POR Johnny López | 27 de noviembre de 2025, 18:45 PM
En la sala de la casa de Hannia Marín, esta Navidad brilla distinto. No es un árbol cualquiera. Cada adorno es un copo de nieve creado por sus manos, trabajado con paciencia en la delicada técnica del vidrio. Ninguno es igual al otro, pero todos comparten el mismo origen: la historia de un amor que sigue presente.
Hace ocho años, Hannia hizo una promesa que marcó su manera de vivir la Navidad. “Esa fue la promesa que hice cuando mi hijo falleció… él tenía 24 años”, recuerda con voz suave. Desde entonces, convertir el vidrio en pequeños copos se volvió su forma de acompañar el duelo. Es un espacio íntimo donde transforma el dolor en algo que pueda iluminar.
Su meta es llegar a 246 copos de nieve, uno por cada recuerdo, por cada risa compartida, por cada abrazo que aún late en su memoria. La técnica requiere precisión, tiempo y una paciencia que solo quienes han perdido pueden convertir en arte. En ese trabajo minucioso encontró una manera de caminar su proceso con belleza.
El árbol no solo decora su hogar. También guarda una historia que toca profundo, porque para Hannia cada Navidad es una oportunidad para recordar, agradecer y seguir sosteniendo ese lazo que nunca se rompe, incluso cuando la ausencia pesa. En la luz de cada copo está su hijo, y en ese brillo también está ella, celebrando su amor con la misma delicadeza con la que da forma al vidrio.
Si desea conocer más sobre esta historia y ver los detalles de su trabajo, puede repasar el reportaje completo en el video que aparece en la portada del artículo.
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