Federer y la tierra batida, una historia de amor y odio
Con las estadísticas en la mano, el polvo de ladrillo es donde Federer ha tenido muchos menos éxitos a lo largo de su carrera
Después de tres ediciones ausente, Roger Federer se dispone a hacer el domingo su gran regreso a Roland Garros, el templo de la tierra batida, la superficie menos propicia para su juego y sobre la que ha evitado jugar en los dos años anteriores.
Con las estadísticas en la mano, el polvo de ladrillo es donde Federer ha tenido muchos menos éxitos a lo largo de su carrera.
De sus 101 títulos, el suizo 'sólo' ha conquistado 11 en tierra batida. De sus 20 torneos del Grand Slam ganado, sólo uno fue en esa superficie, el de Roland Garros en 2009.
En total, su tasa de victorias es del 76% en tierra, cuando en las otras superficies alcanza como poco el 80% e incluso en el césped, su favorita, supera el 87%.
En 2017, Federer esquivó abiertamente la temporada sobre tierra batida, haciendo una pausa de seis meses tras una operación en la rodilla izquierda. En 2018 también decidió saltarse la gira de los torneos de tierra para preservar fuerzas para Wimbledon.
"Fue una decisión por la longevidad de mi carrera, por mi salud y mi familia. Aproveché para estar en casa", explicó a principios de mayo en Madrid, lugar en el que efectuó su gran regreso a la tierra batida después de tres años.
Uno de los motivos de que el balance de Federer en tierra sea menos brillante se llama Rafa Nadal, el rey de la arcilla, que ha ganado once veces Roland Garros y que controla a la perfección las peculiaridades del juego en tierra.
"Roger es también uno de los mejores jugadores de la historia en esta superficie. Lo único que le ha pasado fue Rafa. Probablemente si Rafa no hubiera estado, él (Federer) habría ganado cinco o seis veces Roland Garros", estimaba recientemente el austríaco Dominic Thiem, vigente subcampeón en París.
Además de la final que ganó en 2009 al sueco Robin Soderling, Federer ha alcanzado la final de Roland Garros en otras cuatro ocasiones, cayendo en todas ellas ante Nadal (2006, 2007, 2008 y 2011).
"Ha crecido en ella".
"Está cómodo en esta superficie, sabe cómo moverse. En Suiza creció en ella", subrayaba Thiem.
Federer volvió a entrenar en las últimas semanas sobre tierra batida en su Suiza natal.
"Lleva un poco de tiempo rehabituarse a construir los puntos un poco más porque hay más juego de fondo de la pista, porque se puede jugar con más ángulos, variar las alturas... Pero sinceramente, no ha sido tan difícil", resumía.
"Lo importante, cuando cambias de superficie, es ajustar rápidamente la cabeza, para tener los reflejos adecuados. Por fortuna, es una de las cualidades más subestimadas de Roger. Su capacidad de adaptación es fascinante", alabó en una reciente entrevista en el diario suizo Blick su preparador físico, Pierre Paganini, sorprendido por el entusiasmo de su pupilo.
"Mi problema de rodilla, que había tenido peso en la decisión (de no jugar) en 2017, queda ya lejos. Estoy contento por estar de vuelta a la tierra batida", confirmaba Federer, que siente de nuevo su cuerpo "lo suficientemente fuerte para resistir los cambios de superficie".
Después de dos partidos ganados tanto en Madrid como en Roma, el suizo entrenó el martes ya desde su llegada a París, dos horas con el argentino Diego Schwartzman y luego repitió el miércoles otras dos horas con el belga David Goffin.
El sorteo del jueves le deparó una primera ronda en principio cómoda ante el italiano Lorenzo Sonego (73º).
Pero la fortuna quiso que cayera en el lado del cuadro de Nadal, con el que se mediría en unas hipotéticas semifinales, aunque el camino hasta ese punto todavía parece largo.