Por Juan Manuel Vargas |7 de septiembre de 2021, 8:33 AM

El confinamiento y el cierre de fronteras puso en aprietos a decenas de proyectos de conservación a nivel nacional. Algunos se vieron en la obligación de suspender operaciones o llevarlas al mínimo.

El 18 de marzo del 2020, 12 días después del anuncio del primer caso de COVID-19 en Costa Rica, el país cerró sus fronteras al turismo de extranjeros.

La temporada que recién iniciaba quedaba en vilo para una organización como la de la reserva natural Pacuare, administrada por el Proyecto de Ecología Internacional (EPI).

Esta reserva, una joya natural en el Caribe costarricense que alberga a tres de las cuatro especies de monos en el país, fue uno de los focos de estudio para la investigación sobre el impacto de la pandemia en el medio ambiente de la universidad Memorial de Terranova en Canadá.

Aunque en la reserva no se evidencia mayor cambio en el comportamiento de los animales a raíz del encierro, el impacto fue directo para las finanzas de la organización, amenazando, incluso, su actividad de preservación e investigación.

La falta de visitantes, tanto nacionales como extranjeros, se tradujo a una ausencia de recursos que obligó a la reserva a suspender todos sus programas y enfocarse en solo uno: la protección de tortugas marinas.

Entre los programas suspendidos está la iniciativa de educación ambiental que se impartía en la reserva, ya que tampoco había estudiantes nacionales ni extranjeros para recibir.

Solo en el programa de educación ambiental, la reserva recibía un promedio de 400 alumnos por año. Afortunadamente, en 2021 se logró recuperar un 50 % de ese promedio, pero falta por volver a contar con la visita, principalmente, de estudiantes nacionales.

El cierre de fronteras llevó a una caída del 75% en la visitación. Solo una cuarta parte de quienes tenían pensado visitar la reserva lo hicieron justo antes de que ocurriera el cierre de fronteras en nuestro país.

La decisión de no cerrar por completo y mantener la operación al mínimo requirió de un gran sacrificio para quienes decidieron quedarse en la reserva.

Le contamos las dificultades a las que se enfrentaron estos funcionarios en el video adjunto.

Ubicada en el corazón de la costa Caribe, en el cantón de Matina, la reserva protege seis kilómetros de playa y 800 hectáreas de bosque. Es el refugio de múltiples especies de primates, felinos, anfibios, insectos y las garzas Agami, cuyo principal punto de anidación en la región está ubicado en la reserva Pacuare.

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