10 de agosto de 2022, 8:00 AM

MSc. Henry Álvarez/ Consejero familiar y matrimonial, conferencista.

La muerte inesperada de un ser querido puede despertar en nosotros olas de emociones y una profunda sensación de pérdida. Lloramos, nos dolemos y buscamos respuestas de cómo y por qué pudo pasar algo así. Y, tras el shock y la confusión inicial, comenzamos a sentirnos profundamente solos al ver el vacío que inevitablemente queda después de una muerte.

Pero por malo que parezca, el duelo es un proceso sano y necesario para recuperarnos de una pérdida repentina. Como dice Eclesiastés 3:4, “en la vida también hay tiempo de llorar”. Dolernos es una parte natural del proceso de superación. ¿Cuánto y por cuánto tiempo? Eso depende de cada persona y situación; no hay un tiempo definitivo cuando se trata de superar una pérdida.

Las cinco “etapas” del duelo

En su libro Sobre la muerte y los moribundos, la doctora Elisabeth Kübler-Ross describe lo que ahora se conoce como el “modelo Kübler-Ross” para enfrentar el duelo. La autora habla de cinco “etapas” que las personas usualmente experimentan al enfrentarse con la inminencia de su propia muerte, la muerte de un ser querido o alguna situación extrema. Sin embargo, ella misma reconoce que en algunos casos estas etapas pueden ser simultáneas o suceder en diferente orden, y que algunas personas pueden incluso saltarse algunas de ellas. Cada caso es único; las “etapas” nos son algo rígido, si no más bien aspectos del proceso de duelo.

Aunque el modelo Kübler-Ross es solo una de las formas en que podemos entender el duelo, analizar las cinco etapas que la doctora describe puede resultar muy útil:

Negación: Nuestra primera reacción ante una pérdida o una situación extrema probablemente sea pensar que “estamos bien”. No siendo aún capaces de aceptar la realidad, optamos por negar la gravedad del asunto y nos rehusamos a aceptar la pérdida, adoptamos una especie de mecanismo de defensa.

Ira: En algún momento, la negación pude dar paso a la ira. En esta etapa nos cuestionaremos cosas como “¿por qué a mí?” O pensaremos: “¡no es justo!”. Incluso es posible que demostremos nuestra ira con gritos e impaciencia.

Negociación: Esta etapa ocurre solo en ciertos casos. Cuando, por ejemplo, nos enteramos de que un familiar o amigo va a morir, puede que busquemos alguna manera de negociar con Dios. Tal vez le pidamos desesperadamente que salve la vida de la persona y a cambio le prometemos ser mejores personas, ir a la iglesia todas las semanas, hacer trabajos voluntarios y cosas similares.

Depresión: Quienes enfrentan su propia muerte o la pérdida de un ser querido seguramente pasarán por esta etapa. La depresión viene cuando, después de haber experimentado casi todo tipo de emociones, nos vemos sin esperanza de llenar el vacío. Nada vale la pena. Ya nada importa. Nuestro dolor nos lleva a pensar que no hay nada más que hacer y entramos en un estado depresivo; nos rendimos por completo, mental y emocionalmente.

Aceptación: Finalmente, llega el momento en que aceptamos la pérdida. El shock y la confusión ceden un poco y nos damos cuenta de que simplemente no podemos traer a la persona de vuelta (o cambiar nuestro destino, si es que enfrentamos la inminencia de nuestra propia muerte). Pero lo aceptamos, y continuamos con nuestra vida normal, viviendo un día a la vez.

Si usted es una persona que está viviendo la perdida de un ser querido, y siente que es difícil superarlo, mi recomendación es que busque ayuda profesional, y así poder elaborar el duelo y seguir adelante aun cuando esa persona que caminó con usted por muchos años ya no esté. Me pongo a su disposición si desea iniciar un proceso de elaboración de duelo. Puede conectarse conmigo al 8612-9136.

Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores corresponden únicamente a sus opiniones y no reflejan las de Teletica.com, su empresa matriz o afiliadas.