24 de noviembre de 2021, 9:00 AM

Henry Álvarez/ Coach, Orador, Consejero, Conferencista, Orientador familiar y matrimonial

“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales, con todo, yo me alegraré en Jehová. Y me gozaré en el Dios de mi salvación”, Habacuc 3:17-18.

Las imponentes palabras del profeta, inspiran sobremanera. La circunstancia no era menos alentadora. La escasez y ruina podrían ser inminentes. Perderlo todo y no obtener lo que se desea, es por demás abrumador. 

Pero el valiente Habacuc se determina, arribando a una contundente decisión, que parece inamovible y a la vez absurda e irracional. Él elige alegrarse y gozarse en su Dios. Un Dios por demás bueno, tierno y compasivo, que amoroso le escucha y le atiende. 

Habacuc no niega la realidad que podría vivir Judá, referido al fracaso de la cosecha y la muerte de los rebaños, lo que traería hambruna. El profeta no evade la gravedad de lo que podría ocurrir y tiene plena conciencia del impacto económico para las familias de la región.

Pero su confianza no está colocada en sus emociones, sino en su fe. Entiende que sus fuerzas no provienen de ninguna persona, sino en su Dios, quien le imparte la fortaleza necesaria para continuar su vida sin desfallecer.
Habacuc blinda su estado emocional a partir de una acción que está a su pleno alcance, gozarse y alegrarse.

La actitud del profeta es ejemplo e inspiración al género humano, en tanto se aleja del comportamiento común o generalizado de muchas personas que tienen por costumbre quejarse, manteniendo un reclamo perenne y un disgusto o desagrado por casi todo, especialmente por las circunstancias difíciles. Habacuc ofrece una forma diferente de atravesar los problemas de la vida, mediante la alegría.

En estos abrumadores y acongojantes momentos que vive la humanidad, tiempos de incertidumbre producto de la amenaza de un virus, es posible emular al profeta, acogiendo su estilo o manera de enfrentar la adversidad, acercándose al Señor para obtener de él, las fuerzas.

Es posible refugiarse en la fe sencilla de quien entiende que Dios sostiene y no abandona a sus hijos e hijas, es posible recurrir al Señor para obtener de él, auxilio y confortación en tiempos de tormenta, es posible serenarse y permanecer confiando en turbulencias.

Que, en estos días de agobio y preocupación, nuestra fe crezca, nuestras fuerzas sean renovadas, nuestra esperanza esté puesta en Dios y que nada nos apague la alegría y el gozo, tal como lo hizo Habacuc en medio de tan oscura amenaza. Que sus imponentes palabras sigan siendo tierna inspiración.

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