Mariana Uriarte: la mujer que bailó con miedo... y ganó
En entrevista con este medio, un día después de su triunfo en MQB, Mariana habla del abrazo de su familia, la fe que la sostuvo y de cómo el miedo también puede bailar cuando se enfrenta con amor.
El triunfo de Mira quién baila (MQB) tuvo, este año, un rostro emocionado que apenas podía contener las lágrimas cuando escuchó su nombre. “Es una mezcla de emociones… felicidad y nervios”, recuerda Mariana Uriarte en conversación con Teletica.com el día después de su victoria.
Asegura que nunca dudó de su comunidad, pero solo cuando la presentadora anunció a la ganadora sintió que todo lo vivido —cada ensayo, cada caída, cada domingo de ilusión— había valido la pena. “Fue sentir que Dios, mi familia y tanta gente que creyó en mí me estaban abrazando al mismo tiempo”.
Su victoria tuvo desde el primer día un propósito más grande que ella. Los $15.000 del premio serán destinados al Centro Canaan de Hogares de Rehabilitación Zoé, la fundación que acompañó la rehabilitación de su papá.
“Darles este premio significa llevar esperanza a más familias como la mía, que sueñan con ver a ese ser amado rehabilitado”, explica.
El centro trabaja con niñez, con familias en crisis y con personas en situación de calle; con este aporte, más niños recibirán alimento y más familias podrán acompañar procesos de recuperación que, como ella sabe, cambian vidas.
Para Mariana, que MQB llegara justo en medio del tratamiento de su papá fue una señal. “Nos ayudó a afrontar el proceso desde otra perspectiva”, afirma. Cada ensayo significó un respiro y, al mismo tiempo, una brújula. Su familia vivió el programa con ella; cada coreografía, cada domingo, era una chispa de alegría en días difíciles. “Ahí es donde entiendo que Dios todo lo tiene calculado y sus planes son perfectos”.
Pero su historia es también un renacer personal. Volvía al baile después de 15 años, tras una pausa marcada por inseguridades con su cuerpo, su talla y su imagen. MQB se convirtió en el espacio donde pudo romper sus propias barreras.
"Triunfé como mujer, pero también triunfó una comunidad de mujeres que me sigue y me apoya”, dice.
Su mensaje es claro: en una época en la que tantas mujeres se atacan entre sí, ella quiso demostrar que también existe luz, empatía y sororidad.
Bailó para su hija, para enseñarle que todo es posible. Bailó para su familia, para recordarles que incluso en medio del dolor se puede encontrar una nueva ilusión. Y bailó para el público, especialmente para quienes, como ella, han sentido alguna vez que no son suficientes. “Cada baile lo planeamos para impactar de alguna forma la vida de todos ellos. Y lo logramos”.
El día a día del programa fue un entrenamiento emocional y físico: “Mi cuerpo fue capaz de cosas que yo ni imaginaba. Cada día me sentía más fuerte, más capaz”. La disciplina transformó sus horarios, su forma de organizarse y su relación con el miedo. Cada “no puedo” se convirtió en un “claro que puedo”.
Por eso, su mensaje para las mujeres que la acompañaron en esta temporada (su “Team Mari”) es un abrazo extendido: que no permitan que nadie les diga que no valen, que no pueden, que no merecen. “Aunque tengan miedo, háganlo con miedo”, repite, segura de que esa frase resume su propio viaje.
Al cerrar MQB, Mariana no siente que termine un capítulo, siente que empiezan muchos otros. Quiere seguir conectada con el baile y con proyectos que la reten; fortalecer su faceta emprendedora con un propósito claro; y, sobre todo, ser una mujer presente para su familia. Su mayor anhelo es simple y profundo: cuidar su paz, caminar con gratitud y mantener la humildad intacta.
La noche de la final dejó un trofeo en sus manos, pero la verdadera victoria —la que ella siente en el pecho— fue otra: la certeza de que la fe, el amor y el movimiento pueden transformar la vida. Y que, cuando se baila con propósito, el escenario deja de ser un lugar: se convierte en un hogar.


