Por Susana Peña Nassar |30 de enero de 2022, 8:00 AM

El abstencionismo en los procesos electorales es un fenómeno complejo: no se puede hablar de una sola causa, sino que son muchas las que convergen cuando se trata de explicar por qué los ciudadanos no salen a votar. 

En Costa Rica, hubo un momento clave que marcó el cambio en el comportamiento electoral: los comicios de 1998. ¿Qué pasó?, ¿por qué desde ese momento el abstencionismo ha registrado cifras “récord”?

Hugo Picado, magistrado del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), en una amplia entrevista con Teletica.com, se refirió a las teorías detrás del abstencionismo, el perfil de quienes no ejercen el sufragio y la situación del país en comparación a otras naciones.

Repase la entrevista completa a continuación.

Históricamente, ¿cómo se ha comportado el abstencionismo en Costa Rica?

La participación electoral y su contraparte, el abstencionismo, son fenómenos muy estables; es decir, que se mantienen en cifras parecidas durante periodos extensos. Claramente, podemos hablar de tres periodos, desde el año 53 a la fecha. El primero fue el de la posguerra, el de la década de los 60, donde el abstencionismo obtuvo su cifra récord en 1958 con un 35.3%. Anteriormente, en el año 53, el abstencionismo había sido del 32.8%. Este es un momento donde varios líderes políticos de la época de la Guerra Civil se encuentran en el exilio y donde hay partidos políticos, el Partido Comunista, que quedó proscrito después de la Guerra Civil, no se reintegra a la actividad política nacional hasta la década de los 70.

Luego hay un periodo bastante extenso, que es de una participación electoral muy alta. Es decir, que el abstencionismo baja del 35.3%, en 1958, a 19.1% en el 62. Desde ese año hasta 1994, se mantuvo bajo: su punto más bajo fue en las elecciones de 1970 con un 16.7%; es decir, más de un 80% de participación electoral.

A partir de 1998, hay un cambio y es el tercer periodo en el comportamiento electoral costarricense: se pasa de un 18.9% en las elecciones presidenciales y legislativas del 94 a un 30% en las elecciones de 1998; 31.2% en 2002, 34.8% en 2006, 30.9% en 2010, 31.8% en primera ronda de 2014 y 34.3% en primera ronda de las elecciones presidenciales de 2018.

¿Qué ocurrió en la elección de 1998? ¿Por qué el abstencionismo se mantiene en niveles “récord” desde ese momento?

El cambio en el comportamiento electoral tiene varias hipótesis, es un fenómeno multicausal. Siempre hay que apuntar a varias causas, que se pueden agrupar en dos grandes familias: factores técnicos y políticos.

Los primeros son más institucionales, características de la población, qué tan cerca están los centros de población, edad… Elementos que entre los periodos no tuvieron cambios significativos. Entonces, las causas de este incremento hay que buscarlas, más bien, en factores políticos. ¿De qué tipo? Cambio en el sistema de partidos, el desalineamiento partidario, que comienza a hacerse evidente del 94 al 98; es decir, el largo periodo entre el 62 y el 94 fue de un marcado bipartidismo, heredado de la Guerra Civil. Eran partidos muy arraigados en la cultura política costarricense y que se articulan en torno a líderes carismáticos de la década de los 40, particularmente el doctor Calderón Guardia y don Pepe Figueres.

Hay un elemento institucional, que no fue por reforma electoral, sino por jurisprudencia de Sala Constitucional que se introduce también en ese periodo y que puede llegar a explicar también estos cambios, y es que hay modificaciones en el modelo de financiamiento estatal a los partidos políticos: se elimina el financiamiento adelantado y los partidos políticos pasan a una realidad mucho más precaria, desaparecen los clubes partidarios permanentes en todas las regiones del país, se debilita muchísimo la función de formación de los partidos políticos.

Una explicación más sociológica: el agotamiento de la generación que vivió la Guerra Civil de 1948.

¿Hay un perfil de los abstencionistas costarricenses?

Hay varios factores que saltan a la vista en los estudios que venimos realizando con la Universidad de Costa Rica desde el año 2002. Son factores de carácter sociodemográfico, uno de ellos, muy importante, es el sexo: las mujeres votan más que los hombres en Costa Rica. No solamente son más mujeres en el padrón nacional electoral, también son más las que votan, entonces el peso electoral de las mujeres es importante.

La edad es otro factor relevante. No hay muchas diferencias con las tendencias que vemos a nivel de sistemas de democracias comparadas en América Latina, el mundo anglosajón y en Europa, donde se da, en un primer momento, un elector de 18 a los 30 años, que tiende a insertarse en la participación política electoral paulatinamente: hay un mayor abstencionismo y conforme avanza en la edad se va aumentando la participación electoral. A partir de los 30-35 años y hasta los 55, la participación electoral llega a sus niveles más altos y, a partir de los 60 años, en la medida en que la ciudadanía empieza a entrar en la tercera edad, paulatinamente el abstencionismo vuelve a crecer por motivos técnicos de salud.
Entonces, el abstencionista no es una persona adulta de edad media, sino un joven menor de 30 años o un adulto mayor con una edad superior a los 60 años.
 
Otro factor que salta a la vista es la relación urbano-rural. Aquí hay diferencias entre elecciones nacionales y municipales. En las elecciones presidenciales y legislativas, se abstiene más la persona de zona rural; pero esa característica es inversa en las elecciones municipales: el voto rural es porcentualmente más alto que el voto urbano. ¿Cómo estamos en comparación con otros países?

Costa Rica está en el promedio, es una democracia consolidada y trabaja con un sistema de no castigo al abstencionismo. En Suramérica es normal que emitan sanciones al que no vota, sanciones muy gravosas, en algunos casos son multas altas. En países como Ecuador, Perú, Bolivia, el que no va a votar no puede sacar licencia de conducir, pasaporte, no puede obtener un trabajo en el sector público. No somos comparables con estos países donde existen sanciones muy altas al que no vota.

¿Qué encontramos a nivel mundial? Las democracias de mucha tradición, las europeas, Francia, Inglaterra, España, Italia, Alemania… y las democracias anglosajonas, Estados Unidos, las democracias más longevas del planeta y de más estabilidad, muestran niveles de abstencionismo muy altos, más que el nuestro. En elecciones de Estados Unidos han estado entre el 50% y 60% de abstencionismo y en los países europeos tiende a ser mayor que en nuestro país; pero cuando nos comparamos con democracias más nuevas y sobre todo con democracias donde existen sistemas de castigo al abstencionismo, pues estamos en un punto intermedio.

En el panorama actual, la gran cantidad de indecisos, la gran cantidad de candidatos presidenciales, la pandemia… ¿De alguna forma podría influir en el abstencionismo?

El llamado del TSE a la ciudadanía es ejercer el voto y tenemos todo previsto. Ahora bien, usted señala algunos factores contextuales que pueden incidir en la participación electoral. ¿Qué nos demuestran la teoría y los estudios comparados?, ¿qué ha pasado en otros países? Bueno, aquí lo hemos podido notar también. Un tema importante es que, a mayor polarización, mayor participación política. Es decir, cuando las elecciones se ponen más calientes, cuando hay más polarización, la gente tiende a participar más. Eso lo vimos, por ejemplo, en las últimas elecciones de Estados Unidos (Joe Biden-Donald Trump): bajó el abstencionismo a niveles que no se veían hace 60 años.

Otro ejemplo clarísimo lo tenemos en Costa Rica, en 2018, cuando por primera vez, en segunda ronda, hubo mayor participación electoral que en primera ronda. 

El factor COVID-19 es importante. Siempre, en cualquier elección, hay personas que no van a votar, no porque no quieran, sino porque están enfermas. El TSE ha hecho un esfuerzo, desde los años 90, por abrir centros de votación, facilitando el voto a personas que están en centros hospitalarios, en centros de salud mental, albergues de adultos mayores, centros penitenciarios; pero siempre una persona que se enferme el día de las elecciones, de cualquier enfermedad, dependiendo de la gravedad, probablemente no irá a votar. 

La experiencia comparada que vemos con el COVID-19, en muchos casos ha incidido en una baja de la participación, sea porque hay personas enfermas o temerosas. Esto no siempre ha sido así, en las elecciones que se han realizado en el mundo, en contexto de COVID-19, tenemos casos como Estados Unidos, que la participación electoral aumento a niveles históricos.