POR Gabriel Pacheco | 20 de septiembre de 2025, 15:42 PM

El subdirector del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), Michael Soto, afirmó en una entrevista con el programa 7Días que los líderes de las bandas criminales no suelen exponerse en las calles.

“Los cabecillas ni tan siquiera viven en las barriadas, viven en condominios de lujo, en la periferia de la ciudad”, afirmó.

Mientras tanto, dijo, son jóvenes de entre 16 y 30 años quienes “ponen el pellejo” en los enfrentamientos y homicidios, utilizados como “carne de cañón” por estructuras que los consideran reemplazables.

Soto explicó que la jerarquía delictiva tiene una marcada división generacional: 

“Los cabecillas principales están terminando los 30 o entre los 40 y 50” y por eso no se implican directamente en los enfrentamientos. Los muertos y los homicidas están entre los 16 y los 30 años”, dijo, y añadió que esos jóvenes —cuando son detenidos— quedan “abandonados en la cárcel”; si son asesinados, son sustituidos sin mayores remordimientos por los mandos superiores.

El subdirector fue tajante al describir la instrumentalización de los menores y jóvenes ante la consulta de si las bandas criminales usan a los jóvenes de carne de cañón.

"Totalmente; y son reemplazables, son desechables… son literalmente cabezas huecas. Es para quedar bien con el cabecilla. Van y matan, van y se exponen… y hay chiquillos haciendo fila para que los llamen”. Con esa frase, sintetizó la lógica de deshumanización que, según él, impera en algunos grupos criminales.

En la entrevista también mencionó indicios de formación y preparación temprana: existen —dijo— lugares donde se les enseña a disparar y a manejar armas.

Citó la circulación de videos en los que, aseguró, se veía a jóvenes “preparándose” en academias dirigidas por exfuncionarios.

“Podríamos decir que si hay lugares donde les enseñan, cuando menos, a disparar. Aquí muchos disparaban con una mano, nosotros enseñamos a nuestros muchachos en el OIJ a que lo hagan con las dos manos. Ya usted los está viendo disparar con las dos manos”, explicó. 

Soto describió además ciertos gestos performativos en el uso del arma: tomarla “a lo Hollywood” o con una mano suele provocar imprecisión en el disparo, lo que a su juicio delata tanto la inexperiencia como la estética pandilleril que reproducen algunos jóvenes para “quedar bien” ante los mandos.

El diagnóstico del OIJ, según el subdirector, plantea desafíos concretos para la prevención y la investigación: hay una oferta constante de reclutas jóvenes —“chiquillos haciendo fila”— sugiere que la respuesta debe ir más allá del control policial y abordar factores sociales que facilitan la captación.

Soto insistió en la necesidad de políticas integrales que combinen investigación criminal, prevención y programas de inserción para jóvenes en riesgo. “Si no tocamos las raíces, siempre habrá quien ocupe el lugar del joven caído”.

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