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La metamorfosis de la abogacía

Mientras los países avanzados evolucionan a sistemas educativos novedosos, basados en la biopedagogía y en las técnicas de mediación educativa, la enseñanza del Derecho, en 30 universidades de Costa Rica, es tristemente inservible.

27 de agosto de 2015, 5:15 AM

La abogacía de nuestra América Latina tienen un reto ineludible: el reto de la nueva praxis.

El desafío del ejercicio del derecho, desde la judicatura o desde el bufete, basado en la búsqueda permanente de la justicia.

Los aparatos judiciales de nuestros países están trabados, herrumbrados e inservibles. No son capaces de solucionar los conflictos que afectan a cientos de miles de nuestros compatriotas. Su capacidad de respuesta es ridícula frente a la demanda social de justicia. Y, si sumamos la corrupción y la politiquería, el panorama se torna sombrío.

Los programas de estudio de todas las universidades de Costa Rica -y no creo que las del resto de nuestra América sean diferentes- fueron diseñados hace más de 50 años.

Antes de las computadoras.  Antes de la informática jurídica. Antes de internet. Antes de los teléfono inteligentes. Antes de las grandes bases de datos jurídicos en la nube. Tenemos programas académicos obsoletos e insuficientes, basados en la memorización de normas, sin mayores componentes de racionamiento y comunicación jurídica.

Basta leer los alegatos de la gran mayoría de los letrados, de los fallos de las Salas de la Corte y de los Tribunales para darnos cuenta de la profunda brecha que se ha ido hundiendo entre la justicia burocrática y el anhelo de nuestros pueblos.

Es inexplicable que, mientras los ordenamientos jurídicos contenidos en la grandes bases de datos son de simple acceso, los profesores de derecho siguen repitiendo los mismo esquemas de enseñanza de hace cinco o más décadas.

Mientras los países avanzados evolucionan a sistemas educativos novedosos, basados en la biopedagogía y en las técnicas de mediación educativa, la enseñanza del Derecho, en 30 universidades de Costa Rica, es tristemente inservible. 

Mientras las universidades, serias o no, no entiendan que la abogacía es una mezcla sutil de ciencia y arte, que tiene como fin el convencimiento de un tribunal o jurado, con una argumentación ética y jurídicamente válida, no hay ninguna posibilidad de evolución de nuestra justicia.

Con Internet y con la informática, la memoria de los togados pasó a un plano inferior. Hoy por hoy, lo crucial es aprender a pensar como abogados. Aprender a comunicarse -verbalmente y por escrito- como juristas ética y técnicamente valiosos.

La misión de nuestras universidades, en este momento, va mucho más allá de expedir diplomas de licenciatura y posgrado suscritos por la seriedad académica. De ser así, simplemente, estarían otorgando patentes para vivir de una profesión que busca reciclarse.