POR María Jesús Rodríguez | 20 de noviembre de 2025, 12:27 PM

Costa Rica ha construido buena parte de su identidad a partir de su agricultura. Durante generaciones, los productores han sido el sostén de la seguridad alimentaria del país y guardianes de un oficio que se transmitía de padres a hijos casi como un deber moral. Sin embargo, ese relato enfrenta hoy fisuras profundas.

La producción de cebolla y papa, dos cultivos emblemáticos, atraviesa una crisis marcada por tres factores que avanzan al mismo tiempo: la pérdida de mano de obra joven, la presión creciente de las importaciones y el impacto cada vez más severo del clima.

En distintas regiones del país, las fincas han comenzado a quedarse sin sucesores. Lo que antes era un camino natural —continuar la actividad agrícola familiar— ha dejado de serlo. Muchos jóvenes prefieren empleos urbanos o formarse en sectores donde la estabilidad económica parece más cercana. Como resultado, familias enteras están abandonando una práctica que, durante décadas, fue parte inseparable de su identidad.

A esta realidad se suma la fuerza de las importaciones. El ingreso de cebolla y papa provenientes de otros mercados ha debilitado al sector local, que opera con mayores costos y menor capacidad para competir en precio. Para muchos productores, la ecuación se ha vuelto insostenible.

El clima cierra el triángulo de dificultades. Según datos del Instituto Nacional de Seguros (INS), las indemnizaciones por daños agrícolas superan los ¢204,9 millones en lo que va del 2025, lo que representa un aumento del 9,6 % respecto al año anterior. Cada cifra es un cultivo perdido, un ingreso frustrado, un nuevo retroceso para un sector que ya operaba con márgenes reducidos.

Esta combinación de factores no solo amenaza la producción, sino también la continuidad de una tradición agrícola que ha marcado profundamente la vida rural del país. En un intento por sensibilizar al consumidor, algunos productores proponen un ejercicio sencillo: comprar dos cebollas —una nacional y una importada— y compararlas. La cebolla tica hace llorar los ojos, dicen. Y en este caso, ese gesto tan doméstico es sinónimo de calidad.

La pregunta de fondo es cuánto tiempo más podrá sostenerse un sector que, históricamente, alimentó a Costa Rica y hoy compite con un contexto que parece moverse en su contra.

Repase el reportaje completo en el video que aparece en la portada de este artículo.

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