El emprendimiento que nació entre obstáculos y hoy endulza la vida de todo un distrito
Mariangel Muñoz dejó atrás el sueño de estudiar Medicina para criar a sus hijos y, desde su cocina, levantó Dulce Azul, un ejemplo de que los sueños también pueden cambiar de forma y seguir creciendo.
En Nances de Esparza, donde las mañanas llegan sin prisa y la vida se sostiene en detalles pequeños, una historia empezó a cambiar su rumbo casi sin avisar. Allí vive Mariangel Muñoz, una joven madre que alguna vez quiso ser médica y que vio cómo ese sueño, tan preciso y tan ordenado, se desdibujaba con la llegada de sus hijos. La vida, que no siempre pregunta, la obligó a detenerse.
Con dos niños que dependían por completo de ella, continuar con la carrera dejó de ser posible. Pero lo que para otros habría sido una puerta cerrada, para Mariangel se convirtió en la oportunidad de abrir otra distinta. Necesitaba aportar a su hogar, aliviar los gastos de su esposo y sostener a su familia. Así, casi como un experimento tímido, nació Dulce Azul.
Al inicio, la escena era muy distinta a la de hoy. Mariangel caminaba por las calles ofreciendo apretados, confiando en que cada venta sería un paso hacia adelante. Y lo fue. Su disciplina, su sabor y una intuición afinada para los detalles hicieron que su nombre comenzara a circular de boca en boca. Los pedidos crecían y con ellos, también su confianza.
Con el tiempo, Dulce Azul dejó de ser un intento y se convirtió en un proyecto con cuerpo y alma. Encargos de queques personalizados, rollos de canela que agotan rápido, postres para celebraciones pequeñas y grandes… la cocina de Mariangel se transformó en un taller donde la creatividad encuentra su espacio y la necesidad se convierte en sustento.
Para ella, este emprendimiento es mucho más que una fuente de ingresos: es la prueba de que la maternidad no cancela los sueños, solo los acomoda en otro orden. “Quería ayudar en la casa y demostrarles a mis hijos que siempre se puede salir adelante”, dice Mariangel, con una sonrisa que habla tanto como sus manos.
Hoy, Dulce Azul es sinónimo de sabor casero, trabajo honesto y constancia. Quienes quieran hacer un pedido pueden contactarla al 8606-1101 y llevar a su mesa un pedacito del sueño que ella hornea cada día.
En Esparza, Mariangel demuestra que los caminos cambian, sí, pero que la determinación —como el azúcar— tiene la capacidad de sostenerlo todo.
Repase el reportaje completo en el video que aparece en la portada de este artículo.

