Por Juan José Herrera |15 de octubre de 2016, 2:00 AM

La Policía Municipal de San José destina ¢3.000 millones anuales a la lucha contra los vendedores ambulantes, la mitad del presupuesto total que tiene aprobado para este 2016.

La cifra responde principalmente al pago de las horas que cada uno de los 350 oficiales de ese cuerpo emplea en el combate del comercio ilegal en el casco central de San José, una guerra que suma más de 20 años y de la que no se vislumbran ni final ni victoria posibles.

"La mitad del presupuesto se nos va ahí y la otra mitad entre el combate contra el narcomenudeo y las actividades que existen a lo largo del año. Son ¢3.000 millones al año en un tema que llevamos décadas combatiendo", explicó el director de la Policía Municipal de San José, Marcelo Solano.

En un día “tranquilo” la Policía Municipal de San José realiza unos 60 decomisos; cuando el clima y la capacidad operacional lo permiten ese número se dispara hasta las 130 incautaciones, en su mayoría producto perecedero o bien artículos de temporada.

Del otro lado está un grupo sin rostro, un gremio heterogéneo que en los últimos años se ha llenado de banderas y que operan en diferentes sectores, bajo diferentes modelos y con una variada oferta.

“Sabemos que son las frutas y verduras las que dominan el mercado, pero a eso hay que sumarle productos de temporada, alimentos preparados, tiliches, discos piratas y más”, añade Solano.

Según el director, la presencia policial y los constantes operativos han disparado el número de decomisos pero no han mermado la actividad: los vendedores ambulantes siguen proliferando en la ciudad, de una forma u otra.

Entre mayo y julio anteriores la Policía Municipal de San José, la más numerosa del país, logró un hecho hasta ahora inédito al conseguir aislar al bloque duro del oportunista, al vendedor de toda la vida con el que se aprovecha de cierta época o coyuntura.

"Nos dimos cuenta que el segundo abandona, que se retira, pero el primero no porque ese vive de esto".

El esfuerzo rindió frutos, pero cambió el panorama.

Problemática

Esa necesidad de subsitencia enfrenta a policía con un tema mucho más complejo y una raíz más difícil de extraer, una ecuación que en los últimos años añadió el tema de los extranjeros y con ello la lucha por territorios y la aparición de otros negocios ilícitos.

“Sabemos que aparte de costarricenses hay nicaragüenses, colombianos y hasta un grupo de haitianos pequeño pero ruidoso. Eso ha disparado luchas territoriales y también promovido la aparición de otros negocios ilícitos que son disfrazados con las ventas ambulantes. Súmele a esto que no existe comunicación ni interlocutores o ninguna intención por entablar diálogo, es muy complejo”, afirmó Solano.

Con los bulevares josefinos como histórico foco de atención policial, la inclusión de nuevos actores obligó a las autoridades a movilizarse a otras zonas de atención prioritaria, a saberse los alrededores de los principales mercados capitalinos, las afueras de los hospitales y las paradas de autobuses.

“Tenemos unos cuatro kilómetros de bulevares qué cubrir, tres mercados como lo son el de la Coca Cola, el Central y el Borbón y dos hospitales que son el Calderón Guardia y el México, en este último la situación es complicada. A eso sumémosle además las paradas de autobuses y dividámoslo todo por esos 70 oficiales, sin contar las otras áreas y labores de atención”, subrayó el director.

Cultura

Con una política de cero tolerancia impulsada desde la oficina del alcalde Johnny Araya, la Policía Municipal de San José, la más numerosa del país, se enfrenta a la difícil tarea diaria de ahuyentar de las calles a un gremio de trabajadores que en muchos casos no saben hacer otra cosa.

Familias completas que según Marcelo Solano llegan a alcanzar tres generaciones de vendedores ambulantes y que convierten la práctica en una profesión.

Pero a la par de esto está la otra lucha, la de la población y el comprador.

Según el director la primera de estas ya se está ganando, pues mientras hace unos años la ciudadanía defendía al vendedor ambulante y atacaba al policía que realizaba el decomiso, ahora más bien aplaude la labor de las autoridades.

“La gente denuncia, nos llama y nos busca para señalarnos dónde están los vendedores y cuando llegamos nos aplauden. Ya se cansaron de que les interrumpan el paso, de no poder caminar en paz. Eso es un primer paso.

 “Pero aquí nuestro principal enemigo ya no es el vendedor ambulante sino el comprador ambulante, el que mantiene el negocio a flote. Porque el vendedor con la policía se va, pero el comprador siempre va a buscar siempre otra opción”, dijo.