Por María Jesús Prada |19 de octubre de 2021, 7:08 AM

A mil metros de altitud, en las montañas de Llano Bonito de Volcán, en Puntarenas, yace una casa con vistas al valle del General y a la infinitud de tonos verdes tan propios de la Zona Sur costarricense. Así lo describe Chirripó Bienes Raíces, sitio donde la casa de Stephen Paul Sandusky --uno de los fallecidos en la masacre de Buenos Aires este fin de semana--anunciaba la venta de su propiedad desde abril del año pasado.

Imagen de Chirripó Bienes Raíces.

Una fila de arcos amarillos decoran dos costados de la casa, que se puede ver a lo lejos, desde la vía privada de cuatro kilómetros que conecta la vivienda con la calle principal.

Fue precisamente esa calle la que tomaron Eladio Quesada y Jorge Villarevia, dos vecinos de la zona y conocidos de Sandusky de algunos años, cuando decidieron ir a buscar a sus hijos, Cesar Quesada y Claudia Villarevia, un matrimonio de 23 años oriundo de Rivas, en Pérez Zeledón. Lo que encontraron fue una escena que nunca olvidarán: el matrimonio, su hijo, el dueño de la finca y una pareja que los acompañaba, yacían muertos en las afueras de la vivienda.

Cesar (44 años) era mecánico y tenía un hijo con Claudia que se llamaba Daniel (20), que lo acompañaba a hacer trabajos de vez en cuando. Cuando Sandusky (61) los llamó para arreglar unas máquinas en su finca el domingo 17 de octubre, Cesar accedió. Esa noche iría con su esposa e hijo menor a celebrarle el cumpleaños a su papá, Eladio Quesada, que cumplía años el martes siguiente.

Así que, temprano esa mañana, empacó su equipo de herramientas en su pick-up y se fue a hacer el trabajo en la finca del extranjero que ya lo había contratado, en ocasiones anteriores, para trabajos del mismo tipo. Con él también iba su esposa, Claudia Alina, que disfrutaba ir a ver las vistas en la finca que, horas más tarde, presenciaría su muerte.

La otra pareja presente ese día era la de Susan Anyelic Zúñiga Rodríguez (40 años) y Willy Alfredo Borbón Muñoz (38). Claudia y Susan eran amigas, y ese día fueron juntas a la vivienda. Desde el porche con los característicos arcos amarillos, podían ver las vistas de las 70 hectáreas de repasto, 20 de sembrados de café y una variedad de árboles frutales que decoran la loma de esta propiedad con vista privilegiada a la montaña.
 

Esta finca no pasó inadvertida por delincuentes que, según cuenta José María Quesada (hermano de Eladio y tío de César), ya habían intentado asaltar y robar esta vivienda en “al menos cuatro otras ocasiones”. Recuerda la última vez, hace no mucho, cuando un grupo de delincuentes amordazaron a un peón que trabajaba para Sandusky y asaltaron la propiedad, llevándose una parte del equipo que tenía.

Al dueño de la propiedad no se le conocían problemas de ningún tipo. José María Quesada lo describe como una persona “muy decente, muy buena”. Lo suficiente como para descartar cualquier otro móvil que no fuera el robo, asegura. Era pensionado, invirtió en un restaurante en Dominical. Luego se dedicó a criar ganado y a producir café. Está divorciado, y sus dos hijos viven en Estados Unidos. En los años noventa, fue víctima de una estafa millonaria atribuida a Osvaldo Villalobos Camacho, según detalla La Nación. La estafa atraía a inversionistas extranjeros prometiendo el pago de jugosos intereses. Más allá de eso, sus allegados recuerdan a este extranjero pensionado como una persona a la que no se le conocían problemas con otros.

Imagen del interior de la vivienda, compartida por Chirripó Bienes Raíces.

Sandusky tenía una buena relación con la familia de los otros fallecidos. Fue por eso que Eladio y Jorge decidieron ir a buscar a sus familiares el domingo a eso de las 9:30 p.m., cuando estos debían estar celebrando el cumpleaños de Eladio y ya cumplían casi 12 horas sin comunicarse con su familia ni conectarse a sus redes sociales.

Cuando Eladio vio el carro de su hijo, César, estacionado al frente de la vivienda mientras conducía por la calle privada que lleva a la casa, sintió alivio. “Pensé que había tenido un problema mecánico”. Sin embargo, poco después, encontró el cuerpo de su hijo al lado de un chapulín (una de las máquinas que tenía Sandusky en su terreno) y, cuando se dirigió al pick-up de César, vio que ahí estaban Susan y Claudia, muertas por un impacto de bala en la cabeza. En la parte trasera del 4x4 yacía otro cuerpo.

Eladio relató la escena a Telenoticias este lunes: “Al gringo dueño de la finca lo quemaron totalmente con llantas, a otra persona la mataron en el cajón del carro para luego quemarla y a mi sobrino lo iban a incinerar porque tenía un montón de llantas encima, pero parece que no encontraron con qué prenderle fuego. Al hijo de mi sobrino también lo mataron y parece que trató de huir, pero no pudo”.

Además de los cuerpos, los autores de la masacre dejaron otras pistas en la propiedad. Había ventanas quebradas y puertas forzadas. Faltaba el equipo de trabajo que utilizaba César para sus arreglos y autoridades lograron identificar otros artículos que faltaban en la propiedad. Ahora, los forenses se enfrentan a un reto más grande: dar con los responsables de un crimen que no dejó testigos.

Con esta matanza, Puntarenas ya supera el número total de asesinatos del año 2020; en lo que va del año ya hay 90 fallecidos, cinco personas más que el año pasado. Las autoridades continúan indagando en el lugar de los hechos y ya está en curso una investigación para dar con los responsables.

Declaraciones de Walter Espinoza, director del Organismo de Investigación Judicial.

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