Por Yahaira Piña |5 de diciembre de 2017, 3:12 AM

En el territorio indígena Boruca viven dos hermanas adultas mayores, una es ciega y la otra es sorda.

Ellas deben recorrer un difícil camino para llegar hasta la casa ubicada en medio de la montaña.

Adelaida es ciega y su hermana Ofelia es sorda. Son de decencia cabecar y viven en el territorio indígena Boruca.

Caminan por más de tres kilómetros para ir a una cita al ebais. Un difícil camino para estas señoras mayores y con una discapacidad.

La que puede ver se convierte en el apoyo y guía de la no vidente.

Siempre salen tempranito para evitar la lluvia porque un trillo se convierte en barreal con el agua. Además atraviesan una quebrada llena de piedras resbalosas.

La inmensidad de la montaña y el sonido de animales es la única compañía.

Viven aquí desde hace 35 años.

Hace 7 meses tenían la compañía de los dos hermanos mayores pero ambos fallecieron con tan solo unos días de diferencia.

Ahora se sienten indefensas y temerosas.

La soledad que les rodea hace que el dolor de perder a sus hermanos se agudice. 

Ofelia es quien se encarga de la cocina. No tienen electricidad y el agua la toman de un pozo.

Aquí se bañan y también aquí lavan su ropita.

Nunca han tenido una lavadora, ni siquiera una pila que les facilite el trabajo.

A pesar de la discapacidad, Adelaida procura chinear a su hermana menor.

El servicio sanitario está fuera de la casa. Un árbol y un mecate guían a Adelaida hasta el lugar.

Ellas saben que con el pasar de los años hacer todas estas cosas será más difícil.

Las enfermedades propias de la edad llegan inesperadamente y por eso temen que ante una emergencia no puedan salir de este lugar tan recóndito.

Por eso sueñan con una nueva casa.

Que las oigan, que las ayuden y que no las dejen solas ese es el sueño de estas hermanas que viven en mundo de silencio y oscuridad.