Por Rodolfo González |8 de diciembre de 2020, 14:46 PM

Director de Teletica.com y del programa 7 días.

¿Quién no ha escuchado el cuento de Pedro y el Lobo? Un joven pastor cuidaba a un rebaño de ovejas pero se aburría profundamente. Un día de tantos tuvo una idea: gritar y pedir ayuda al pueblo cercano advirtiendo que un lobo estaba por devorar a sus protegidas.

“¡El lobo, el lobo!” gritó.

Poco después, aparecieron decenas de campesinos con picos, palas y cualquier cosa que les permitiera matar al animal, pero en lugar de encontrar al lobo, vieron al joven riendo a carcajada limpia al comprobar que todos cayeron en su broma de mal gusto.

Por supuesto que a los campesinos no les hizo nada de gracia y regresaron al pueblo.

Al día siguiente, el incauto joven repitió su guion.

“¡El lobo, el lobo!”, chilló con más fuerza que el día anterior. Su actuación resultó convincente, pues esta vez llegaron más campesinos armados hasta los dientes, pero ellos se encontraron nuevamente con la verdad: una vez más les habían tomado el pelo.

Al tercer día, mientras el joven tomaba su desayuno debajo de un árbol, logró ver a lo lejos, algo que le estremeció hasta los huesos: un lobo, tan grande como nunca antes había visto y se dirigía directamente al rebaño.

“¡El lobo, el lobo, el lobo!”, gritó. “El lobo, auxilio, el lobo”, volvió a gritar. Nadie llegó, pues, obviamente todos pensaron que se trataba de nuevo de una broma.

Durante mucho tiempo, hemos escuchado que la crisis fiscal en Costa Rica es insostenible. Las autoridades han explicado que está llegando a cifras que bien podrían parecer un lobo hambriento con enormes colmillos. Creo que se ha dedicado mucho tiempo a buscar luz verde de todos los sectores en lugar de tomar medidas. Eso, ha tenido un efecto negativo en algunos, pues ha provocado que muchos de esos sectores ya ni le presten atención, pero lo cierto es que el lobo está aquí: es enorme, devastador, implacable y nos va a comer si no logramos matarlo antes.

Sea que le disparemos con una bala de plata, le clavemos una estaca, le apuntemos con un cañón o con lo que sea, hay que acabarlo ya.

Estamos demorando demasiado tiempo en ponernos de acuerdo en definir con qué arma lo matamos, y no nos estamos dando cuenta que el animal está a un par de metros de nosotros… y tiene mucha hambre.