La enseñanza más valiosa de “Pilo” Obando
“La hora tatá”, como él mismo decía para describir los minutos finales de un partido, le llegó a los 72 años.
“Ahora sí se embarraleó la cancha”, dijo una vez “Pilo” Obando en uno de los tantos ingresos de Kaká a la cancha. Y como esa, cada uno tendrá grabada una de sus jocosas frases que, principalmente en partidos de campeonato nacional, salvó a muchos de padecer aburrimiento.
Dentro de una cancha de fútbol es fácil encontrar a un ídolo, pero fuera de ella no tanto. Eso fue, es y será Manuel Antonio Obando para muchos, que por vocación o falta de talento con el balón decidieron convertirse en comunicadores deportivos.
Pero quizá la enseñanza más valiosa que deja el narrador del pueblo es que los grandes también se equivocan, una y otra vez, pero que ello no debe interferir en dar lo mejor de cada uno.
Por eso atrás quedan las dificultades para pronunciar un apellido como Schweinsteiger o firmemente creer que es Juan Ramón Riquelme, pero no porque como dice el dicho “no hay muerto malo ni novia fea”, sino porque nunca le impidió disfrutar lo que hacía, seguir aprendiendo y enseñando.
A lo anterior deben sumarse las buenas caras que siempre le puso a los malos tiempos, la capacidad para aceptar un error y buscar la mejor manera para enmendarlo, su picardía en todo aspecto, y por qué no, sus buenos deseos para Cartaginés.
“La hora tatá”, como él mismo decía para describir los minutos finales de un partido, le llegó a los 72 años, de los cuales muchos fueron marcados por unas olimpiadas, mundiales, eliminatorias, clásicos y un sinfín de aventuras más.
En el país somos muy dados a imitar lo que es bueno, pero no siempre de la mano con un buen resultado. Si bien será imposible replicar aspectos como su naturalidad y buen humor, ojalá pasados, presentes y futuros colegas lo intenten con su ética, compromiso y humildad.