POR Diana Vásquez | 3 de diciembre de 2025, 18:45 PM

Cuando Paola Cruz decidió emprender, no buscaba únicamente una segunda fuente de ingresos. Había algo más íntimo, más antiguo, latiendo detrás de la idea: la necesidad de sostener una memoria. Así nació Rompopes y Cremas Don Nino, un proyecto que lleva el nombre del abuelo de su hija, una figura que dejó un recuerdo cálido, casi como un abrazo servido en vaso. Paola entendió que allí había un camino: unir tradición, afecto y una pasión profunda por la gastronomía artesanal.

Aunque la Navidad parece ser el escenario natural de los rompopes, ella trabaja durante todo el año para que sus productos mantengan su esencia. Las cremas de maní e higos se han convertido en favoritas, elaboradas con un proceso completamente natural y recetas que Paola afina con dedicación. Nada aquí es improvisado: cada lote se prepara a mano, en un ritmo que respeta el tiempo, las cantidades y la historia que inspiró el proyecto.

Con el paso de los años, Rompopes y Cremas Don Nino dejó de ser solo un emprendimiento para convertirse en una tradición —primero familiar, luego colectiva—. Para muchos clientes, estos sabores ya forman parte de la mesa, de los rituales de cada celebración, de ese espacio donde lo cotidiano se encuentra con lo entrañable. Quienes deseen hacer pedidos o conocer más sobre sus productos pueden encontrarlos en redes sociales como Rompopes y Cremas Don Nino.

Al final, Paola logró lo que buscaba: que un nombre querido siguiera vivo. Y lo hizo a través de sabores que se quedan, que acompañan, que cuentan una historia.

Repase el reportaje completo en el video que aparece en la portada del artículo.

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