20 de diciembre de 2013, 5:16 AM

Hace 141 años,  el 20 de diciembre de 1872, el primer buque cargado de jamaiquinos partió de Kingston con rumbo a Costa Rica. Misión: construir un ferrocarril.

El ferrocarril vino a cambiar el país, primero porque abrió el Caribe inhóspito y con él una puerta a Europa y el este de Estados Unidos.

Eran máquinas de vapor y, como la que aún se conserva en los patios de la Estación al Atlántico.

Pero además de la gran importancia económica, la obra tuvo un impacto cultural sin precedentes.

Costa Rica ya había tenido población negra desde los primeros años de la colonia, muchos de ellos traídos como esclavos. Más tarde las migraciones fueron múltiples y de muy diverso tipo.

Pero fue el ferrocarril el que consolidó la presencia de la población afrodescendiente y anglófona.

De Belice, Nicaragua, Panamá, Jamaica y otras islas del Caribe venían contingentes para las labores más diversas.

Cuando comenzó la construcción del ferrocarril, ya la esclavitud se había eliminado en casi todo el mundo. Por supuesto que también Jamaica y Costa Rica. Eran en su mayoría súbditos ingleses.

En 1874, el ferrocarril tenía 2.500 hombres, de los cuales  mil eran negros. Ya para comienzos del Siglo XX, estos eran 4.000, de un total de 5.200 trabajadores.

De 1900 a 1913, 20.000 jamaiquinos emigraron a Costa Rica.

Los negros que vinieron eran no solo trabajadores libres, sino además personas relativamente cultas, que tenían en mente regresar a su país de origen.

Pero por aquellos años no había un sistema de educación pública. Entonces la comunidad afrodescendiente organizó su propio sistema independiente. Eran las llamadas escuelas de inglés, financiadas por la misma comunidad de múltiples maneras.

Las escuelas de inglés fueron perseguidas por el Gobierno. A los padres se les ponían multas y a los maestros se les expulsaba. Hoy quedaban muy pocas. Una de ellas es la de la iglesia metodista de Limón centro.

Las escuelas de inglés, como se llamaban, adquirieron un auge enorme con la llegada al país de Marcus Garvey, que hizo su primera visita en 1910.

Garvey había nacido en Kingston, Jamaica, en 1887, y se convirtió en el gran líder del movimiento negro en todo el mundo.

En 1914 fundó la UNIA, siglas en inglés de la Asociación Universal de Mejoramiento del Negro. La rama costarricense se fundó en 1919.

El Liberty Hall es el salón de la libertad, la casa de reunión de ese movimiento, hoy monumento histórico y arquitectónico.

Usted posiblemente lo conozca como el Black Star Line. La razón es simple. Garvey creó una línea naviera con el fin de que su pueblo volviera a África. Se llamaba Black Star Line, línea de la estrella negra, en contraposición al White Star Line, la línea de la estrella blanca, la más grande naviera del mundo, dueña del Titanic.

En todo el mundo se vendieron boletos y bonos, aunque el proyecto nunca llegó a buen final.

Al mismo tiempo se desarrollaba la colonización del Caribe sur.

En sábado santo de 1915, el presidente Alfredo González Flores regresaba de Panamá en el barquito "Cristina", cuando una ventisca los puso al borde de la muerte.

Los vecinos lo rescataron, le dieron comida y abrigo. Agradecido, el presidente compró unas cuadras de terreno a trasladó el pueblo de donde hoy es el Parque Nacional a cinco kilómetros más arriba.

Hoy la comunidad afrodescendiente promueve un proyecto para modificar el artículo primero de la Constitución Política, de tal forma que defina a nuestro estado como una nación multiétnica y pluricultural.

El ferrocarril fue clausurado durante el gobierno de Figueres Olsen. Como un cementerio de fósiles, aquellas maravillas del pasado hoy se herrumbran al sol y la lluvia, como una estatua al olvido de nuestro pasado.

Pero deja una herencia imborrable, esta Costa Rica multicultural y poliétnica que hoy conocemos.