POR Deutsche Welle | 2 de diciembre de 2025, 15:30 PM

Cuando a mediados de noviembre de 2025 el portaaviones estadounidense USS Gerald R. Ford llegó al Caribe, portaba consigo dos siglos de historia de presión de EE.UU. sobre América Latina.

Desde la llamada "Doctrina Monroe" de 1823 hasta la operación "Lanza del Sur" de 2025, la postura intervencionista estadounidense ha cambiado de rostro. Antes, la llamada "diplomacia de las cañoneras" buscaba dejar claro que una guerra podía desatarse al más mínimo gesto de resistencia.

Hoy en día, el despliegue del portaaviones, con sus miles de soldados a bordo, se desarrolla en una zona gris, en la que el poder naval tradicional se integra en un conjunto más amplio de herramientas, comenta a DW el historiador Stefan Rinke, del Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín. Es una forma de presión más indirecta y respaldada por un marco legal.

"Estados Unidos enmarca cada vez más sus despliegues como una estrategia para combatir las drogas, el crimen organizado, el terrorismo y proteger las rutas marítimas, combinando estas operaciones con sanciones, presión financiera, aislamiento diplomático y campañas de información que deslegitiman a regímenes adversarios, como el de Venezuela", afirma Rinke.

La llegada del USS Gerald R. Ford se interpreta como un gesto político en medio de una escalada de tensión sin precedentes con Venezuela.

"Envía un mensaje a Caracas y al resto de la región: que Estados Unidos, una vez más, está dispuesto a utilizar todo el poder de su fuerza militar para garantizar que su voluntad prevalezca en todo el continente", dice a DW Elizabeth Dickinson, analista sénior del centro independiente de investigación International Crisis Group, con sede en Colombia.

La "Doctrina Monroe", replanteada

Este enfoque evoca los diversos instrumentos del poder estadounidense empleados en la región a lo largo del tiempo. Al avanzar sobre el Golfo de México, el mar Caribe y el Canal de Panamá, Donald Trump renueva la idea de "América para los estadounidenses", el famoso resumen de la "Doctrina Monroe", que guió la política exterior del presidente James Monroe (1817-1825).

En el siglo XIX, el objetivo era liberar al continente de Europa. Ahora, según el secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, el peligro declarado es China. En una entrevista en abril, Hegseth afirmó que Washington recuperará su "patio trasero", aludiendo a Latinoamérica, de la influencia de Pekín.

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De las "guerras bananeras" a la política de "buena vecindad"

La política exterior de Monroe consideraba el Caribe desde una perspectiva estratégica. En 1898, tras la guerra hispano-estadounidense, España se vio obligada a renunciar a sus reivindicaciones sobre Cuba y a ceder la soberanía sobre Puerto Rico.

La victoria otorgó prestigio a Washington y, según el Departamento de Estado del país del norte, "consolidó la posición de Estados Unidos como potencia en el Pacífico". A partir de ahí, se desató una ola de ocupaciones e intervenciones militares para controlar los Gobiernos y las rutas marítimas del Caribe, que se extendió hasta 1934 y afectó a países como Cuba, Nicaragua, Haití, República Dominicana y Honduras.

Durante el período conocido como "guerras bananeras", los estadounidenses comenzaron a controlar aduanas, bancos nacionales y gobiernos enteros con el pretexto de garantizar el pago de la deuda externa y proteger empresas estadounidenses, como la United Fruit Company.

Estas acciones estaban fuertemente arraigadas en el llamado "Corolario Roosevelt", una revisión de la "Doctrina Monroe", lanzada en 1904 por el presidente republicano Theodore Roosevelt para justificar las intervenciones. "Todo lo que este país desea es ver a sus países vecinos estables, ordenados y prósperos", declaró Roosevelt, pero el "desestabilizamiento general de la sociedad civilizada" podría obligar a Estados Unidos, "aunque a regañadientes", a ejercer un "poder policial internacional", declaró el presidente en un discurso histórico ante el Congreso.

Roosevelt invocó con frecuencia el principio de "hablar suave y llevar un garrote grande" para llegar lejos. En 1903, cuando ya dirigía la Casa Blanca, aplicó esta lógica al promover la separación de Panamá de Colombia.

Guerra Fría y operaciones encubiertas

En 1933, otro presidente estadounidense, Franklin Roosevelt (1933-1945), impulsó la política de "buena vecindad", que ponía fin formalmente a la diplomacia de las cañoneras y renunciaba a la ocupación directa. Las operaciones en la región adquirieron la categoría de apoyo logístico y patrullaje.

Según el historiador Stefan Rinke, durante la Guerra Fría los recursos navales se redirigieron para contener el comunismo, ofreciendo apoyo y cobertura para golpes de Estado, bloqueos y acciones de contrainsurgencia. El punto álgido se produjo en 1962, durante la Crisis de los Misiles de Cuba, cuando Estados Unidos desplegó una cuarentena de buques alrededor de Cuba como demostración de fuerza ante la amenaza nuclear rusa en la región.

La CIA también llevó a cabo operaciones encubiertas en Latinoamérica, respaldando golpes de Estado en Guatemala y Chile.

En 2008, la reactivación de la Cuarta Flota estadounidense para patrullar los mares de América Latina fue mal recibida por líderes de diversos espectros políticos en Brasil y el Mercosur.

"Los Gobiernos latinoamericanos percibieron un renovado activismo naval estadounidense en el Atlántico Sur y el Caribe, precisamente cuando los recursos marinos y los Gobiernos de centroizquierda cobraban importancia", señala Rinke.

En respuesta a las críticas, cinco años después, el secretario de Estado de Barack Obama, John Kerry, declaró ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) que "la era de la 'Doctrina Monroe' ha terminado".

Pero este enfoque no duró mucho, ya que la nueva administración Trump renovó la "América para los estadounidenses" de Monroe, en lo que el New York Post denominó la "Doctrina Donroe".

Nueva lógica de seguridad en América Latina

Para Elizabeth Dickinson, de International Crisis Group, la magnitud de la operación "Lanza del Sur" ha conmocionado a toda la región. "Nos encontramos en un momento de máxima presión. Se trata de un tipo de despliegue y una presencia militar estadounidense visible que la región no ha visto en décadas, desde que escapó de muchas de las dictaduras militares de las décadas de 1970 y 1980", subraya.

Esta nueva lógica difiere de una guerra marítima híbrida, pero su resultado es similar. Las prácticas más recientes hacen que amenazas no tradicionales o no militarizadas, como las drogas, la pesca ilegal y la migración, se consideren un problema militar.

"Al mismo tiempo, los Gobiernos que se perciben como objetivos (Venezuela, Cuba, Nicaragua) interpretan los movimientos navales estadounidenses como amenazas existenciales, lo que refuerza las tendencias autoritarias, acerca a socios extrahemisféricos como Rusia, Irán y China, e intensifica las divisiones ideológicas dentro del complejo regional".

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