1 de octubre de 2021, 8:52 AM

Rogelio Benavides Rivas/ Editor /[email protected]

Cumpleañeros 

Un saludo para cineasta Dyrson Brown quien celebra su cumpleaños este 1º de octubre. Esta semana están de celebración: la periodista Amelia Rueda (3 de octubre), Mario Montenegro (3), el radiodifusor Cristian Acuña (4), Alejandro Gutiérrez Olmedo (4), la periodista Tatiana Gutiérrez (4), Allan Ramírez Arrieta (5), la periodista Irina Grajales (5), Laura Brenes (6), Iván Mora Black (6), el periodista Carlos Herrera (6), mi primo Jader Hernández (6), Ana Lucía Ugalde Esquivel (7), Luis Zeledón (7), la fotógrafa Mayela López (7) y la profesora Rosario González. 

La Luna Liberiana está triste 

La Luna Liberiana vivirá por siempre en nuestra mente y en nuestro corazón, pero estos días está triste: nunca volverá a sonar como cuando la cantaba Manuel Chamorro Roverssi, su más famoso intérprete, quien más la quiso y el que mejor entonó aquella inspiración de Jesús Bonilla. 

La noticia de su fallecimiento me llegó pocos minutos después, el pasado jueves 23 de setiembre, de boca de mi colega el periodista liberiano José Manuel Peña Namoyure. Lo conocí a Manuel Chamorro cuando yo era periodista en La Nación, lo entrevisté varias veces, luego nos hicimos amigos y admiré por siempre su carrera, su talento y su don de gentes.  

Era educado, culto, elegante… un sibarita, un enamorado, del amor, de la vida y de su entrañable pampa guanacasteca, que hoy llora la partida de uno de sus hijos preferidos. 

Como dijo un amigo, tenemos que ser generosos con el Cielo, allá también necesitan hombres agradables, inteligentes y bohemios como Manuel; allá en la eternidad, merecen escuchar la Luna Liberiana de Manuel, así como El Burro e’ Chilo, El Huellón de la Carreta, Amor de Temporada, He Guardado y que no falte Pampa (de Aníbal Reni y Jesús Bonilla): Luego viene la tarde divina y el contorno se mira sangrar. ¡Ay! Marimbas de treman lejanas y la pampa de vuelve inmortal. 

“En la vida no hacemos más que caminar hacia el recuerdo. La memoria es la salvación de los seres humanos, porque es la forma en que podemos existir más allá de nuestro tiempo. 

El inquieto Manuel se fue a estudiar medicina a México —según me contó varias veces— y, casi a punto de graduarse, abandonó la cátedra, lo suyo era la música, las canciones, la bohemia, la buena vida, porque él siempre fue bueno.

Chamorro representó a nuestro país dos veces en el Festival de la OTI en 1977, en España, con la pieza “Melodía de los amantes”, y en 1983 en Washington con “Gracias amor”.  

Luna Liberiana, de Jesús Bonilla Chavarría la estrenó, el 14 de febrero de 1936, la Banda Militar de Liberia y siempre se le ha considerado uno de los boleros más emblemáticos de Guanacaste.  

El virtuoso pianista argentino Raúl Di Blasio incorporó a Luna Liberiana en su repertorio y cada vez que venía, no se podía ir sin tocarla; sin honrarla. Oh luna divina, que ilumina nuestra tierra. El gran Plácido Domingo la interpretó en el estadio Ricardo Saprissa, un 14 de noviembre del 2008, en un concierto organizado por BAC Credomatic.  

La primera grabación de Luna Liberiana fue en 1958, hace 62 años, y fue precisamente Manuel Chamorro el que la interpretó, acompañado por el legendario Trío Los Ticos. En el 2011, la Municipalidad de Liberia declaró a esta canción como el himno oficial del cantón. 

Te vas querido Manuel. Luna Liberiana no volverá a sonar igual, pero quedarán en el recuerdo de todos, tus magistrales interpretaciones. Descansa en paz amigo, vuela alto, muy alto y no deje de volar hasta que encuentre a la luna divina, que ilumina nuestra tierra.  

La casa azul de Don Bosco 

En la edición de este 26 de setiembre del 2021, en el suplemento Áncora, del periódico La Nación, aparece un artículo de mi autoría titulado “La casa azul de Don Bosco”, con algunas referencias sobre la prolífica y destacada obra del arquitecto catalán Luis Llach Llagostera. La casa azul, que hoy ocupa el restaurante Estación Atocha Don Bosco, construida en 1942, también forma parte de la herencia arquitectónica de aquel maestro.
 
Efectivamente, esa casa número 2861, sobre avenida cuatro, es una de las construcciones realizadas en Costa Rica por Luis Llach Llagostera, quien marcó la llegada de la arquitectura moderna; también es el autor de obras emblemáticas que hoy permanecen como fieles testigos de aquella transformación surgida en la primera década del siglo pasado.
 
En esa casa azul, reconstruida y restaurada recientemente como parte de un proyecto gastronómico, que contempla remozar las viejas residencias de ese bucólico barrio capitalino, vivió la familia formada por don Gerardo López Varela y Pepita Escarré Cruxent, hija de don Antonio Escarré Figueras y Leonor Cruxent, todos catalanes. Es una vivienda neoclásica construida y diseñada en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, por Llach, responsable también del diseño del edificio de Correos y Telégrafos de Costa Rica, la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, así como otras edificaciones en Costa Rica, Colombia y Nueva York.
 
En esa casa azul nacieron los hijos de los López Escarré: Roberto, Gerardo, José Luis y Antonio. José Luis (1941-1996), fue un destacado pintor que estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica (UCR) y en la Real Academia San Jorge, en Barcelona, España (1968-1969).

Don Gerardo López Varela fue el dueño de la Librería López y don Antonio Escarré Figueres, propietario de La Palma, a un costado del Banco Central, donde estuvo la tienda Simón, a finales del siglo XIX, que fue vendida luego a Don Valentín Quintana. Don Antonio Escarré regresó a España y cuando inició la Revolución Española, volvió a Costa Rica y abrió La Magnolia.

Célebre arquitecto 

Luis Llach, estuvo en Costa Rica en dos etapas: de 1909 a 1920 y de 1934 hasta su muerte en 1955. Su obra arquitectónica es de influencia modernista o Art Nouveau e incorpora elementos de influencia historicista; su trabajo se califica de “modernista con acento ecléctico”, que marcó la transición para el advenimiento de la arquitectura moderna en Costa Rica.
 
Aparte del edificio de Correos y Telégrafos de San José, diseñado en 1914, en concreto armado y el edificio de Correos y Telégrafos de Heredia, de 1915, de concreto armado y composición clásica, Llach diseñó el Edificio Herdocia y la Escuela Vitalia Madrigal en San José; y en Cartago, la Escuela Jesús Jiménez y la Iglesia de San Nicolás.
 
Otro aporte fue el diseño para la Basílica de Nuestra Señora de Los Ángeles, la obra de arquitectura eclesiástica más relevante. El proyecto, iniciado en 1912 y concluido en 1930 con la dirección del arquitecto José Fabio Garnier, quien siguió los criterios de diseño de Llach, fue descrito por él mismo como de un estilo “bizantino puro”, con una planta basilical en cruz griega.
 
Llach hizo varios monumentos en los que reveló sus capacidades como escultor y tuvo también la oportunidad de mostrarse como diagramador gráfico en “Páginas Ilustradas”, una de las primeras revistas editadas por catalanes en Costa Rica.
 
Este prolífico arquitecto catalán, también realizó obras de carácter funerario que datan de 1910, como la bóveda y la capilla de la familia Rojas en el Cementerio General de San José, de lenguaje ecléctico que combina formas neogóticas y neobizantinas, y el mausoleo de la Sociedad Española de Beneficencia de 1924.
 
Llach fue nombrado presidente de la comisión técnica inspectora de los edificios públicos, por los daños causados por del terremoto del 4 de mayo en Cartago, con la misión de definir los nuevos sistemas constructivos empleados en la reconstrucción de la ciudad en general.
 
Tuvo una activa participación como propietario y director de la revista Arte y vida, fundada en 1909 por el español Daniel Ureña, para informar sobre arte, teatro, música, espectáculos, actualidades y, excepcionalmente, temas de arquitectura, así como el estilo modernista de la diagramación y el diseño gráficos.

La casa es de estilo neocolonial. Foto: Alonso Tenorio, La Nación.

Sobre la publicación del reportaje en La Nación, recibí una nota muy halagadora, que dice: Estimado Rogelio, me he sentido en la necesidad de escribirte estas líneas para agradecerte el artículo que publicaste sobre la obra de mi abuelo. A pesar del tiempo transcurrido, siento que su obra se mantiene viva y presente. A lo largo de mi vida lo he tenido muy presente pues tuve la dicha de conocerlo, convivir con él y ser su alumno de pintura y dibujo. De alguna manera me inspiró hacia mi profesión como ingeniero civil en el sentido de poder ver materializadas las obras producto del trabajo profesional. Por otro lado, no sé si recuerdas que, en tiempos de la primera administración de Oscar Arias, en la cual me desempeñé como viceministro y ministro del MOPT, tuvimos oportunidad de conocernos. Te recuerdo perfectamente como una persona afable y de muy buen humor. ¡¡¡Cómo pasa el tiempo!!!
Bueno, no te quito más tiempo, solamente quería aprovechar la ocasión para reiterarte mi agradecimiento y de toda la familia Llach Castro que formó mi abuelo y que hicieron de Costa Rica su patria querida. Un fuerte abrazo. Luis Llach Cordero.

La edificación fue construida en 1942. Foto: Alonso Tenorio, La Nación.

Gastronomía: ¿Qué es la masa madre? 

En el último año, el gusto por cocinar desde casa ha crecido y una de las tendencias ha sido elaborar masa madre para tener un toque artesanal, fresco, de calidad. Esta masa tiene como base levadura natural, resultado de la mezcla entre harina, agua y microorganismos.
 
La masa madre era un ingrediente clave en la producción panadera que inició en 1800 con los egipcios como un método tradicional, el fermento natural de éste provocaba que fuera mucho más rico, sin embargo, con la invención de la levadura a finales del siglo XIX, su elaboración disminuyó y solo algunos lugares continuaron con esta práctica.
 
La diferencia entre ambas es que la levadura se hace a partir de fermentación alcohólica, mientras que la segunda es fermentación láctica. Lo que marca gran distinción en cuanto al aporte nutricional, ya que contiene probióticos que alimentan la microbiota. Además, se puede elaborar con harina de centeno, cebada, arroz, entre otras.
 
La masa madre tiene un trasfondo que va más allá de la salud y el bienestar, tiene incluso un valor histórico para la industria. Por más de 500 años, el pan a base de esta mezcla hecha con agua y harina era la única forma de hacer panes fermentados.

La compañía Puratos cuenta con una Biblioteca de Masa Madre, la única del planeta, cuyo objetivo es estudiar, preservar y continuar con la tradición de este ingrediente para el futuro. 

El guardián de este lugar, que fue fundado en octubre de 2013 y almacena 130 tipos de masa madre de 25 países diferentes, es Karl de Smedt, un maestro panadero que llevó su amor por este alimento a algo más allá y creó este espacio en Saint Vith, Bélgica, Karl es el encargado de alimentar las mezclas regularmente con harina —que los propios productores deben suministrar— y agua, para que sobrevivan y continúen con la fermentación. 

Para Karl este acervo de masa madre es más que un trabajo, pues lo ve cómo una forma de alimentar la historia y respaldar a los panaderos del mundo ya que “estas muestras sirven como un respaldo para los productores, si llegarán a perder o dañar su propio suministro, aquí tenemos una reserva para ellos. La masa madre es el alma de muchas panaderías”, comenta. 

Karl de Smedt, dedica sus esfuerzos a buscar y encontrar nuevas masas madre que se unan a la biblioteca, lo que destaca en las búsquedas es que “provengan de una fermentación espontánea y no dependa de una inoculación de cultivos comerciales”. 

La variedad es inmensa, hay masas hechas a base de arroz de cake cocido, otra de huevos, lima y cerveza, con frutillas, miel, y muchas más. “Cada masa madre es única, depende del lugar en que se hicieron, la harina, tipo de agua, ingredientes adicionales. 

Cuando nos llega una masa, estudiamos las harinas particulares que usaron para poder mantenerlas, ya que deben alimentarse con los ingredientes base para continuar el proceso”, explica de Smedt. 

Para Karl, la masa madre es importante porque es un producto artesanal y últimamente el interés por éste ha crecido, la pasión por la panadería ha hecho que este método se redescubra y continúe un legado de sabor, nutrición e historia. La cartera de Puratos para inspirar la creación de panes del futuro con un toque tradicional, se basa en la mezcla de harina, agua, sal y masa madre inactiva como Traviata, O-Tentic, Fidelio, Sapore y hasta granos especiales que se cuecen en masa madre para darles un sabor único.

“El pan hecho con masa madre perdura por más tiempo, es rico en antioxidantes y mejora el sabor de las preparaciones. Las soluciones Puratos ofrecen masa madre y granos hidratados en masa madre preparados con la mejor tecnología, pero de una manera mucho más rápida y fácil para los panaderos que suman un toque diferenciador en sus productos”, comenta Evelyn González, Directora de Marketing para Puratos para América del Sur, Centroamérica y el Caribe. 

Cada uno de los productos responde a las necesidades de los consumidores, ya que su base es la fermentación natural, pero algunos tienen un sabor afrutado, otras notas de acidez derivadas del trigo, y hasta esencias italianas que nos trasladan al continente europeo con un bocado. 

Karl de Smedt inició en 1994 como un panadero de asistencia en Puratos, fue ahí donde conoció la masa madre y todo el procedimiento que implica tener un ingrediente de este calibre y poco a poco se encariñó con éste; de hecho, la primera masa madre que le tocó alimentar es la que ahora tiene el número 43 en el acervo, misma que es originaria de San Francisco y ese momento marcó un antes y después en su vida. Con el paso de los años, le nació la idea e inquietud de crear un espacio dedicado a cuidar el legado de la masa madre y en 2013 surgió la Biblioteca de Masa Madre que actualmente almacena 128 diferentes masas madres, provenientes de 25 países, cada año se suman más por lo que ha declarado que no sabe con certeza cuál de ellas fue la primera. Sin embargo, el valor de esta biblioteca y la labor de Karl es casi tan invaluable y auténtica como cada masa madre que decora las paredes del espacio que parece un santuario donde la ciencia, investigación y tradición se combinan a la perfección para crear un legado mundial. 


Eso es todo, los quiere Tía Zelmira, la que todo lo mira.

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