Por María Jesús Prada |22 de mayo de 2022, 8:22 AM

Pachinko es una serie de ocho episodios inspirada en una novela superventas de la escritora Min Jin Lee que sigue a varias generaciones de una familia coreana para adentrarse en sus vivencias durante la primera mitad del siglo XX.

Esta producción es tan hermosa como lo es devastadora; algunos críticos se han quedado cortos de llamarla una obra maestra por la excelencia con la que transmite una visión reposada de una historia que suele pasar desapercibida por los libros de historia occidentales.

A través de cada episodio se plasma el horror, el amor, la soledad, la pesadumbre y la entereza de sus protagonistas a través de los 35 años que duró la ocupación japonesa en Corea del Sur y que llevó a millones de coreanos a emigrar, sometiéndose al sufrimiento que esto conlleva y a la fortaleza que se vieron obligados a construir para enfrentarlo.

Esta serie revela todas las complejidades del mundo interior y doliente de las mujeres coreanas durante este período y ofrece una gran oportunidad de aprendizaje sobre la historia que hoy sigue influyendo en el inconsciente colectivo del país asiático.

Sunja, la protagonista de la historia. (Captura de pantalla del tráiler oficial de la serie).

1. La ocupación Japonesa

La ocupación japonesa comprende parte de la expansión del Imperio de Japón, que dominó a Corea en calidad de colonia durante casi 35 años, desde 1910 hasta 1945, aunque esta anexión no se declaró como nula hasta 1965.

Sin embargo, la ocupación dejó grandes atrocidades que quedaron impunes y que iniciaron en 1910 en un periodo que los historiadores llegaron a llamar “el reinado de la policía militar”, y que consistió en la instauración de la policía japonesa como máxima autoridad gobernante en Corea. Durante la invasión, Japón ejercía control sobre los medios, la ley y el gobierno mediante el poder físico y las regulaciones. La afectación que provocaron estas medidas entre la población coreana es palpable hasta en las más pequeñas sutilezas que aparecen en esta serie.

Además, el imperio japonés derribó más de un tercio de todos los edificios históricos de Corea, y las estructuras restantes se convirtieron en atracciones turísticas exclusivamente para visitantes japoneses. Como parte de esta iniciativa, Japón también trabajó para asimilar a los coreanos a la religión y a la educación japonesa. Para ello, convirtieron los santuarios sintoístas en lugares de culto forzado, mediante los cuales el gobierno colonial obligaba a los coreanos a adorar a los dioses del Japón imperial, incluidos los emperadores muertos y los espíritus de los héroes de guerra que los habían ayudado a conquistar Corea. Este culto forzoso es considerado como un acto de genocidio cultural por muchos coreanos.

Durante la invasión, Japón se hizo cargo del trabajo y la tierra de Corea. Casi 100.000 familias japonesas se establecieron en la península coreana con tierras que el gobierno les otorgó; cortaron árboles por millones y plantaron especies no nativas, transformando un paisaje familiar en algo que muchos coreanos no reconocían. Por su parte, casi 725.000 trabajadores coreanos fueron obligados a trabajar en Japón y sus otras colonias. Cuando se avecinaba la Segunda Guerra Mundial, Japón también obligó a cientos de miles de mujeres coreanas a vivir como “mujeres de consuelo”, el eufemismo utilizado en aquel entonces para referirse a las esclavas sexuales que forzadas a trabajar en burdeles militares.

Aunque en la actualidad no existen registros oficiales de las muertes durante la ocupación, se sabe que durante el período de expansión del Imperio japonés, que se extendió desde 1937 y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, el régimen militar asesinó unas 6 millones de personas, todos provenientes de los países que había invadido, como China, Indonesia, Filipina y Corea.

Se sabe que más de cinco millones de coreanos fueron reclutados para trabajar a partir de 1939, pero debido a la falta de documentación histórica, solo se puede estimar una cifra aproximada de muertes. Los fallecimientos se producían principalmente por las condiciones de trabajo, que incluían jornadas laborales extenuantes, con difícil acceso a una alimentación y atención médica adecuada. Partiendo de esta información, los historiadores han calculado en hasta 800.000 las muertes de trabajadores coreanos por razones vinculadas al trabajo forzoso entre 1939 y 1945.

La ocupación japonesa en Corea se extendió desde 1910 hasta 1945. (Captura de pantalla del tráiler oficial de la serie).


2. El valor del arroz

Aunque hoy fácilmente asociamos al arroz con la gastronomía coreana, con esta serie aprendí que no siempre fue así. En un momento de la historia, Sunja, la protagonista, recién llegada a Japón a los 16 años, se instala en la casa de sus cuñados, donde se sienta en la mesa y descubre que allí hay una taza de arroz blanco. Al verlo, Sunja rompe en llanto, porque recuerda su vida en Corea, donde ella y sus compatriotas solo podían comer mijo y sorgo como sustitutos del arroz.

Fue en ese momento cuando aprendí que, durante la ocupación, el arroz blanco estaba vetado para los coreanos. Debido a la escasez, se reservaba solo para el consumo de los japoneses colonizadores.

Durante la ocupación japonesa, el consumo de arroz era prohibido para los coreanos. (Captura de pantalla del tráiler oficial de la serie).


3. El Pachinko

Pachinko es el nombre que lleva esta producción y que viene del famoso y centenario juego de máquinas de apuestas (algo así como el pinball que tenemos en el occidente) que tiene un legado muy consolidado en Japón y en Corea hasta el día de hoy. Está tan arraigado que se sabe que un 10% de la población japonesa lo juega al menos una vez a la semana y llega a gastar, cada año, el equivalente al Producto Interno Bruto (PIB) de Nueva Zelanda, que supera los 181.500 millones de dólares.

Tal es la magnitud de este negocio que en él trabajan más personas que en los 10 principales fabricantes de automóviles del país, y que genera 30 veces más ganancias que los casinos de Las Vegas, generando así el doble de la cantidad de dinero que genera la exportación de automóviles en todo Japón.

Fue gracias al Pachinko que la protagonista de esta historia, Sunja, consiguió establecerse en Japón, abriendo un negocio dedicado a estas máquinas de juego que le permitió traer el sustento necesario para que su familia sobreviviera en un entorno donde todos los coreanos eran vistos con ojos de desprecio, inferioridad y desconfianza.

4. El terremoto de Kanto en 1923

En el penúltimo episodio de esta serie (personalmente, fue mi favorito) conocemos la historia de uno de los personajes durante el devastador terremoto de Kanto de 1923, que desató el caos y la violencia contra los coreanos en Japón.

El cinturón de fuego del Pacífico sacudió con furia a la región de Honshu el 1 de setiembre de ese año, provocando un terremoto de magnitud 7,8 que dejó a más de 140.000 fallecidos.

El personaje de la serie (un joven coreano viviendo en Japón) presenció una etapa desgarradora para la historia de los coreanos en ese país, que inició con el caos provocado por el terremoto y durante el cual se esparcieron bulos acusando a los coreanos de sacar partido de la catástrofe para robar, envenenar el agua de los pozos y producir incendios. Esto desató una caza de coreanos que resultó en más de 2.500 muertes provocadas por la oleada de furia incontenida. Grupos organizados de más de 300 personas se formaron para convertirse en “milicias de la muerte” que cazaban a los coreanos en suelo japonés para torturarlos y asesinarlos.

En una escena especialmente desgarradora, vemos al personaje escondido en una carreta desde donde pudo observar cómo una de estas milicias encerraba a un grupo de coreanos en un almacén de madera, prendiendo la estructura en fuego mientras se desprendían gritos desesperados de los hombres que morían encerrados en el interior.

El terremoto de Kanto destruyó urbes completas, dejando 140.000 fallecidos.


Aunque solo me permití mencionar algunos de los elementos que aprendí mientras veía esta serie, quedaron muchas otras historias por fuera, cada una de ellas igual de meritorias de nuestra atención. Por eso es que este fin de semana recomiendo, a ojos cerrados, sacar un rato para ver esta superproducción coreana, que solo es una de las muchísimas propuestas audiovisuales que han empezado a forjarse un espacio en las pantallas de los usuarios de todo el mundo.

Póster oficial de la serie.

La serie está disponible en la plataforma AppleTV.

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