasado viernes 19 de febrero, la Administración Biden-Harris celebró oficialmente la reincorporación de los Estados Unidos al Acuerdo de París sobre Cambio Climático, lo cual vino a elevar la crisis climática como un asunto de alta política y ha iniciado lo que algunos autores denominan “enfoque de todo el gobierno” (Whole of Government Approach). Desde el nombramiento de John Kerry como enviado especial para cambio climático, se han puesto sobre la palestra internacional tres mensajes clave: primero, que Estados Unidos ha vuelto al esquema multilateral y lo hará con mayor fuerza; segundo, que viene a asumir el rol de liderazgo global para afrontar el reto climático; y tercero, que el cambio climático, es ahora un asunto de seguridad nacional y como tal requiere de un abordaje comprensivo.

Este abordaje tendrá como un hito importante la próxima Conferencia de las Partes (COP 26) a celebrarse del 01 al 12 de noviembre de este año en la ciudad escocesa de Glasgow. ¿Qué acciones clave tomará la administración Biden-Harris de cara a demostrar su liderazgo? Distintos autores convergen en 4 grandes objetivos. Sin duda, el primer objetivo es convertir ese liderazgo en un apoyo económico decisivo en el Fondo Verde del Clima, no solo honrando la promesa previa de dotar al mismo de 3 mil millones de dólares, sino incrementando su aporte, inclusive algunos sugieren duplicando los recursos comprometidos para apoyar la transición energética de los países en desarrollo hacia tecnologías bajas en carbono. A este se le sumarían importantes aportes económicos para el Fondo de Adaptación y el Global Environmental Facility (GEF) con lo cual, recursos frescos podrían ser canalizados para la adaptación de los países más vulnerables a los efectos del cambio climático. A la vez, se espera que la Agencia de Cooperación de Estados Unidos también fortalezca sus programas de cooperación bilateral en la materia.  

El segundo objetivo es lo que se ha denominado como “la política climática es política exterior”, en otras palabras, que tanto el Departamento de Estado como el Pentágono adopten una visión climática transversal en sus operaciones. Por ejemplo, con la inclusión de la variable climática en las acciones para la reducción de la pobreza global o la promoción del comercio de Estados Unidos. Desde las fuerzas militares se esperan mayores acciones para enfrentar los desafíos operativos que impone el cambio climático y que esas mismas lecciones y nuevas tecnologías sean compartidas con los aliados estratégicos. Igual perspectiva se espera de la Agencia de Cooperación en sus operaciones en el exterior.

El tercero es elevar el peso de la variable climática en la agenda económica. Es decir, que la diplomacia económica se alinee a los objetivos climáticos. En esta materia se espera que el Departamento del Tesoro asuma un rol clave para promover e invertir en proyectos de desarrollo limpio entre los aliados y países amigos, inclusive compitiendo más activamente con proyectos de China y Rusia, pero promoviendo energías limpias. Además, Estados Unidos puede usar su capacidad privilegiada de influencia en organismos como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo para que sus carteras abandonen rápidamente las inversiones “sucias” en proyectos del sector privado, substituyéndolas con operaciones en energías límpias.

Finalmente, es claro que Estados Unidos requerirá invertir de forma extraordinaria en investigación y desarrollo para potenciar su industria local en materia de tecnologías de energía limpia, a la vez que facilita el acceso a los países en desarrollo de estas, en condiciones ventajosas. Esto podría generar grandes réditos internos (reactivación económica, más empleos y liderazgo tecnológico en industrias de potencial futuro) a la vez que réditos externos, a través de una diplomacia “tecnológica” y un mayor comercio internacional del sector en términos positivos para Estados Unidos.

Para lograr estos objetivos, la Administración Biden-Harris deberá hacer importantes balances, esto por cuando grandes segmentos de la población y su economía son altamente dependientes de las fósiles, además, la alta polarización política (que también se refleja en materia de cambio climático) limitará mucho sus posibilidades de pasar paquetes legislativos ambiciosos en el congreso. Sin duda, su capacidad para construir consensos será arduamente probada en los próximos meses.