Por Johnny López 10 de diciembre de 2025, 17:55 PM

En San Francisco de Dos Ríos vive una mujer que ha hecho un pacto silencioso con el tiempo. Se llama Adoración Soto, pero nadie la llama así: para su familia, sus vecinos y quienes la han visto caminar por décadas con paso firme, ella es simplemente Doña Dora. Este 2025 cumplió 100 años, un siglo de historias, de carácter y de una alegría que no se ha dejado domesticar por nada.

Vive sola en su casa, una vivienda que guarda memorias en cada rincón. Para entrar o salir debe subir y bajar más de 20 gradas, algo que a cualquier otra persona de su edad le parecería un imposible. A ella no. Lo hace como hace todo: con determinación y sin quejarse. Cocina, hace mandados, revisa cuentas y se asegura, lúcida y alerta, de que nadie le dé menos vuelto del que corresponde.

“Me fijo que no me den menos vuelto cuando compro algo”, dice entre risas, como si la disciplina también fuera una forma de juventud.

Alegría no le falta. Doña Dora canta, baila y teje. Teje con paciencia, baila con la ilusión intacta de una muchacha y canta como quien sabe que el cuerpo también necesita música para mantenerse en pie. La edad, en su caso, es apenas una cifra que no altera sus ganas de vivir.

Su familia está cerca —“aquí mismo, pero arriba”—, pero ella insiste en arreglárselas sola. Su independencia es un orgullo, una manera de recordarle al mundo que su fuerza no ha envejecido.

Coqueta y auténtica, Doña Dora nunca abandona el labial. Ese gesto sencillo, repetido cada mañana, es parte de su sello: una forma de mirarse al espejo y decir que cada día merece vivirse con elegancia, incluso en los años en que la mayoría solo piensa en descansar.

La historia de Doña Dora es la de una mujer que ha decidido no retirarse de la vida. Se mantiene activa, luminosa y obstinada. Una lección de dignidad para cualquiera que crea que el tiempo manda.

Puede repasar el reportaje completo en el video que aparece en la portada del artículo.

YouTubeTeleticacom