¿Se acuerda de Rubí y su quinceaños? Ella cumple 16 años y su pueblo está olvidado y más pobre
La Joya está abandonada y sus 40 casas no cuentan con servicios básicos, a pesar de que sus autoridades habían prometido cambios sustanciales con la exposición mediática que tuvo por la celebración de la joven.

Sin agua potable, sin drenajes, sin electricidad ni centro de salud.
Así está el pueblo La Joya, el hogar de Rubí Ibarra, la joven que hace un año provocó un revuelo nacional e internacional con su celebración de los 15 años.
Si usted no se acuerda le contamos que hace poco más de un año apareció en Facebook la invitación del quinceaños; sus familiares pensaron que solo lo verían unos cuantos allegados.
Pero la invitación se viralizó y miles y miles de personas comenzaron a confirmar su asistencia, tanto así que hasta cadenas de noticias se trasladaron hasta este olvidado pueblo de San Luis Potosí para no perder detalles de la fiesta.
A la fiesta acudieron unas 60.000 personas, que no perdieron oportunidad en tomarse fotos con la afamada joven, quien recibió propuestas de Televisa y TV Azteca para convertirla en estrella de novelas.
También acudieron políticos -como el gobernador del estado- que no aprovecharon el boom mediático de Rubí para llevar aguas a sus rediles políticos.
En aquel entonces esas mismas autoridades prometieron mejoras importantes en este enclave polvoriento, de menos de 40 casas y escasos 200 habitantes, pero solo fueron eso... promesas.
A un año del cumpleaños no se prevé que haya fiesta por los 16 años de la muchacha, quien está enfocada en la carrera musical de su hija.
El pueblo está olvidado por completo; aquellos proyectos turísticos anunciados con bombos y platillos están en el olvido; el asfalto de las carreteras también está olvidado y los servicios esenciales... mejor no seguir con la lista.
Incluso, la única antena para telefonía celular que se instaló allí el día antes del quinceaños fue removida 24 horas. "Y hasta la quitaron de mal modo", relató al diario El Universal una vecina de este empobrecido enclave.
Los únicos que tienen más recursos son don Crescencio Ibarra -padre de Rubí.- y su familia: unos cabros, cabras y borregos para la venta. Y el señor confesó que no le gusta la ciudad y que por eso hace lo posible por regresar a su pueblo.
Pero en este lugar no hay mayor cosa: no tiene fuentes de trabajo, aunque sí muchos recuerdos de lo que pudo ser, pero no fue.