Por BBC News Mundo |6 de febrero de 2023, 17:11 PM
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En la tarde del 16 de septiembre de 2022, Zin Nwe Phyo se alistaba para una nueva jornada escolar y estaba feliz porque iba a estrenar un par de sandalias que su tío le acababa de regalar.

La niña de 9 años le preparó al tío un café, se puso su calzado nuevo y salió para la escuela, que estaba a unos 10 minutos a pie en la localidad de Let Yet Kobe, en el centro de Myanmar.

El tío recuerda que poco después divisó dos helicópteros sobrevolando la zona que, tras dar un par de vueltas, súbitamente comenzaron a disparar.

Mientras tanto, Zin Nwe Phyo se acomodaba junto a sus compañeros del salón de clases y alguien empezó a gritar que las aeronaves se dirigían hacia ellos.

Entonces, mientras buscaban un lugar donde esconderse e intentaban pedir auxilio, varios cohetes y municiones impactaron en el colegio.

"No sabíamos qué hacer. Al principio no oí el sonido del helicóptero, solo escuché las balas y las bombas sobre la escuela", cuenta un maestro, que estaba dentro de un salón de clases cuando comenzaron los ataques aéreos.

"Los niños que estaban dentro del edificio principal empezaron a salir, tratando de esconderse", relata otro maestro.

Él recuerda que con sus estudiantes logró refugiarse detrás de un gran árbol de tamarindo.

"Dispararon a través de las paredes, alcanzaron a los alumnos. Los escombros que salieron volando del edificio principal hirieron a otros niños y niñas en el edificio contiguo. Hubo grandes agujeros en la planta baja", señala otro testigo del ataque.

Pertenencias en el piso de la escuela Let Yet Kone después del ataque
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Pertenencias en el piso de un salón de clases que quedaron después del ataque aéreo.

Los responsables del ataque eran dos poderosos helicópteros Mi-35 de fabricación rusa, que se conocen con el apodo de "tanques voladores" o "cocodrilos" por su apariencia siniestra y potente blindaje.

Estos artefactos de guerra llevan consigo un arsenal impresionante, que incluye un cañón de disparo rápido y un lanza-cohetes, que tiene un efecto devastador cuando se utiliza contra civiles, vehículos e incluso edificios pequeños.

Desde que se produjo el golpe de Estado que depuso al gobierno de facto liderado por Aung San Suu Kyi, hace dos años, los ataques aéreos se han vuelto una nueva y mortal táctica en el marco de una guerra civil que se extiende por todo el país.

Los ataques son perpetrados por una flota que se ha incrementado hasta en 70 unidades, compuesta principalmente por aeronaves fabricadas en Rusia y China.

Es difícil calcular cuántas personas han muerto en este tipo de ataques aéreos porque el acceso a la información dentro de Myanmar es limitado, lo que ha hecho que el número real de víctimas no sea accesible para el resto del mundo.

La BBC logró hablar con testigos, residentes y familiares a través de una serie de llamadas telefónicas para saber más de este ataque a la escuela.

De acuerdo a esos relatos, los disparos continuaron durante más de 30 minutos, lo que causó la destrucción de edificaciones en las inmediaciones.

Tras esto, grupos de soldados descendieron de otros helicópteros, hicieron salir a quienes estaban escondidos y les hicieron acostarse sobre el suelo. Se les ordenó que no miraran para arriba o, de lo contrario, serían asesinados.

En ese momento los soldados comenzaron a preguntar sobre la presencia de fuerzas de oposición en estas localidades.

Zin Nwe Phyo y Su Yati Hlaing
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Zin Nwe Phyo, de 9 años (izquierda) y Su Yati Hlaing, de 7.

Dentro del edificio principal de la escuela había tres niños muertos. Uno de ellos era Zin Nwe Phyo. Los otros, Su Yati Hlaing, de 7 años, y su hermana mayor, que fueron criados por su abuela.

Sus padres, como muchos otros habitantes de la localidad, se habían mudado a Tailandia para encontrar trabajo.

Otros menores estaban heridos, algunos con lesiones serias que incluían la pérdida de extremidades.

Entre ellos estaba Phone Tay Za, de 7 años, que estaba llorando de dolor.

Los soldados usaron bolsas de basura para recoger los miembros desperdigados en el lugar. Al menos 12 personas, entre profesores y estudiantes heridos, fueron montados en dos camiones y conducidos al hospital más cercano, en la localidad de Ye-U.

Dos de los niños murieron allí a las pocas horas.

En los campos cercanos al poblado, un adolescente y seis adultos fueron masacrados por los soldados.

Este es un país que lleva mucho tiempo en guerra interna. Las fuerzas armadas birmanas han luchado contra distintos grupos insurgentes desde su independencia, en 1948.

Pero siempre ha sido un conflicto armado de baja tecnología, que generalmente ha involucrado el despliegue de tropas de infantería y una interminable lucha por el territorio en las zonas en disputa, muy parecida a la guerra de trincheras que se vivió hace más de un siglo.

Fue en 2012 en el estado de Kachin, poco después de que la fuerza aérea birmana obtuviera su primer Mi-35, cuando los militares comenzaron a recurrir a los bombardeos para su lucha contra los insurgentes.

Sin embargo, desde el golpe de febrero de 2021, el ejército ha sufrido numerosas bajas en emboscadas organizadas en las carreteras por las llamadas Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF, en inglés), milicias que se establecieron después de que la junta militar aplastara las protestas pacíficas en su contra.

Por eso ahora han centrado su estrategia en los ataques por aire, utilizando aeronaves que sirven para perpetrar ataques terrestres o en operaciones como la de Let Yet Kone, donde las naves destrozaron los objetivos antes de que los soldados llegaran para matar o capturar a los miembros de las fuerzas de oposición.

Los ataques aéreos en Myanmar se han vuelto más frecuentes

Hasta el momento se han registrado más de 600 ataques aéreos militares entre febrero de 2021 y enero de 2023, de acuerdo a la investigación hecha por la BBC sobre la base de los datos entregados por el grupo Acled, experto en la recolección de este tipo de información.

Los muertos por estos ataques aéreos también son difíciles de estimar.

De acuerdo al Gobierno de Unidad Nacional (NUG, por sus siglas en inglés), que actúa en la clandestinidad y lidera la oposición al régimen militar, han dejado 155 personas muertas entre octubre de 2021 y septiembre de 2022.

Los grupos de resistencia no cuentan con los recursos para defenderse ante avances de este tipo. Han intentado adaptar drones de uso doméstico para lanzar pequeños explosivos sobre vehículos militares y puestos de control, pero con efectos muy limitados.

No queda claro por qué los militares atacaron Let Yet Kone. Es un poblado pobre de cerca de 3.000 habitantes, la mayoría de ellos dedicados al cultivo del arroz. Está ubicado en una zona en el centro de Myanmar, que permanece seca la mayor parte del año a excepción de la temporada de monzones.

Está situado en un distrito llamado Depayin, donde la resistencia al golpe de Estado ha sido fuerte. En Depayin se han registrado muchos choques armados entre el ejército y el PDF, aunque nunca, como lo han señalado varios testigos, en Let Yet Kone.

Al menos 112 de los 268 ataques reportados por el NUG fueron en el sur del estado de Sagaing, al que pertenece Depayin.

Un vocero del gobierno militar señaló tras el ataque a la escuela que los soldados habían viajado a esta localidad para verificar la presencia de miembros del Ejército Independentista de Kachin (KIA, por sus siglas en inglés) o del PDF, cuando fueron agredidos desde la escuela.

Esa afirmación ha sido refutada por cada uno de los testigos con los que habló la BBC. Además, los militares no han entregado evidencia de la supuesta presencia de insurgentes dentro de la escuela.

Dicho colegio había sido construido solo tres meses antes, dentro del monasterio budista en el norte de la localidad. Unos 240 menores asistían a clase allí.

Los residentes le dijeron a la BBC que este es uno de los más de 100 colegios en Depayin manejados por las comunidades que se oponen al régimen militar.

Los maestros y trabajadores de la salud estuvieron entre los primeros adherentes del movimiento de desobediencia civil tras el golpe.

En uno de los primeros -y ampliamente apoyado- actos de rechazo contra los militares, los trabajadores estatales prometieron que no cooperarían con el nuevo gobierno militar.

Aviones Myanmmar
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Como resultado, muchas escuelas y centros médicos ahora están a cargo de las comunidades, no del gobierno.

La madre de Phone Tay Za dice que escuchó los disparos y las explosiones alrededor de 30 minutos después de haber visto a su hijo partir hacia la escuela. Pero, al igual que el tío de Zin Nwe Phyo, supuso que no podía ser el objetivo de los helicópteros de combate.

"Después de que los disparos del helicóptero se terminaron, me dirigí hacia la escuela. Vi niños y adultos en cuclillas en el suelo con la cabeza hacia abajo. Los soldados pateaban a los que se atrevían a voltear la cabeza hacia arriba".

Le rogó a los soldados que la dejaran buscar a su hijo. Ellos le negaron el paso. "A ustedes les importa cuando les disparan a los suyos, pero no cuando nos pasa a nosotros", le dijo uno de los militares.

Luego escuchó a Phone Tay Za llamándola y la dejaron ir hacia él dentro del salón de clases en ruinas.

"Lo encontré en un charco de sangre con los ojos parpadeando lentamente. Me dijo: 'Mamá, mátame, por favor'. Le dije que iba a estar bien. 'No vas a morir'", recuerda.

"Lloré mucho y comencé a gritar, '¿Cómo te atreves a hacerle esto a mi hijo?'. Todo el recinto del monasterio estaba en absoluto silencio. Un soldado me ordenó que no gritara y que me quedara quieta donde estaba. Así que me senté en el salón de clase durante unos 45 minutos con mi hijo en brazos. Vi los cadáveres de tres menores. No sabía de quién eran esos niños. No podía mirarlos a la cara", dice.

Phone Tay Za murió poco después. Los soldados se negaron a que su madre se quedara con su cuerpo y se lo llevaron. Los cuerpos de Zin Nwe Phyo y Su Yati Hlaing también fueron tomados por los militares, antes de que sus familias pudieran verlos, y luego fueron quemados en secreto.

A 1.000 kilómetros de distancia, en Tailandia, los padres de Su Yati Hlaing estaban trabajando en sus turnos en la fábrica de componentes electrónicos cuando se enteraron de que los militares habían atacado la aldea.

Padres de Su Yati Hlaing
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Los padres de Su Yati Hlaing estaban trabajando en Tailandia con la esperanza de ganar lo suficiente para darle una vida mejor.

"Mi esposa y yo estamos en completa agonía. No podemos concentrarnos en el trabajo", señala el padre.

"Fue hacia las 2.30 de la tarde que nos informaron, por lo que no pudimos dejar lo que estábamos haciendo. Seguimos trabajando, con el corazón destrozado. Los compañeros nos preguntaban si estábamos bien. Mi esposa no aguantó más. Ese día no hicimos horas extras y le pedimos permiso al jefe para que nos dejara ir a nuestro cuarto", agrega.

Después llegó la noticia de que su hija había muerto.

El ataque en Let Yet Kone causó fuerte revuelo internacional, pero los bombardeos aéreos continuaron.

El 23 de octubre, las aeronaves militares atacaron con rockets a los asistentes a un concierto en el estado de Kachin, que conmemoraba el aniversario de la fundación del grupo rebelde KIA.

Los sobrevivientes reportan que hubo tres explosiones dentro de la multitud que se había reunido para el evento, que causó la muerte de 60 personas, entre quienes estaban un comandante del KIA y un cantante conocido.

Y se cree que mucho más murieron en los días siguientes a raíz del bloqueo terrestre que impusieron los militares y que evitó la evacuación de los heridos.

Después de 2 días de combates en Mobyae, soldados de las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF) limpian el área en la ciudad de Mobyae, estado de Kayah. El 8 de septiembre, comenzó una ronda de combates entre el Ejército de Myanmar y las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF) en Mobye, estado de Kayah.
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Las milicias voluntarias han infligido muchas bajas a las fuerzas militares birmanas.

En el otro extremo del país, la fuerza aérea bombardeó una mina de plomo en el sur del estado de Karen, cerca de la frontera con Tailandia, donde murieron tres mineros y otros ocho terminaron heridos el 15 de noviembre pasado.

El vocero del gobierno militar justificó el ataque alegando que la minería era ilegal y en un área controlada por el grupo insurgente Unión Nacional de Karen.

Y el mes pasado, la fuerza aérea bombardeó la base principal de otro grupo rebelde conocido como el Frente Nacional Chin, cerca de la frontera con India. También lanzó ataques aéreos que alcanzaron dos iglesias en el estado de Karen y dieron muerte a cinco no combatientes.

Esta mayor capacidad para la guerra aérea se sostiene con el apoyo continuo de Rusia y China tras el golpe, incluso pese a que muchos otros gobiernos decidieron cortar lazos con el régimen militar de Myanmar.

Rusia, en particular, ha dado un paso al frente para convertirse en el patrocinador extranjero más fuerte.

Los equipos rusos, como el Mi-35 y los aviones Yak-130, son fundamentales para la campaña aérea contra los insurgentes. China ha suministrado recientemente modernos FTC-2000, aviones que también son muy adecuados para ataques terrestres.

El elevado número de muertos en este tipo de ataques ha llamado la atención de los investigadores de crímenes de guerra.

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Las fuerzas armadas de Myanmar han sido acusadas de tales delitos en el pasado, a menudo abusos por parte de tropas terrestres, particularmente contra los rohingyas en 2017.

Pero el uso de este poderío aéreo trae consigo nuevos tipos de atrocidades.

Para los sobrevivientes de Let Yet Kone, la pesadilla no terminó el 16 de septiembre.

Dicen que muchos de los niños y niñas y algunos de los adultos siguen afectados por lo que vieron ese día. Desde entonces el ejército ha atacado otras tres veces la localidad y ha quemando muchas de las casas.

Esta es una comunidad pobre. No tiene los recursos para reconstruir y, sobre todo, no sabe cuándo volverán los soldados y lo quemarán todo de nuevo.

"Los niños lo son todo para sus padres. Al matarles los hijos, los militares los han aplastado mentalmente. Y debo decir que lo han logrado. Incluso para mí, necesitaré mucha motivación para continuar la lucha revolucionaria ahora", dice un líder de la comunidad.

Los padres de Su Yati Hlaing todavía están en Tailandia y no pueden regresar tras la muerte de su hija. No pueden pagar el costo del viaje ni correr el riesgo de perder sus empleos en la fábrica en la que trabajaban con la ilusión de darle un futuro mejor a su hija.

"Me había imaginado muchas cosas. Soñaba que cuando finalmente volviera, iba a vivir feliz con mis hijas, les cocinaría lo que quisieran. Quería que fueran sabias y educadas, tanto como nosotros, sus padres, somos incultos", explica la madre.

Y añade: "Todos esos niños estaban a punto de comenzar su viaje. Mi hija ni siquiera recibió nuestro cariño y nuestro calor, porque estuvimos tanto tiempo lejos. Ahora, ella se ha ido para siempre".

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