28 de febrero de 2022, 15:30 PM

Dr. Alexander López/ Académico de la Universidad Nacional. 

El actual conflicto entre Rusia y Ucrania, cuyo último episodio es la invasión de Rusia a Ucrania tiene muchas aristas reflejando la complejidad del tema, por lo que, en este artículo, de una forma breve, se exponen dentro de ese conjunto de elementos, cuatro tesis que son centrales para entender la estructura y dinámica del conflicto.

En primer lugar, desde una visión sistémica, las acciones de Putin deben ser vistas y analizadas dentro de un contexto global con cuatro grandes elementos: 

a. La caída relativa de los Estados Unidos.

b. El ascenso de China. 

c. La amenaza al área de influencia rusa. 

d. La debilidad en materia de seguridad internacional de la Unión Europea.

Putin es probablemente hoy día, la mayor amenaza al orden democrático liberal occidental, pero, además, y quizás lo más importante, está desafiando la estructura de poder global que hemos conocido de amplio dominio de occidente. Así, ya no solo es el desafío chino en términos económicos, sino también el desafío geopolítico por parte de Rusia, con lo cual, si uno vincula la nueva lógica geoeconómica que está impulsando China con la Nueva Ruta de la Seda y la nueva lógica geopolítica con la estrategia de la consolidación de Rusia como potencia euroasiática, dominando el “Heartland” que mencionaba el geógrafo británico Halford Mackinder, tendrá como resultado una posible profundización del debilitamiento de occidente.

En segundo lugar, ambos Rusia y Occidente ven a Ucrania como un “buffer state” para protegerse cada uno del otro. En un análisis muy influyente por George Friedman, conocido como “Geopolitical Futures”, se plantea claramente que el territorio de Ucrania ha servido como una zona de protección de Moscú desde la época de la invasión napoleónica de 1812. Ucrania es la frontera occidental de Rusia, así cuando fueron atacados desde el oeste durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, fue precisamente el territorio de Ucrania el que de alguna manera les ayudó para salir avante en esas confrontaciones. Las fuerzas enemigas de Moscú tenían que recorrer 1600 kilómetros para llegar a Moscú, de ahí que, si Ucrania llega a ser parte de la OTAN, entonces Moscú estaría solo a unos 640 kilómetros, es claro entonces que Ucrania ha jugado un papel protagónico como “buffer state” para Rusia.

Tercero, la decisión de Putin de invadir Ucrania tiene en términos de seguridad un componente ofensivo y otro defensivo, son dos caras de la misma moneda. El componente ofensivo está asociado a consolidar a Rusia como potencia y devolverle el pasado imperial glorioso. Putin, quien conoce bien la historia, hace suyo ese pasado de Catalina la Grande, quien logró continuar con la Edad de Oro del Imperio ruso allí donde lo había dejado Pedro el Grande. En una lógica similar a lo que estamos hoy viendo con Putin, Catalina la Grande logró extenderse en todos los frentes, ganando espacio en el Báltico a expensas de Polonia y logrando acceso al Mar Negro a costa del Imperio otomano. Con todo ello, el Imperio ruso se convirtió en una potencia hegemónica.

En términos de la dimensión defensiva, esta se deriva de la percepción que tiene Moscú de que están siendo cercados por una alianza enemiga, en este caso la OTAN. Putin ha insistido que el tema no es solo Ucrania, sino la presencia y expansión de la OTAN en lo que Moscú considera su zona de influencia, lo cual es considerado por Moscú como una amenaza existencial. Se debe recordar que desde el desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) la OTAN ha venido integrando dentro de su estructura a Estados de Europa del este tales como Hungría, la República Checa, Eslovaquia, Polonia, etcétera, y lo más importante, que es en efecto lo que más preocupa a Putin, es que de acuerdo con el artículo 10 del Tratado del Atlántico Norte, la membrecía está abierta a cualquier Estado Europeo, incluyendo desde luego a Ucrania.

Finalmente, y como cuarta dimensión muy pocas veces mencionada en los análisis del conflicto, tenemos el papel de la religión, en este caso de la ortodoxa. Es bastante conocida la alianza de Putin con la Iglesia ortodoxa rusa y con el patriarca Kiril I de Moscú, pero lo que no es tan conocido es que, en enero de 2019, el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, firmó la creación de la Iglesia ortodoxa de Ucrania, lo que suponía la independencia de los ucranianos ortodoxos del patriarcado de Moscú.

Este evento, en apariencia perteneciente únicamente al ámbito de la religión y de la organización interna del mundo ortodoxo, tiene sin duda, implicaciones geopolíticas, pues constituyó otro paso para lograr la independencia de la Iglesia ortodoxa de Ucrania respecto de Rusia, cortando unas relaciones religiosas que datan del siglo XVII, ello representa, asimismo, una profundización del distanciamiento entre Ucrania y Rusia.  Lo anterior generó que el patriarcado de Moscú rompiera con el patriarca ecuménico de Constantinopla, hecho que tiene un especial simbolismo en el sentido de que separa a los ortodoxos ucranianos de los demás ortodoxos eslavos y los alinea con los ortodoxos mediterráneos del patriarcado de Constantinopla, más cercanos a occidente y al mundo católico, lo anterior también puede considerarse un elemento que agudizó esa percepción que tiene Moscú de progresiva separación de Ucrania de su zona de influencia en todos los sentidos, y no solo el militar o de seguridad.