Los 100 empleados del aeropuerto de Los Ángeles que viven en su estacionamiento
Empezó como una estrategia tímida de quienes querían evitar los largos trayectos desde el trabajo a sus casas y terminó por convertirse en una congregación de decenas de caravanas que forman una inusual comunidad en el aeropuerto internacional de Los Ángeles.
Ojalá tuviera una cama y una ducha en la oficina.
Es un deseo que muchos de nosotros hemos tenido después de una larga jornada de trabajo ante la idea de tener que madrugar al día siguiente.
Créanme que un sofá-cama no nos hubiera venido mal a muchos de nosotros durante este agitado proceso electoral en Estados Unidos.
Pero lo que para la mayoría no pasa de ser una broma o un lamento, para más de 100 empleados del aeropuerto internacional de Los Ángeles (LAX) se convirtió en realidad.
Cansados de sus largos trayectos para llegar a sus hogares o abrumados por el alto precio de los alquileres en California, decidieron instalarse en el estacionamiento del aeropuerto.
Y las autoridades del aeródromo lo permitieron.
Casas rodantes
Entrar en esta zona del tercer aeropuerto más transitado de Estados Unidos es como llegar a un común parque de caravanas o casas rodantes.
Este tipo de comunidad se ve con frecuencia en los barrios menos favorecidos de las ciudades estadounidenses o en lugares de vacaciones.
Este lugar, sin embargo, llama la atención por la particularidad de sus residentes: todos ellos trabajan en algún sector de la industria de la aviación.
Hay pilotos, copilotos, asistentes de vuelo, mecánicos, trabajadores de las empresas de carga de mercancías y personal que trabaja en el aeropuerto.
El rugido de los aviones que sobrevuelan las viviendas a pocos metros de altura también es algo distintivo.
Pero los habitantes de esta peculiar organización urbana parecen acostumbrados.
"Este es el precio de ser piloto hoy día", le dice a BBC Mundo Todd, un hombre de 45 años que trabaja para la aerolínea Alaska Airlines.
Su esposa y su hijo de 7 años viven en Fresno, una ciudad situada a unas 4 horas de Los Ángeles en auto.
"Quise ser piloto toda mi vida. Esto puede ser horrible, pero tengo que proveer para mi familia y me fascina pilotar", explica.
Efectivamente, el paisaje puede resultar desolador: a escasos metros de la pista sur del aeropuerto, el conjunto de caravanas blancas o beige sobre el asfalto no es un ejemplo de belleza urbanística.
Todd gana unos US$70.000 al año y vive en un tráiler del año 1973 que era de su padre.
Las ventanas las tiene tapadas con papel oscuro para poder dormir de día. Hace deporte en un gimnasio cercano y se ducha allí para ahorrar agua.
Pero al menos él tiene una familia a la que ve con relativa frecuencia y que compensa sus ratos de soledad.
Otros están solos.
"La industria de la aviación tiene un alto índice de divorcios", señala un hombre que prefiere no ser identificado.
"Estamos siempre viajando, siempre lejos de casa", añade, aunque no se queja, dice que le fascina vivir así, lo lleva haciendo desde hace casi 11 años.
Más de 10 años de existencia
Ese es el tiempo que ha pasado desde que las autoridades del aeropuerto decidieron formalizar una situación que había surgido por iniciativa propia de algunos trabajadores.
Afectados por la crisis económica de 2008 y por el declive de la aviación comercial, se dieron cuenta de que no merecía la pena ir y volver cada día a su casa, en algunos casos situada a cientos de kilómetros de Los Ángeles.
Así empezaron a surgir racimos de caravanas esparcidos por los distintos estacionamientos del enorme aeródromo hasta que las autoridades congregaron las casas rodantes en el aparcamiento B.
Sus residentes presumen de su excelente organización: los potenciales vecinos tienen que postular para poder instalar allí su caravana, presentar su historial de antecedentes y obedecer un estricto código de conducta en cuanto a higiene y emisión de ruidos.
Sin olvidar, por supuesto, el requisito primordial, trabajar en una compañía aérea o empresa que funcione en el aeropuerto.
Posible desalojo
Sin embargo, el futuro de la comunidad no está garantizado,
La entidad que gestiona el aeropuerto, Los Angeles World Airports, ya no está tan tranquila con la existencia de esta inusual urbanización y se está planteando desalojarla.
Sus habitantes, que pagan menos de US$100 al mes por el espacio que ocupan, no se alteran.
Saben que es una forma de vida temporal y están dispuestos a aprovecharla mientras dure.