POR Rodolfo González | 1 de septiembre de 2017, 3:03 AM

Busan, Corea del Sur. “¿Aquí usan UBER?” Le pregunté a nuestra traductora en Corea del Sur. Ella pareció no entender la pregunta así que la repetí una vez más en mi inglés (que sin duda le hacía sangrar los oídos). “¿UBER?… ¿UBER?... Ohhh, sí, UBER….Pues no es muy común” me contestó ella. “¿Y por qué no?”, le interrogué una vez más. “Pues porque es ilegal” me dijo con cara de “no pregunte lo obvio”.

La legislación ha sido particularmente dura contra la aplicación en este país asiático. Durante mucho tiempo, el brindar este tipo de servicio podría ser sancionado hasta con dos años de prisión.

Recientemente las cosas se han flexibilizado pero bajo ciertas condiciones que implican, entre otras, el tomar en cuenta a los taxistas dentro del servicio.

La conversación con nuestra traductora la sostuve minutos después de llegar a Busan, la segunda ciudad más importante de Corea del Sur.

Durante el recorrido, de más o menos dos horas y media en tren (sí, el mismo  de la película de zombies Train to Busan) anduve con una lata vacía de café en la mano porque no encontré un basurero en el vagón.

En la terminal también tuve que caminar bastante para hallar uno. ¿Por qué todo luce tan limpio si no hay muchos basureros? Pues porqué aquí nadie bota la basura en la calle.

No solo saben que es prohibido, también saben que si lo hacen dañan su estilo de vida.
Aquí el cumplimiento de la ley parece ser poco motivo de discusión, simplemente se acata con más determinación que en América Latina.

Horas antes había caminado por un palacio de la dinastía Hwaseong, en Seúl, y noté como había baños públicos pulcramente brillantes. También me sorprendió cómo a un lado de una fuente de agua había recipientes para que todos los que quisieran los usaran para saciar la sed y luego los lavaran y  dejaran allí.

Los cinco minutos que me tomé de tiempo para verlo, constaté cómo todos los usaban, lavaban y ponían nuevamente a disposición de futuros visitantes. Y no es que hubiese encargados para vigilar que nadie robara, simplemente nadie lo hacía, pese a estar prácticamente en vía pública.

En Costa Rica no hubiese quedado ni uno de esos recipientes en menos de dos minutos. De verdad que entre algunas sociedades los conceptos de “deber ser” y “realmente ser” están a un mundo de distancia.