Por Luis Jiménez |1 de marzo de 2025, 8:00 AM

Entre el 13 de diciembre del 2000 y el 9 de marzo del 2001, un despiadado asesino, conocido como "El Descuartizador", sembró el terror con, por lo menos, dos crímenes que dejaron al país en estado de shock. 

La brutalidad con la que actuó y la falta de respuestas por parte de las autoridades dejaron una marca en la sociedad costarricense.

Las partes de las víctimas como brazos, piernas, torsos y hasta una cabeza fueron encontrados en distintos puntos de la capital, mutilados con mucha precisión. La saña con la que actuaba este criminal llevó a las autoridades a desplegar un extenso operativo de investigación, intentando descifrar quién estaba detrás de los macabros asesinatos. 

Se encontraron partes humanas en ríos, quebradas y lotes baldíos, todas dispuestas de manera que dificultaba la identificación y el hallazgo completo de los cadáveres.

"Los cortes en los cuerpos eran limpios, lo que indicaba un nivel de destreza por parte del asesino. El descuartizamiento había sido realizado post-mortem, es decir, no había sido realizada ninguna de esas lesiones, estando la víctima todavía viva, y eso se pudo determinar a través de las autopsias", explicó Rogelio Ramírez, exagente del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) y criminalista.

Los investigadores determinaron que el asesino utilizó una herramienta muy precisa para desmembrar los cuerpos, y aunque se sospechó de un estudiante de medicina, nunca se hallaron pruebas suficientes para inculparlo. 

"Había un sospechoso,, sin embargo, no hubo más evidencia en los sitios y este hombre se fue para Estados Unidos", recordó Gerardo Castaing, exjefe del OIJ.

Las víctimas identificadas fueron dos menores de edad, Ivette y Jackeline, de 14 y 17 años respectivamente. Ambas provenían de hogares desintegrados, vivían en la indigencia y eran adictas a las drogas.

"El perfil de las víctimas sí era compatible con personas consumidoras de sustancias ilícitas y en estado de indigencia. Se manejaron varias hipótesis sobre los motivos del crimen. Una de ellas relacionaba los asesinatos con ajustes de cuentas dentro del narcotráfico, aunque nunca se encontró evidencia concluyente.

"Otra hipótesis apuntaba a la posibilidad de un asesino en serie, dado el modus operandi. Sin embargo, entre las víctimas no había ningún vínculo, por lo menos que lo hubiéramos identificado", mencionó Ramírez.

Uno de los principales obstáculos para esclarecer los crímenes fue que los lugares donde se encontraron los restos no eran los sitios donde ocurrieron los asesinatos.


"Donde se encontraban los restos son sitios de excesos proyectados o escenarios proyectados, no son exactamente los escenarios donde ocurren los hechos principales y eso atentó contra la obtención de evidencias. Esta dispersión geográfica dificultó la recolección de pruebas y la identificación de un sospechoso.

"La autopsia psicológica de las víctimas tampoco permitió establecer el móvil de los crímenes. Fue algo bastante complejo, donde no se logró establecer: la motivación de por qué las mataron", detalló Castaing.

La investigación del caso se prolongó por aproximadamente dos años, pero nunca se encontró al responsable.

"Así como se dio, se empezaron a dar los hallazgos en bolsas plásticas, en maletas, (...) así como empezó el caso, así terminó. Es decir, abruptamente no volvieron a aparecer partes", relató Ramírez.

Algunas partes de los cuerpos nunca fueron encontradas, lo que dejó abierta la posibilidad de que el asesino haya cambiado su modus operandi o simplemente haya detenido sus crímenes.

El caso del "Descuartizador" sigue siendo un  enigma. Su impacto en la sociedad y en la policía judicial fue profundo, dejando una huella imborrable en los investigadores que intentaron resolverlo sin éxito.

"Siempre es impactante para cualquier investigador, para cualquier criminalista, la forma en la que algunos criminales disponen de los cadáveres", concluyó Ramírez.

A pesar de los esfuerzos de las autoridades, la identidad del "Descuartizador" sigue siendo un misterio, dejando abierta la posibilidad de que el asesino nunca haya sido atrapado y que aún siga en libertad.

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