POR AFP Agencia | 13 de abril de 2022, 5:49 AM

Utilizando una máquina de café prestada, el barista ucraniano Ivan Demchenko, de 19 años, sirve cafés y cortados a través de una ventana, frente a la cual los clientes hacen cola.

Seis días después de que él y dos amigos comenzaron a vender café desde una ventana en la ciudad occidental de Leópolis, la fama del puesto se propagó y comenzaron a quedarse sin sus pasteles de pollo y de piña.

Algunos clientes publicaron en redes sociales que los jóvenes emprendedores del destrozado entorno de Kiev habían abierto el negocio, y muchos querían ayudarles.

Entre pedidos, Demchenko narró cómo él y su amigo Serhii Stoian, de 31 años, huyeron de Kiev en los inicios de la invasión rusa del 24 de febrero.

Después de semanas como voluntario en Leópolis para ayudar a otros desplazados, él y Stoian se quedaron sin dinero y decidieron buscar empleo.

"Solo encontré un empleo", recordó Demchenko, un estudiante de ciencias políticas. Pagaba el equivalente de 15 dólares por una jornada de 12 horas. 

Stoian, un emprendedor digital y YouTuber tuvo otra idea.

Nada qué perder

Antes de la guerra, los dos trabajaron en un café de Bucha, uno preparaba el café y el otro hacía los pasteles.

Stoian ha soñado con vender sus pasteles en su ciudad de Irpin, pero no tenía recursos y le daba miedo enfrentar pérdidas.

"Pero ahora no tenemos nada que perder", comentó.

Sin dinero para pagar arriendo y apenas suficiente para comprar ingredientes, abrieron el café Kiit, nombrado así por el gato que Stoian debió dejar atrás.

"La gente de Leópolis ayuda mucho. Nos dieron casi todo lo que ves aquí", comentó señalando un microondas y cartones donados de leche de avena.

Su amiga Daryna Mazur, de 21 años, estudiante de matemática, llegó después de un breve exilio en Polonia y ahora les ayuda.

"Yo iba a ser programadora pero estoy aquí horneando pasteles", comentó.

La invasión rusa de Ucrania ha desplazado a más de 10 millones de personas dentro y fuera del país, según la ONU.

Muchos partieron con poco más que una o dos mochilas, abandonaron sus casas, pertenencias, mascotas y empleos.

Miles han muerto en el conflicto y pueblos enteros han sido devastados, incluyendo aquellos donde vivían Stoian y Demchenko.

Este último dijo que tenía suerte de escapar antes de la ocupación rusa de su ciudad, Borodyanka.

Sus padres y su hermana de 12 años apenas lograron salir vivos una semana después de él.

Su apartamento fue destruido, dijo. De la casa familiar, nadie sabe qué quedó después del saqueo.

Stoian dijo que regresó a Irpin, donde encontró su apartamento sin ventanas y señales de que alguien había hurgado adentro.

Kiit, su querido gato, no apareció por ningún lugar.

Por el contrario, se sorprendió al encontrar a un vecino vistiendo uno de sus buzos. No sabe cómo lo encontró.

Apoyar la economía

Pero en el ajetreado centro de Leópolis, los clientes llegan al mostrador del café y miran el menú encima de unos narcisos.

Olga Milkhasieva llegó a hacer un pedido con su esposo Rostislav y su hijo Maksym, de cinco meses.

"Solo queremos apoyar a estos chicos porque sabemos lo que sucede", expresó la joven madre, también evacuada de Kiev.

Elina, una empleada bancaria de 31 años de Leópolis, que no reveló su apellido, dijo que fue la primera vez que salía al centro de la ciudad desde el inicio de la guerra.

"Es muy difícil tomar café como si nada importara", admitió con una taza humeante en sus manos.

Ella dice que llora todos los días cuando lee las noticias en redes sociales.

"Pero entendemos que la vida continúa y tenemos que apoyar los negocios y la economía", sostuvo.