5 de abril de 2022, 8:49 AM

Bernal Fonseca - Empresario, comunicador, presentador y productor televisivo.

Debo confesar que mi camino a las urnas, el pasado domingo 3 de abril, fue la experiencia más compleja y agridulce que haya experimentado al votar. No es que en otras ocasiones haya sido sencillo porque sobreabundaban las posibilidades, sino que fue la oportunidad en la que se confrontaron la mayor cantidad de principios y valores de mi identidad individual y social con la de los candidatos.

Triste, así me sentí al finalizar mi elección. El país estaba terminando 180 días de poner a flor de piel lo que somos como sociedad; un lugar donde el “pura vida” se nos mimetizó de tal forma que somos capaces de manifestarnos en silencio, olvidando principios éticos, morales y progresos sociales.

Tal y como lo mencionaba el New York Times a pocos días de la elección, la decisión era entre una persona con investigaciones por corrupción y otra por acoso sexual. Triste, ¿no?

Cuando vi los resultados solo me quedé en silencio un buen rato, había que meditar en lo sucedido y estas fueron mis primeras ideas: nos secuestraron en un cuarto donde teníamos que salir de alguna forma y ninguna de las dos salidas era deseable, no era posible bajarle el tono a la gravedad de las manchas de cada candidato, ¡están manchados!, ¿ellos me representan?, ¿dónde están las nuevas generaciones de liderazgo político y social?, ¿qué pasó?

Entonces llegué a una de mis primeras conclusiones; vivimos en una sociedad donde mancillar a la mujer es válido. Yo no quiero un país donde una mujer –de verdad tengo un nudo en la garganta por el repudio que me genera escribir esto– sea objetivizada para obtener el ascenso político o venganza soñada.

La GAM y las zonas fuera de la GAM, esa división geográfica nos ha dividido en pensamiento y hecho desiguales, en oportunidades de trabajo, accesibilidad tecnológica, educación, progreso social y pensamiento colectivo. Un reflejo de ello fue que la victoria del señor Chaves estuvo fuera de la GAM, donde su mayor margen a favor radicó en Puntarenas, Limón y Guanacaste.

La elección está tomada, habló el soberano. ¡Uf!, ¿y ahora qué sigue?, esa fue la pregunta que me hice antes de apagar el televisor. Aunque me sigo haciendo un listado de preguntas al respecto, mi primer acercamiento para responder esa interrogante es que debemos sensibilizarnos de las realidades que nos rodean.

Comencemos por aprovechar las plataformas que tengamos al alcance para saber qué sucede en las comunidades más alejadas de las GAM y dentro de ella, encontrar la manera de escuchar sus problemáticas, capacitarnos a través de esas plataformas en derechos humanos, progreso social y liderar un esfuerzo país por elevar el nivel del pensamiento crítico y colectivo. Siempre habrá resistencia, pero no nos podemos cansar de dar la batalla por un país que progrese en sus realidades económicas, políticas y sociales.

Aclaro que, de haber sido un resultado diferente al aquí analizado, mi primera conclusión y en la que basé el texto hubiese sido: vivimos en una sociedad persuasible que lo olvidó todo. Estábamos secuestrados.

Les invito a crear criterio en conjunto compartiendo conmigo sus puntos de vista al correo [email protected] o a través de mi perfil en LinkedIn.