La Sele

Instrucciones para un México-Costa Rica

Uno, casi divertido, los ve, allá y acá, con esas ganas de tú a tú, la patria, las banderas, las cartas magnas, la superficial supremacía.

11 de junio de 2013, 2:58 AM

Llega la noche de cada cuatro años, con sus mismos guiones y casi su mismo equipaje, las dudas, los eruditos análisis, las remembranzas, el Verdugo de San José, la caída de Tenochtitlán, la siempre invicta, las imposibles formaciones, los movimientos por los costados, el control de la media cancha, las profecías, los miedos, las ganas de que suceda algo, algo, otra victoria tica que confirme que ciudad caída tiene tendones de Aquiles porque tampoco las murallas protegieron a Troya y Helena tampoco es la Serpiente Emplumada, una goleada mexicana para el lugar común de los cenzontles pájaros de cuatrocientas voces, el tequila, el cielito lindo, los mariachis, las ganas de gritar por enésima vez somos los Gigantes de la Zona, título por lo demás torpe, porque Gulliver y las Sirenas, otra vez lo mismo, como cada cuatro años, pero siempre distinto, se dice uno al darse cuenta de que esta película ya la vio, como esas de Pedro Infante en las que, irremediablemente, siempre muere el Torito y la Chorreada pierde la razón, Medea y carpintería en horario familiar, nosotros los ricos, ustedes los pobres, dicen acá con un desplante de nuevo millonario que nunca trae dinero en los bolsillos.

Uno, casi divertido, los ve, allá y acá, con esas ganas de tú a tú, la patria, las banderas, las cartas magnas, la superficial supremacía, las ganas de darse a pies por el orgullo nacional, que yo, ternura, soy el hermano mayor, que yo ya crecí, ternura, que ya te gané una vez y lo haré otra vez, verás, y así, pequeñas formas del juego, casi infantil, casi niño, la discusión vecinal, eso que llaman Concacaf, asamblea de pretensiones, de sueños interruptus, gritos mustios que terminan en silencios prolongados de dos terceras partes de la fase final, lo de siempre pero distinto, las estratagemas, los banquillos, las aristas, las pasiones, el glamuroso empate, equipos bipolares que se juegan la receta y el remedio en 90 minutos de tedio, de cuidados intensivos, precauciones ante el abismo, el ego que no se dobla, economía de puntos, tres, uno, nada, la victoria que sabe a seis y de visita como imprudente París que roba a la mujer del aqueo, la defensa del zócalo, los puntos que hacen la línea rumbo a Río, la siempre imprudente meta del quinto partido, la literatura de superación personal que se esconde como pétalo en el libro de la esperanza, roja o verde, tareas de expertos que lo saben todo, hasta el futuro que no se diferencia del pasado, partido de tiempo perdido, en el que se ventilan las carencias, la técnica, el pase, el desdoble, las básicas reglas del recibir y tener a quien pasar, la cercanía, las distancias cortas entre punto y punto de una geometría casi perfecta del más perfecto de los juegos, pero mexicanos y ticos insisten en el 4-3-3, en el 4-4-2, lecturas viejas de evangelios proscritos, el pelotazo, el pase a nadie, la lejanía entre mediocampista y central, canchas aglomeradas, sin orden, cortas y angostas, no es el estilo, dicen, lo que importa es ganar, el fin que justifica los medios, pero sin medios, orden sin progreso, su mini mundial, con sus gringos y sus jeans,

Uno se dice, así, aliviado, claro, cómo no lo he visto, la llegada de esta noche, como la de cada cuatro años, no es otra cosa de la llegada del mini mundial, visita recíproca, que si chiflan los himnos, que si las atenciones, que si la Guerra del Futbol, un mini mundial para una zona, la Concacaf, el mini clásico de pequeños porque otra cosa el otro mundial, en el que los gatos siguen comiendo ratones, y Darwin sigue hablando de especies y de positivismo, claro, repite uno, las instrucciones de un México-Costa Rica deben indicarlo claramente, los previos del partido sirven de poco, sobre todo cuando lo que importa es el marcador, el resultado final, la tabla, estar o no en el mundial, porque de depresiones mejor no hablar, puente de ambos lados, construido sobre el malestar ajeno, el impropio, el común, digan lo que digan, siempre ha sido igual.

Llega la noche de cada cuatro años y nada nuevo sucederá, no habrá Caída Azteca ni tragedia Tica, Costa maravillosa de altura y Rica, nada pasará, las derrotas y las victorias son obras del destino y no de la causalidad, aun así ticos y mexicanos estarán en Río, jugándose como nunca, como siempre, sus cuatro partidos…y Brasil como segunda casa de la algarabía y del delirio…Y así. 

Por: Mauricio Mejía. Nacido en Ciudad de México el 22 marzo de 1972. Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Director editorial de Ludensoffside.com.