Por AFP Agencia |13 de septiembre de 2020, 9:41 AM

Desde su boicot en el torneo de Cincinnati hasta su segunda corona del Abierto de Estados Unidos pasaron 17 días en los que Naomi Osaka se ha alzado como la voz más escuchada del mundo del tenis contra la violencia racial.

La tenista japonesa, de quien se recordaba su extrema timidez cuando batió a Serena Williams con 20 años en su primer US Open, ha dejado claro que quiere ser conocida por algo más que por su fabuloso talento para el deporte.

"Antes que deportista, soy una mujer negra. Y como mujer negra siento que hay asuntos mucho más importantes que necesitan inmediata atención, antes que verme a mí jugar tenis", dijo Osaka en agosto cuando se negó a jugar su semifinal del torneo Premier de Cincinnati.

Osaka se unía así al boicot de los jugadores de la NBA en protesta por el ataque policial contra el afroestadounidense Jacob Blake, con el objetivo de detonar "una conversación en un deporte mayoritariamente blanco".

Su negativa a jugar consiguió que el torneo de Cincinnati, que este año se disputó en Nueva York como antesala del Abierto, detuviera sus actividades durante una jornada para unirse a las reivindicaciones.

Concentrada en la "burbuja" del US Open, Osaka siguió dando la batalla a través de las redes sociales pero también sobre la pista de tenis, donde en cada uno de sus partidos ha portado una mascarilla con el nombre de una víctima emblemática de la violencia racial.

La jugadora, de padre haitiano, madre japonesa y criada en Estados Unidos, explicó el sábado que su conciencia política despertó durante los meses de parón del tenis por la pandemia de coronavirus, cuando multitudes en Estados Unidos y otros países salieron a la calle a protestar contra el crimen de George Floyd a manos de un policía blanco en mayo en Minneapolis.

"Diría que definitivamente han sido unos meses importantes", dijo Osaka tras derrotar en la final del Abierto a Victoria Azarenka por 1-6, 6-3, 6-3.

"Para mí, mi vida siempre giraba alrededor del tenis, especialmente después del anterior US Open que gané. Aquello definitivamente aceleró cosas, y nunca había tenido la oportunidad de frenar un poco", explicó.

"La cuarentena definitivamente me dio la oportunidad de pensar mucho sobre las cosas... lo que quiero lograr, por qué quiero que la gente me recuerde. Vine a este torneo, o a estos dos torneos (Cincinnati), con esa mentalidad", señaló.

"Compartir y escuchar".

Durante el US Open, Osaka recibió mensajes de video del padre de Ahmaud Arbery y de la madre de Trayvon Martin, dos de las víctimas a quienes reivindicó en la pista, agradeciéndole por haber atraído atención mundial a sus casos.

El sábado, la japonesa dijo que le gustaría conocer a los familiares de las víctimas. "Definitivamente. Aprendo más a través de las experiencias. Siento que compartir historias y escuchar las experiencias de la gente es muy valioso", dijo.

La tenista explicó que su novio, el rapero estadounidense YBN Cordae, quien le apoyó en el torneo desde las vacías gradas de Flushing Meadows, había influido en sus opiniones sobre la justicia racial y social. 

"He leído mucho sobre la historia de Haití. Mi padre siempre habla de eso", explicó. "A mi novio le gusta mucho leer, así que me ha estado pasando libros (...) Trato de no sacar la mayor parte de mi información de las noticias. Trato de formar mi propia opinión".

Deportista mejor pagada.

Con su perfil mestizo y sus precoces logros, Osaka ha suscitado un enorme interés en los últimos años de grandes  marcas, que la convirtieron el año pasado en la deportista mujer mejor pagada a nivel mundial según la revista Forbes, con 37,4 millones de dólares en ingresos por premios y especialmente patrocinadores.

También es inmensamente popular en Japón desde que se convirtió en la primera raqueta de su país, mujer u hombre, en levantar un trofeo de Grand Slam.

En su país es también un símbolo de las reivindicaciones a favor de los "hafu", palabra que deriva del término mitad y con la que se refieren a los mestizos.

Los hijos de matrimonios mixtos, que representan apenas un 2% de los nacimientos anuales en Japón, todavía sufren fuertes prejuicios raciales, como lo ilustra la propia historia de los padres de Osaka, cuya unión fue difícilmente aceptada por la familia de su madre.