Por Stefanía Colombari |13 de marzo de 2020, 20:29 PM

Sin espacio para las despedidas. El gobierno de Daniel Ortega no permitirá que las personas que mueran por Coronavirus tengan vela ni funeral.

En una nota publicada por el diario La Prensa de Nicaragua, se explica que la medida forma parte del Protocolo de Preparación y Respuesta diseñado por la dictadura y por el Ministerio de Salud de este país, el cual a la fecha aun no ha reportado casos de contagio por este virus.

De acuerdo con la información del medio centroamericano, el Gobierno justifica que debido al alto nivel de contagio que significa el COVID-19, habrá un estricto manejo de los cadáveres, los cuales se entregarán en ataúdes sellados, para después ser transportados en bolsas plásticas negras.

El Protocolo indica que los hospitales no podrán realizar la tanatopraxia, proceso de conservación temporal del cadáver, que incluye su higienización, embalsamiento, restauración, reconstrucción o cuidado estético.

La orden de las autoridades nicaragüenses especifica que cada hospital ya cuenta con personal capacitado para atender la situación y la manipulación de los cuerpos incluye una serie de medidas higiénicas, debidamente establecidas como el uso de protectores oculares, guantes, vestimenta de protección, entre otras.

Una vez fallecida la persona, los médicos procederán a notificar a la morgue del centro médico y a vigilancia epidemiológica, y revisar el sitio antes de la movilización del cadáver. Seguidamente se procederá a desinfectar tanto los instrumentos, como la zona en donde estuvo el paciente infectado, desde el piso hasta las paredes. Para esto último se especifica la composición de la solución que deberá utilizarse: hipoclorito de sodio al 0.5 por ciento.

En teoría, el personal que atendió el caso debe mantenerse en aislamiento, sin aclarar la cantidad de días. De acuerdo con el Diario la Prensa quien tuvo acceso a este Protocolo, el documento no aclara la forma en la que el Gobierno controlará que la familia no tenga contacto con la persona fallecida y que, en efecto, su cuerpo se entierre de forma inmediata.