Por Johnny López 22 de diciembre de 2025, 17:55 PM

La Navidad es una época que ilumina, que reúne y que abraza. Un tiempo de encuentros, recuerdos y esperanza. Pero también puede convertirse en una de las pruebas más duras del amor, especialmente para una madre que ha tenido que despedir a su hijo.

En el hogar de doña Zeneida Pérez, la luz brilla distinto. Allí vivió Samuel, un niño valiente que luchó durante casi dos años contra un agresivo tumor cerebral. Samuel partió a los nueve años, el 13 de setiembre anterior, pero dejó una huella profunda que sigue habitando cada rincón de la casa y del corazón de su familia.

“Samuel era un niño fuerte, resiliente, era espectacular. Siempre presentó mucha madurez desde pequeño y era super inteligente”, recuerda su mamá, con la nostalgia aún a flor de piel.

La enfermedad le arrebató la vista, pero nunca la forma de mirar la vida. Samuel conservó intacta su capacidad de amar y de sostener a quienes lo rodeaban. En medio del cansancio y los efectos de los tratamientos, era él quien pedía no estar tristes, quien encontraba motivos para sonreír y para seguir adelante.

“Hay que decir que estamos bien”, decía Samuel cuando veía a sus padres decaídos por la enfermedad. “Siempre tuvo una actitud positiva”, rememora doña Zeneida.

Hijo único, Samuel fue el centro absoluto de la vida de sus padres. Cada decisión, cada esfuerzo y cada noche de desvelo estuvieron marcados por el deseo de verlo sonreír. El diagnóstico cambió por completo la rutina de la familia, pero también fortaleció un amor sin condiciones.

Durante su proceso, Samuel aprendió nuevas formas de vivir. Usó su bastón blanco, se adaptó a nuevas maneras de comunicarse y aprendió braille para seguir asistiendo a la escuela durante buena parte de su tratamiento. Nunca se rindió. Nunca dejó de creer.

En ese camino, la familia no estuvo sola. La Fundación Pollitos de Hierro los acompañó de manera integral, brindándoles apoyo emocional, nutricional y humano, y ayudando a Samuel a cumplir sueños aun en medio de la adversidad.

Uno de esos sueños fue celebrar su cumpleaños con una fiesta de Gokú. Ese día bailó, cantó y disfrutó sin parar. Decía, emocionado, que no podía creer que una fiesta tan increíble fuera para él. Fue un momento de luz que quedó grabado para siempre en la memoria de su familia.

Hoy, doña Zeneida se prepara para una Navidad distinta. No para despedir a Samuel, sino para recordarlo. Para honrar su vida, sus frases, sus risas y sus sueños. Será una Navidad atravesada por la ausencia, sí, pero también por la gratitud. Gratitud por cada instante compartido, por el amor vivido y por la fe que sigue sosteniendo a esta familia.

Puede repasar la historia completa en el video que está en la portada del artículo.

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