Por Deutsche Welle |7 de marzo de 2023, 17:20 PM

Gladys vive en Caibarién, una pequeña ciudad costera en el centro de Cuba. Desde hace dos meses, su hijo partió junto a otros jóvenes en una balsa rústica para intentar llegar a Estados Unidos. Desde entonces, no ha sabido nada de ellos. Maestra de profesión y jubilada hace una década, la mujer pasa sus horas revisando las redes sociales y llamando a la familia de los otros balseros desaparecidos para saber si tienen alguna noticia. Este 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, se hará más largo que de costumbre para ella: sin celebraciones ni risas.

"Allí, allí fue donde la mataron", señala un vecino de Camalote, en la provincia de Camagüey, cuando alguien indaga por Leidy Bacallao Santana, de 17 años. El pasado 3 de febrero la joven buscó refugio en la estación de Policía ante las amenazas de su exnovio, pero este la persiguió y terminó matándola con un machete frente a los uniformados. Desde que comenzó el año, 16 mujeres cubanas han muerto en agresiones machistas en un país donde la propaganda oficial se resiste a reconocer los feminicidios que enlutan a tantas familias. Desde el Gobierno solo se narran las historias de mujeres felices, realizadas y agradecidas con el sistema.

Con su bata blanca, Danurys sale cada mañana para su trabajo en un consultorio médico. Lleva solo unos meses de graduada y sueña con, más adelante, hacer una especialidad en pediatría. Esta semana no ha tenido nada para desayunar, a pesar de que los salarios del sector de la Salud Pública están entre los más altos del país. La devaluación del peso cubano y la subida del precio de los productos básicos, unidos a un desabastecimiento crónico y a la ineficiencia productiva del país, hacen que un pedazo de pan, un vaso de leche o un sorbito de café se hayan vuelto inalcanzables para el bolsillo de muchos.

La joven galena no quiere hacer las maletas y largarse, como lo hicieron más de 350.000 cubanos el año pasado, pero no sabe cuánto más podrá sobrellevar las estrecheces materiales y los bajos sueldos. No proyecta siquiera tener hijos en los próximos años: "Parir aquí no, eso lo tengo claro", concluye categóricamente.

Hace cien años, las abuelas de Gladys, Leidy y Danurys se lanzaban a las calles cubanas reclamando su derecho al voto, celebraban haber alcanzado la primera Ley del divorcio en la Isla tras décadas de exigencias, y plantaron batalla por la inclusión laboral y la dignidad salarial. Durante la primera mitad del siglo XX, el movimiento feminista en la Isla logró importantes reformas al Código Civil y reivindicaciones significativas en cuanto al matrimonio, la maternidad, el estudio y el trabajo. No fueron conquistas fáciles. Muchas de ellas dejaron sus lágrimas y sus energías en mítines, conferencias y protestas públicas, pero allanaron significativamente el camino.

Este año, un grupo de feministas cubanas decidió entregar una carta al Parlamento solicitando permiso para una manifestación pacífica. La Asamblea Nacional no aceptó la misiva y algunas de estas mujeres fueron posteriormente acosadas y detenidas. La represión las ha obligado a lanzar otra iniciativa: llevar durante esa jornada una cinta negra en la mano como muestra de luto, contra los feminicidios y a favor de una Ley Integral que proteja a las mujeres de la violencia de género. En las redes sociales se organiza una "marcha virtual" para sustituir la demostración física vetada por el oficialismo. Gladys, Danurys y los familiares de Leidy tendrán que conformarse con mostrar su indignación en internet. Por el momento, sus reclamos solo están permitidos en el espacio digital, pero un día recuperarán las calles. Falta poco.

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