21 de febrero de 2014, 5:38 AM

Buen Día compañeros, efectivamente estamos en temporada alta en lo que a cine se refiere: hoy se estrenan en el país dos de las películas favoritas para ganar el Oscar y además la Sala Garbo propone en estos días una excelente película chilena con la cual me gustaría empezar.

La producción chilena "No" es una de esas películas que aunque imperfectas resultan imprescindibles.

La trama está basada en hechos reales. En 1988, el dictador Augusto Pinochet, a causa de fuertes presiones extranjeras, aceptó realizar un plebiscito donde los ciudadanos de su país pudieran escoger si él seguiría o no en el poder.

Muchos pensaban que eran unas elecciones arregladas, pero se efectuaron en un marco de legalidad, dejando a la oposición un espacio de 15 minutos diarios en televisión para efectuar su campaña.

Un ejecutivo de publicidad, encarnado por el mexicano Gael García Bernal, tuvo una idea genial: en lugar de enfatizar los defectos de Pinochet y los horrores de su régimen, planeó una campaña positivista, llena de esperanza, bajo el lema "Chile: la alegría ya viene".

Fue un triunfo de la democracia y de los medios de comunicación, que la cinta ilustra con una actitud sobria y honesta, ganándose el corazón del público.

La actuación poco expresiva de García Bernal es el talón de Aquiles de una historia relevante, que merece ser contada.

El director Pablo Larraín emplea una estética de baja definición, un recurso que a menudo se convierte en una distracción, pero a su manera funciona.

Un 9 de calificación para "No".  Díganle sí a esta importante producción latinoamericana.

Seguimos con el comentario de la taquillera "Robocop", nueva versión de un clásico de ciencia ficción de 1987.

Los que más disfrutarán de "Robocop", son quienes que no vieron la versión original, que Paul Verhoeven dirigió en 1987.

Ese impactante thriller futurista, es un clásico en su género.

El refrito tiene méritos propios, pero en general, me quedo netamente con la primera versión.

Estamos en Detroit, en un futuro no muy lejano. Una empresa que construye robots de guerra pretende resolver el problema de la inseguridad ciudadana, lanzando un prototipo de agente cibernético: un RoboCop, parte hombre, parte máquina, todo un justiciero, infalible y además incorruptible.

La historia de Murphy, policía caído en un atentado y revivido en un cuerpo de metal, se presta para esbozar una sátira de nuestro mundo: un mundo violento, dominado por las grandes corporaciones, las industrias de armamentos y los medios de comunicación con su poder de manipulación.

La sátira era más lúcida en la versión del 87; en este caso, el director brasileño José Padilha prefiere el camino de la ambigüedad ideológica, como lo había hecho en su película "Tropa de élite".

Además, Padilha filma la acción como si fuera un videojuego, y con soluciones formales lamentables, como cuando emplea, de manera inoportuna, una clásica pieza musical del grupo Focus.

El reparto está bien, sobre todo Michael Keaton y Gary Oldman en papeles secundarios, en fin... un 6 de calificación para "Robocop", refrito aceptable aunque innecesario.

Tres películas más se estrenaron la semana pasada en el país. Aquí están rápidamente mis comentarios respectivos. 

"Un cuento de invierno" es la adaptación de una novela de Mark Helprin, que definir estrambótica es poco: un coctel indigesto de romance y fantasía gótica, donde un ladrón irlandés se enamora de una bella joven con un mal incurable.

Su amor, es el eje de una batalla entre ángeles y demonios que oscila siempre entre lo ridículo y lo sublime - hay que ver a Will Smith haciendo de Lucifer para creer- y donde finalmente, lo ridículo prevalece netamente. Un 3 para "Un cuento de invierno", que más bien resultó ser un cuento de Infierno.

Tampoco me hizo mucha gracia el taquillazo internacional de Eugenio Derbez "No se aceptan devoluciones".

Arranca bien, y entretiene en su primera media hora, con la historia de un galán convertido en padre soltero de una niña adorable.

Pero pronto, la cinta se revela como un descarado mecanismo lacrimógeno, que manipula los sentimientos del público, como en las telenovelas de baja calaña.