Por Yahaira Piña |NaN de Invalid Date de NaN, NaN:NaN AM

Se cumplen 73 años de los ataques nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki que cobraron la vida de 240 mil personas.

Los supervivientes, sus hijos y nietos todavía hoy sufren las consecuencias de la radiación y el daño psicológico.

6 de agosto de 1945, alrededor de las 8:15 de la mañana hora local, una bomba, de casi 5 mil kilos y 4,5 metros de diámetro, salió del Boeing B-29 y estalló sobre Hiroshima 45 segundos después.

160 mil personas murieron en ese primer ataque.

Tres días después, el 9 de agosto, una segunda bomba fue lanzada sobre Nagasaki. Cobró la vida de 80 mil ciudadanos.

Fue el final de la Segunda Guerra Mundial pero el inicio de una pesadilla para los supervivientes.

Sufrieron quemaduras, les diagnosticaron diferentes tipos de cáncer, principalmente leucemia, niños nacieron con malformaciones, hubo deterioro genético y daño psicológico.

Terumi Kuramori era una niña de tan sólo un año cuando estalló la bomba.

Estaba a 5 kilómetros del epicentro, en Nagasaki.

Su madre la llevó a ella y sus hermanos a un refugio.

Pero la protección no fue suficiente.

Su cuerpo y mente quedaron marcados por ese acontecimiento.

Recientemente, ella y otros dos supervivientes visitaron Costa Rica para compartir sus historias marcadas por el rechazo social y la discriminación.

Jouji Ueda también era un niño de tres años cuando estalló la bomba.

A ellos se les conoce como Hibakusha, así se les llama a los supervivientes de las bombas atómicas de Japón.

Viajan por el mundo con un mensaje de paz.

Hace 73 años ellos vivieron los únicos ataques nucleares de la historia.