POR Mariela Montero Salazar | 28 de mayo de 2023, 8:21 AM

Ana, cuyo nombre se ha cambiado para proteger su identidad, tiene 27 años y ha vivido con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) desde su nacimiento, aunque se enteró de su condición a los 15 años.

A pesar de los avances en los tratamientos y la atención médica para los pacientes con VIH en Costa Rica, Ana reconoce que la discriminación y el estigma siguen siendo reales en la sociedad actual.

Este año, precisamente, se cumplen 40 años desde que se detectó el primer caso de la enfermedad en el país, en 1983, cuando un paciente hemofílico mostró los síntomas.

Durante la entrevista, la joven compartió con este medio, cómo ha sido para ella vivir con este diagnóstico en territorio nacional.

En tu caso, ¿cómo te diste cuenta de que tenías VIH?

Ya estaba en el colegio y en aquella época estaba teniendo síntomas muy graves que fueron aumentando. Claro, no sabía de qué se trataba. Entonces, llegué al punto en que un día venía de regreso del colegio y solo me desmayé y, cuando me desperté, estaba en el hospital.

Como yo era muy joven y nunca había tenido relaciones sexuales, en el hospital no me hicieron la prueba del VIH, solo me ponían sueros y me mandaban para la casa porque no sabían qué tenía. Entonces, me iba y en dos meses más tenía que regresar, porque yo estaba muy mal, y así durante un tiempo. Lo que pasa es que yo estaba al límite.

En total, me rechazaron hacer la prueba de VIH tres veces, y fue ahí cuando un familiar mío me llevó a una clínica privada, ahí me hicieron unos exámenes de laboratorio y en unas horas yo ya tenía el resultado de que era portadora del VIH.

¿Qué fue lo primero que sentiste cuándo te dieron ese resultado?

En ese momento, cuando me dieron el resultado, fue como un balde de agua fría. Uno siempre escuchaba del VIH, pero en realidad no tenía mucho conocimiento sobre qué era realmente esa enfermedad. Solo había escuchado que era una enfermedad horrible.

En ese momento, todo lo que conocía se me vino abajo. Me encerré en mi cuarto por 24 horas y no quise saber de nada ni hablar con nadie.

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Desde aquel momento y hasta hoy, ¿sentís que ha cambiado la forma en que se atienden los casos de VIH en el país?

Desde que me diagnosticaron, los tratamientos y medicamentos han cambiado mucho. Al inicio tenía que tomarme un coctel de ocho pastillas cada 12 horas y tenía que lidiar con muchos efectos secundarios, hasta que mi cuerpo se acostumbraba. Tuve que dejar el colegio porque me ausentaba mucho. Hoy solo me tomo una pastilla al día.

También, hoy se sabe que una persona que mantiene una carga viral baja, al nivel de ser indetectable, no puede transmitir el VIH a través de las relaciones sexuales. Pero creo que hay otros desafíos.

Yo sufrí mucho rechazo de ciertas áreas de salud. Una vez fui al dentista y cuando le dije que era portadora del VIH, el doctor se alejó y, aparte de los guantes que ya tenía, se puso como dos pares más en cada mano, una bata y unas caretas y la asistente de él también. Eso te hace sentir mal.

Otra vez, en un establecimiento de salud que llegué a atenderme, cuando dije que tenía VIH, me hicieron esperar un gran rato antes de decirme que no me iban a atender ahí, que me correspondía otro centro. Pero yo sabía que en realidad no querían atenderme.

La forma en cómo te tratan, te hacen sentir que no tenés derecho, derecho a nada. Yo en ese entonces no conocía mis derechos, que soy una persona y que no tenemos que sufrir esa discriminación. Creo que aún se dan situaciones como estas, por eso es que las personas tienen que conocer sus derechos. Por ejemplo, vos tenés derecho a tener un diagnóstico privado, nadie puede hacerlo público si vos no querés. 

¿Es difícil para una persona joven con VIH conseguir empleo?

Sí, claro. En mi caso, aún estoy tratando de terminar el colegio, y eso también me lo ha dificultado. Pero conozco casos de lugares donde se las arreglan para conocer el diagnóstico de una persona, cuando eso no se puede; y aunque no te lo dicen abiertamente, ya que de frente dicen que todo está bien, las discriminan.

¿Vos sentís que las personas cambian cuando se dan cuenta de que tenés VIH?

Sí, incluso yo tengo muchos amigos a los que no les he contado.

¿Por qué, aun cuando tenés un diagnóstico privado, te pareció importante compartirnos tu caso?

Porque quiero incentivar a las personas jóvenes que son diagnosticadas a que sigan adelante. A decirles que no es el fin, que hay esperanza, que la vida no se acaba después de un diagnóstico positivo, simplemente que hay que tratar de salir adelante.

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